José López •  Opinión •  09/12/2018

La reacción de la Reacción

Cómo combatir al fascismo.

En España se inició un proceso de cambios a raíz del 15-M. Este hecho histórico de mayo de 2011, potencialmente revolucionario, ha marcado los acontecimientos de los últimos años en nuestro país. Como era de esperar, la oligarquía no se iba a quedar de brazos cruzados ante la amenaza que suponía un movimiento popular más o menos espontáneo que reivindicaba la democracia real, más y mejor democracia. La auténtica democracia es el enemigo número uno de cualquier élite dominante. Se intentó reprimir tal movimiento popular, pero la violencia física provocó inicialmente efectos rebote, la gente indignada se multiplicaba. Aunque la violencia ejercida por el Estado acabó desmovilizando a otros muchos ciudadanos. Se intentó banalizar al 15-M, se esperó incluso a que por cansancio la gente dejara de acampar y manifestarse, como lógicamente así fue. El Estado puso en marcha su represión también mediante la ley mordaza. No sólo se trataba de que la gente tuviera miedo de ser agredida físicamente sino que también de ser multada o encarcelada.

El problema de verdad surgió cuando dicho movimiento encontró un sujeto político que pudiera canalizar, aun con sus carencias y contradicciones, las ansias de cambiar el sistema de muchos ciudadanos, la indignación de una gran parte de la población. El verdadero peligro para la élite capitalista empezó cuando Podemos irrumpió en la escena política pretendiendo sin complejos “asaltar el Cielo” a través de las urnas. Ya no se trataba sólo de miles de ciudadanos que se manifestaban en las calles (el Sistema no tiembla mucho cuando unos cuantos miles de ciudadanos toman las calles y luego regresan a sus hogares), sino de millones que votaban a un partido político que planteaba algunos cambios que podrían abrir la veda a una senda peligrosa para la casta política y sobre todo económica.

El enemigo a combatir era ahora Podemos. El 15-M poco a poco se convertía sólo en un mal recuerdo para la casta, en un susto. Por consiguiente, hubo que reorientar la estrategia de la Reacción. Y esto se tradujo en una campaña mediática contra Podemos como no se recuerda. Uno de los “problemas” que tenía dicho partido es que sus líderes y fundadores tenían cierta trayectoria política, no estaban “limpios” como llegó a decir uno de los periodistas defensores del actual sistema. Y es que es muy difícil que surjan líderes capaces de enfrentarse al Sistema sin ninguna experiencia en el activismo político. Se activaron los prejuicios incrustados en las mentes de los ciudadanos durante décadas. El Sistema nunca se duerme en los laureles. No había argumentos contundentes contra lo que propugnaban el 15-M y Podemos, en esencia, unas políticas más sociales, un rescate ciudadano y una regeneración democrática. Y cuando no hay argumentos hay que recurrir a los prejuicios, hay que nublar las mentes de las masas. En esto el sistema capitalista tiene amplia experiencia, pues gracias a dichos prejuicios, trabajados diariamente, sobrevive. La hegemonía cultural del capitalismo es su gran triunfo. La inconciencia o falsa conciencia de clase campan a sus anchas entre amplias capas populares. Se transmitió a la ciudadanía la idea de que los dirigentes de Podemos eran financiados por la “dictadura” venezolana, por la iraní, etc. Todo ello sustentado en ciertas “pruebas”, las cuales no sirvieron para enjuiciarlos en los tribunales, pero sí ante la opinión pública. Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad decía el “maestro” de la propaganda Goebbels. Hay que reconocer que en gran parte esta estrategia mediática funcionó. Es muy difícil combatir los prejuicios incrustados en las mentes de las personas durante décadas, es muy difícil combatir contra quienes tienen todo el poder en sus manos. Los prejuicios necesitan tiempo para ser extirpados de las mentes. Los prejuicios anulan la capacidad de raciocinio de mucha gente.

Aun así, estaba claro que los grandes partidos políticos perdían apoyo en las urnas, el bipartidismo moría poco a poco y hubo que montar un “Podemos de derechas”. Así surgió la “Operación Ciudadanos”. Había que reorientar el voto de los descontentos hacia un partido que en vez del cambio fuese el recambio, que no pusiera en peligro el status quo de la casta. Mientras a Podemos se lo demonizaba ante la opinión pública en la mayoría de los medios de “comunicación”, mejor dicho de adoctrinamiento, a Ciudadanos se le hacía la vista gorda ante su pasado político. Este partido ya tenía cierta historia (mucha más que Podemos). Mientras se insistía en el pasado comunista de Pablo Iglesias, se ocultaba el pasado ultraderechista de Albert Rivera. Mientras se amplificaban las contradicciones y errores de Podemos, se ocultaban o minimizaban los de Ciudadanos. Un partido que ha sufrido unos cuantos abandonos por falta de democracia interna. Hecho desconocido para gran parte de la opinión pública. Hay que reconocer que esta estrategia ha funcionado también bastante bien. Podemos se estanca y Ciudadanos crece. Por supuesto, las encuestas, a pesar de haber errado en muchas cosas, han jugado un papel importante para potenciar el voto hacia Ciudadanos y desincentivar el voto a Podemos y sus aliados.Las encuestas, como los grandes medios de “comunicación”, buscan sobre todo crear un estado de opinión. Al menos muchas encuestas. No hay más que ver cómo los propios partidos prosistema denuncian que las encuestas del CIS sirven a los intereses del gobierno de turno. Ellos saben muy bien que se manipulan.

Por si fuera poco todo lo anterior, surge el “problema catalán”. ¿Es casualidad que surgiera precisamente en este momento histórico? El caso es que, una vez más, como ya ha ocurrido en la historia de este país, el nacionalismo se usa para desviar la atención. El verdadero peligro para los ricos no es que España se rompa territorialmente, sino que sus bolsillos se vean afectados por otras políticas alternativas al neoliberalismo, y sobre todo por la democracia real, pues con ésta las élites tienen los días contados. Esos “patriotas” sólo tienen una verdadera patria: cualquier paraíso fiscal donde guardar a buen recaudo sus fortunas. Dado que en lo social las élites capitalistas no tienen nada que hacer, no tienen argumentos, hay que, una vez más, trabajarse los prejuicios de los ciudadanos. Y así muchos trabajadores explotados por algunos de sus compatriotas reorientan el voto hacia la derecha o la ultraderecha porque peligra la sacrosanta unidad de España, votando así a sus verdugos. Se tragan el discurso de que el enemigo es el inmigrante, otro trabajador que sólo busca tener una vida mejor, una vida digna. Olvidándose de paso de que España fue, y está volviendo a ser, un país de emigrantes. Así unos trabajadores se enfrentan a otros, en vez de enfrentarse a sus verdaderos enemigos: quienes les explotan. El nacionalismo usado como sedante de las clases populares para que éstas, a diferencia de las opulentas, no ejerzan la lucha de clases. El nacionalismo sustituye así a la religión, cuyos efectos narcóticos han dejado de ser eficaces en este siglo XXI.

Evidentemente, la ultraderecha declarada, Vox en este caso, recibe votos de ultraderechistas de toda la vida, pero el discurso virado hacia la derecha del resto de partidos de derecha demuestra que éstos saben que el racismo y el nacionalismo pueden acarrearles muchos votos. Las clases sociales opulentas son minoritarias (cada vez más en términos relativos) y, por supuesto, tienen muy claro a quién votar (a diferencia de los trabajadores). Pero la derecha y la ultraderecha necesitan el voto de amplias capas populares para llegar al gobierno o para mantenerse en él, necesitan lavar el cerebro de muchos trabajadores para que voten en contra de sus propios intereses. ¿La Historia se repite?

¿Cómo combatir al neofascismo? Con la Razón, desmontando prejuicios, reorientando el debate político hacia lo social, concretando, recurriendo a los hechos más que a las palabras. Evidentemente, las fuerzas realmente progresistas de este país deben reaccionar ante la reacción de la Reacción. La revolución necesita para avanzar el látigo de la contrarrevolución. Quienes propugnamos realmente un sistema más libre y justo lo tenemos difícil, pero tenemos a nuestro favor las ideas, tenemos la Razón de nuestro lado, y nuestros enemigos lo saben. Defendemos los intereses de la inmensa mayoría. A mi modo de ver, para combatir la propaganda derechista, es imprescindible movilizar a las masas, pero no sólo para manifestarse en las calles (siempre pacíficamente) sino que sobre todo para contrarrestar los prejuicios, para movilizar a la gente a la hora de votar. Los prejuicios deben ser combatidos no sólo en los platós de televisión sino que también en los pueblos, en los barrios, en las redes sociales, en las tertulias familiares,… No podemos depender de los medios del enemigo, debemos usarlos pero no hipotecarnos a ellos.

Es imprescindible movilizar en esta labor a las bases, reactivar y potenciar los círculos. Ésta es una labor titánica que no puede recaer en unas pocas personas que tarde o pronto se agotarán. Todos nosotros, ciudadanos indignados y que ansían cambios reales, una sociedad mejor, debemos contribuir en nuestros ámbitos particulares, día a día. Podemos y sus aliados deben repensar seriamente su estrategia para combatir lo que parece avecinarse. Es hora de un amplio debate para ver cómo combatir al incipiente neofascismo. ¡Sí se puede! Pero siempre que aprendamos de nuestros errores y actualicemos constantemente nuestras estrategias, siempre que retomemos la iniciativa. Lo social debe recuperar el protagonismo perdido. La mayoría de la gente debe comprender que votar a la derecha (la oficial y la no declarada) es votar en contra de sus propios intereses. El fascismo es el enemigo número uno, pero no el único, de las clases populares, del pueblo en general. El cambio (a mejor para la inmensa mayoría) sólo puede venir por la izquierda.

6 de diciembre de 2018

José López

http://joselopezsanchez.wordpress.com/


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