Eric Toussaint •  Opinión •  09/12/2024

Ante el patente fracaso del Banco Mundial/FMI, aplicar una política alternativa

El FMI y el Banco Mundial tienen 80 años. 80 años de neocolonialismo financiero y de imposición de políticas de austeridad en nombre del pago de la deuda. ¡80 años son suficientes! Las instituciones de Bretton Woods deben ser abolidas y sustituidas por instituciones democráticas al servicio de una bifurcación ecológica, feminista y antirracista. Para conmemorar estos 80 años, volvemos a publicar todos los miércoles hasta julio una serie de artículos que analizan en detalle la historia y los daños causados por estas dos instituciones.

Es impresionante la lista de gobiernos surgidos de golpes de Estado militares apoyados por el Banco Mundial

Entre los ejemplos más conocidos, citemos la dictadura del Sah de Irán, instaurada en 1953 tras el derrocamiento del Primer ministro Mossadeg; la dictadura militar en Guatemala impuesta por Estados Unidos en 1954 después de deponer al presidente democrático Jacobo Arbenz; la de Duvalier en Haití, en 1957; la del general Park Chung Hee en Corea del Sur, en 1961; la de los generales brasileños en 1964; la de Mobutu en el Congo y la de Suharto en Indonesia en 1965; la de los militares en Tailandia en 1966; la de Idi Amín Dada en Uganda y la del general Hugo Bánzer en Bolivia en 1971; la de Ferdinand Marcos en Filipinas en 1972; la de Augusto Pinochet en Chile en 1973; la de los generales uruguayos y la de Habyarimana en Ruanda en 1973; la de la junta militar argentina en 1976; la del régimen de Arap Moi en Kenia en 1978; la dictadura en Pakistán desde 1978; el golpe de Estado de Sadam Hussein en 1979 y la dictadura militar turca en 1980; la de Ben Ali en Túnez de 1987 a 2011 y la de Mubarak en Egipto de 1981 a 2011.

Entre otras dictaduras apoyadas por el Banco Mundial, citemos aún la de los Somoza en Nicaragua y la de Ceaucescu en Rumanía. En Egipto continúa la dictadura de Abdelfatah el-Sisi, y la dictadura en el Chad de Idriss Déby que llegó hasta abril de 2021, ya que Déby murió en ese mes. Le sucedió su hijo Mahamat Idriss Déby, que cuenta con el apoyo del Banco Mundial.

Recordemos también el apoyo dado a las dictaduras europeas: la del general Franco en España y la del general Salazar en Portugal.

Es evidente que el Banco Mundial apoyó metódicamente unos regímenes despóticos, implantados o no por la fuerza, que aplicaron, y continúan aplicando, políticas antisociales y que, además, cometieron crímenes contra la humanidad. El Banco demostró (y demuestra) una total falta de respeto a las normas constitucionales de algunos de sus países miembros. Jamás vaciló en apoyar a unos militares golpistas y criminales, económicamente dóciles, ante los gobiernos democráticos. Y es lógico: el Banco Mundial considera que el respeto a los derechos humanos no forma parte de sus objetivos.

No nos debemos olvidar del respaldo que el Banco Mundial brindó al régimen del apartheid de Sudáfrica, desde 1951 hasta 1968. El Banco se negó, explícitamente, a aplicar una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobada en 1964, que conminaba a todas las agencias de la ONU a cesar su apoyo financiero a Sudáfrica porque el país violaba la Carta de las Naciones Unidas. Ese apoyo, y la violación del derecho internacional que el mismo implica, no deben quedar impunes.

Finalmente, como este libro revela, el Banco Mundial concedió sistemáticamente, en el curso de los años 1950 y 1960, préstamos a las potencias coloniales y a sus colonias para proyectos que permitían aumentar la explotación de los recursos naturales y de los pueblos, en beneficio de las clases dirigentes de las metrópolis. El Banco, en ese contexto, se negó a aplicar una resolución de las Naciones Unidas que llamaba a cesar el sostén financiero y técnico a Portugal mientras éste no renunciara a su política colonial. [1]

Las deudas de las colonias de Bélgica, el Reino Unido y Francia con el Banco Mundial, contraídas por decisión del poder colonial, se transfirieron a los nuevos países en el momento del acceso a su independencia.

El apoyo del Banco Mundial a los regímenes dictatoriales se manifestó en la concesión de ayuda financiera, así como en la asistencia tanto técnica como económica. Ese respaldo financiero y esa asistencia ayudaron a las dictaduras a mantenerse en el poder y perpetrar sus crímenes. Igualmente, el Banco Mundial contribuyó a que esos regímenes no se vieran aislados en el escenario internacional, porque el apoyo y la asistencia facilitaron siempre sus relaciones con los bancos privados y las empresas transnacionales. El modelo neoliberal se impuso progresivamente en el mundo a partir de las dictaduras de Augusto Pinochet en Chile, en 1973, y de Ferdinand Marcos en Filipinas, en 1972. Ambos regímenes fueron apoyados activamente por el Banco Mundial. Cuando los regímenes dictatoriales llegaban a su fin, el Banco Mundial exigía, sistemáticamente, a los nuevos gobiernos democráticos que asumieran las deudas contraídas por sus predecesores. En resumen, la ayuda financiera, cómplice del Banco con las dictaduras, se transformaba en una carga para los pueblos. Estos deben pagar ahora las armas que los dictadores compraron para someterlos.

En los años 1980 y 1990, y luego en una segunda ola entre 2011 y 2020, un buen número de dictaduras se desplomaron, algunas bajo los ataques contundentes de potentes movimientos democráticos. Los regímenes que los sucedieron, en general, aceptaron las políticas recomendadas o impuestas por el Banco Mundial y el FMI, y prosiguieron con el reembolso de una deuda, sin embargo, odiosa (► más adelante). El modelo neoliberal, después de haber sido impuesto con ayuda de las dictaduras, se mantuvo gracias al yugo de la deuda y al ajuste estructural permanente. En efecto, después del derrocamiento o el derrumbe de las dictaduras, los gobiernos democráticos continuaron la aplicación de unas políticas que no contribuyen, en absoluto, a las tentativas de construir un modelo de desarrollo parcialmente autónomo. La nueva fase de la mundialización comenzada en los años 1980, coincidiendo con el estallido de la crisis de la deuda, implica, en general, una subordinación creciente de los países en desarrollo (países de la Periferia) con respecto a los países más industrializados (países del Centro), a los cuales se agregó China. También hemos visto el surgimiento de nuevos regímenes autoritarios, como en Brasil con Jair Bolsonaro (2019-2022), Jeanine Áñez (2019-2020) en Bolivia, Sebastián Piñera en Chile (2018-2022), Iván Duque en Colombia (2018-2021), Rodrigo Duterte en Filipinas (2016-2022), Nayib Bukele en El Salvador (2019-…), Dina Boluarte en Perú (2022-…), Javier Milei en Argentina (2024-…), Sheikh Hasina en Bangladesh (2009-2024). Todos estos gobiernos han sido o son apoyados por el Banco Mundial y el FMI. Y no olvidemos el régimen saudí, que es otro pilar de esas instituciones.

La agenda oculta del Consenso de Washington

Tras el comienzo de las actividades del Banco Mundial y del FMI, un mecanismo, a la vez de fácil comprensión, pero de compleja instauración, permitió someter las principales decisiones de esos organismos a la línea política y económica del gobierno de Estados Unidos. Algunas veces, algunos gobiernos europeos, en particular, del Reino Unido, Francia y Alemania, y también el de Japón, tuvieron voz y voto, pero los casos son raros. A veces se producen fricciones entre la Casa Blanca y la dirección del Banco Mundial y del FMI, pero un análisis riguroso de la historia, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el presente, demuestra que siempre fue (y es) el gobierno de Estados Unidos quien tuvo la última palabra en los ámbitos que le interesaban (e interesan) directamente.

La agenda pública del Consenso de Washington, aplicada por el Banco Mundial y el FMI desde los años noventa del siglo pasado, declara que sus objetivos son: la reducción de la pobreza mediante el crecimiento, el libre juego de las fuerzas del mercado, el libre comercio y la menor intervención posible de los Estados.

Sin embargo, la agenda oculta del Consenso de Washington demuestra una política que tiende a garantizar el mantenimiento del liderazgo de Estados Unidos a escala mundial y a la vez desembarazar al capitalismo de los límites que se le habían impuesto en la segunda posguerra. Esos límites eran el resultado combinado de poderosas movilizaciones sociales —tanto en el Norte como en el Sur—, de un comienzo de emancipación de algunos pueblos colonizados y de algunas tentativas de abandonar el capitalismo. El Consenso de Washington es también la intensificación del modelo productivista y extractivista.

Durante las últimas décadas, y en el marco del Consenso, el Banco Mundial y el FMI reforzaron sus medios de presión sobre un gran número de países, aprovechando la situación creada por la crisis de la deuda. El Banco Mundial desarrolló sus filiales —Corporación Financiera Internacional (CFI), Agencia Multilateral de Garantía de Inversiones (AMGI), Centro Internacional para la Resolución de Conflictos Relativos a las Inversiones (CIADI)— tejiendo una red cuya malla se fue haciendo cada vez más tupida.

Por ejemplo, el Banco Mundial concede un préstamo con la condición de que el sistema de distribución y de saneamiento del agua se privatice. En consecuencia, la empresa pública se vende a un consorcio privado, en el cual encontramos, como al azar, la SFI, filial del Banco. Cuando la población afectada por la privatización se rebela contra el aumento abusivo de las tarifas y la caída de la calidad de los servicios, y la autoridad pública se enfrenta a la empresa transnacional predadora, la gestión del litigio se confía al CIADI, juez y parte a la vez. Se llega así a una situación tal, en que el Grupo Banco Mundial está presente en todos los niveles: 1) imposición y financiación de la privatización (Banco Mundial); 2) inversión en la empresa privatizada (CFI); 3) garantía de la empresa (AMGI); juicio en caso de litigio (CIADI). Esto es precisamente lo que ocurrió en El Alto, en Bolivia, en 2004-2005. [2]

La colaboración entre el Banco Mundial y el FMI es también esencial para ejercer la presión máxima sobre los poderes públicos. Y para completar el tutelaje de la esfera pública y de las autoridades para avanzar en la generalización del modelo, la colaboración del binomio Banco Mundial/FMI se extiende a la Organización Mundial del Comercio (OMC) desde su nacimiento, en 1995.

Por lo tanto, una diferencia fundamental separa la agenda pública del Consenso de Washington de su versión oculta.

La agenda oculta, la que se aplica en realidad, en cambio, tiene por objetivo la sumisión de la esfera pública y de la privada, de toda la sociedad humana, a la lógica de la búsqueda del máximo beneficio en el marco del capitalismo. La puesta en práctica de esta agenda implica la reproducción de la pobreza (no su reducción) y el aumento de la desigualdad, también un estancamiento, cuando no una degradación, de las condiciones de vida de una gran mayoría de la población mundial, combinada con una concentración cada vez mayor de la riqueza. Así mismo, comporta una prosecución de la degradación de los equilibrios ecológicos, que pone en peligro el futuro de la humanidad.

Una de las muchas paradojas de la agenda oculta es que, en nombre del fin de la dictadura del Estado y de la liberación de las fuerzas del mercado, los gobiernos aliados a las transnacionales utilizan la acción coercitiva de las instituciones públicas multilaterales (Banco Mundial, FMI, OMC) para imponer su modelo a los pueblos.

La ruptura como salida

Esas son las razones por las que hay que romper radicalmente con el Consenso de Washington, y con el modelo aplicado por el Banco Mundial.

Debemos entender que el Consenso no es solamente un mecanismo de poder y un proyecto que se limita al gobierno estadounidense, flanqueado por ese trío infernal. La Comisión Europea, la mayor parte de los gobiernos europeos, y también el gobierno japonés comulgan con el Consenso de Washington y traducen a sus propios idiomas sus proyectos constitucionales y sus programas políticos. La ruptura con el Consenso, si se limita a poner fin al liderazgo de Estados Unidos acompañado del trío Banco Mundial-FMI-OMC, no constituye una alternativa, puesto que las otras grandes potencias están prestas a tomar el relevo para proseguir unos objetivos bastante similares.

Imaginemos por un momento que la Unión Europea suplanta a Estados Unidos en el liderazgo mundial. Eso no mejorará sustancialmente la situación de los pueblos del planeta, porque significa simplemente el reemplazo de un bloque capitalista del Norte (uno de los polos de la Triada) por otro. En cualquier caso, la UE, al igual que el Reino Unido, sigue en general los pasos de Estados Unidos. En cuanto al bloque formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, conocido como los BRICS, ha creado un Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), pero sigue participando activamente en el BM, el FMI y la OMC. Este bloque, aunque en cierto modo compite con el bloque de las potencias occidentales y Japón, persigue una política basada en la promoción del mismo modelo extractivista productivista exportador que el Banco Mundial y el FMI, y en tratados de libre comercio al igual que las potencias del G7. La política de los BRICS no es una alternativa. [3]

Es necesario reemplazar el Consenso de Washington por un consenso de los pueblos fundado en el rechazo al capitalismo. Hay que cuestionar a fondo el concepto de desarrollo estrechamente ligado al modelo productivista. Un modelo que excluye la protección de las culturas y su diversidad; que agota los recursos naturales y degrada de manera irreparable el ambiente; que considera la promoción de los derechos humanos, en el mejor de los casos, como un objetivo a largo plazo (pero a largo plazo estaremos todos muertos); que, en realidad, más bien percibe dicha promoción como un obstáculo para el crecimiento, que considera la igualdad como impedimento, incluso como peligro.

Romper la espiral infernal del endeudamiento

El mejoramiento de las condiciones de vida de los pueblos mediante la deuda pública es un fracaso. El Banco Mundial pretende que para desarrollarse, los PED [4] deben recurrir al endeudamiento externo y atraer la inversión extranjera. Ese endeudamiento sirve principalmente para comprar equipamiento y bienes de consumo a los países más industrializados. Los hechos demuestran, día tras día, desde hace décadas, que eso no conduce al desarrollo.

Según la teoría económica dominante, el desarrollo del Sur está retrasado debido a la insuficiencia de capitales nacionales (insuficiencia del ahorro local). Siempre según esta teoría, los países que pretendan emprender o acelerar su desarrollo tienen que recurrir a los capitales externos utilizando tres vías: primera, endeudamiento exterior; segunda, atraer a los inversores extranjeros; tercera, aumentar las exportaciones para obtener las divisas necesarias para la compra de bienes extranjeros, que permitan proseguir el crecimiento. Mientras que los más pobres deben, también, intentar atraer donaciones comportándose como buenos alumnos de los países desarrollados.

La realidad desmiente esa teoría: son los países en desarrollo los que proveen de capitales a los países más industrializados, [5] en particular, a la economía de Estados Unidos. El Banco Mundial no dice lo contrario en un informe publicado en 2003: «Los países en desarrollo, tomados en conjunto, son prestamistas netos respecto de los países desarrollados.» [6] La situación no ha mejorado en los últimos veinte años, sino todo lo contrario. El informe del Banco Mundial sobre las deudas de los «países en desarrollo» publicado el 13 de diciembre de 2023, [7] da cuenta de una realidad alarmante: en 2022, el conjunto de los países en desarrollo gastaron una suma récord de 443.500 millones de dólares para asegurar el pago de su deuda pública externa. Para ese mismo año 2022, los 75 países de bajos ingresos que tienen acceso a los créditos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), la institución del Banco Mundial que concede créditos a los países más pobres, pagaron a sus acreedores otra suma récord de 88.900 millones de dólares. La deuda externa total de esos 75 países alcanza la escandalosa cifra de 1,1 billones de dólares, o sea más del doble de la alcanzada en 2012. Según un comunicado del Banco Mundial, entre 2012 y 2022, en esos países la deuda externa aumentó un 134%, un porcentaje superior al del aumento de su Producto Nacional Bruto (PNB), que fue del 53 %. Según otro informe del Banco Mundial citado por Financial Times, [8] entre 2019 y 2022, más de 95 millones de nuevas personas cayeron en la extrema pobreza.

Teniendo en cuenta una perspectiva larga, si hacemos un balance de la acción del Banco Mundial y del FMI, entre su creación en 1944 y 2024, podemos constatar el fracaso completo de esas dos instituciones multilaterales, aunque se pensaba que permitirían un sólido desarrollo y un pleno empleo. Encontramos en un importante informe presentado por el FMI en 2023 la confesión de ese fracaso total. En el World Economic Outlook de abril de 2023, el FMI afirma que serán necesarios 130 años para que los países en desarrollo reduzcan a la mitad la brecha que separa sus ingresos por habitante del de los habitantes de países desarrollados. ¡130 años para reducir a la mitad la brecha que separa el ingreso por habitante de los países en desarrollo del de los países ricos! Y eso en un momento en que la humanidad está confrontada en lo inmediato a amenazas, a corto plazo, para su existencia, debido a la crisis ecológica que tomó proporciones extremas. Pero el colmo es que en el World Economic Outlook de abril de 2008, el FMI afirmaba que serían necesarios 80 años para reducir dicha brecha. La conclusión es simple: entre 2008 y 2023, la grieta entre los países en desarrollo y los países desarrollados continuó aumentando, contrariamente a la misión confiada a las instituciones de Bretton Woods y a los supuestos beneficios del capitalismo.

Si los movimientos populares accedieran al gobierno en varios PED y establecieran su propio banco de desarrollo y su propio fondo monetario internacional, podrían evitar el Banco Mundial, el FMI y las instituciones financieras privadas de los países más industrializados.

No es verdad que los PED tengan que recurrir al endeudamiento externo para financiar su desarrollo. En la actualidad, el recurso al empréstito sirve esencialmente para asegurar la continuidad del pago de la deuda. A pesar de la existencia de importantes reservas de divisas, [9] los gobiernos y las clases dominantes locales del Sur no aumentan la inversión y los gastos sociales. Es necesario romper con la visión dominante que ve el endeudamiento como una necesidad absoluta.

Además, no hay que dudar en abolir o repudiar las deudas odiosas o ilegítimas.

Abolir las deudas odiosas

Según la doctrina jurídica de la deuda odiosa cuya teoría desarrolló Alexander Sack en 1927 (Sack, 1927), una deuda es «odiosa» cuando se juntan dos condiciones esenciales:

1.- La ausencia de beneficio para la población: la deuda no fue contraída en nombre del interés del pueblo y del Estado, sino contra su interés y/o por el interés personal de dirigentes y de personas próximas al poder.

2.- La complicidad de los prestamistas: los acreedores sabían (o estaban en condiciones de saber) que los fondos prestados no beneficiaban a la población.

Según esta doctrina, la naturaleza despótica o democrática de un régimen no debe tenerse en cuenta.

El padre de la doctrina de la deuda odiosa, Alexander Sack dice claramente que se pueden atribuir a un gobierno regular deudas odiosas. Según Sack: «una deuda regularmente contraída por un gobierno regular (puede) considerarse como incuestionablemente odiosa…»

Sack definía un gobierno regular de la siguiente manera: «Debemos considerar como gobierno regular el poder supremo que existe efectivamente dentro de los límites de un territorio determinado. Que ese poder sea monárquico (absoluto o limitado) o republicano; que proceda de la «gracia de Dios» o de la «voluntad del pueblo»; que exprese la «voluntad del pueblo» o no, del pueblo entero o solamente de una parte de éste¸ que se haya establecido legalmente o no, etc., todo eso no tiene importancia para el problema que nos ocupa.» [10]

Sack escribió que una deuda puede considerarse odiosa si:

a) «Las necesidades, a causa de las cuales el anterior gobierno había contraído la deuda en cuestión, eran “odiosas” y francamente contrarias a los intereses de la población de todo o parte del antiguo territorio,
b) los acreedores, en el momento de la emisión del préstamo, habían estado al corriente de su destino odioso.»

Y prosigue:

«Establecidos estos dos puntos, correspondería a los acreedores la tarea de probar que los fondos producidos por los citados préstamos habían sido utilizados, de hecho, no para necesidades odiosas, dañinas para la población de todo o de parte del Estado, sino para necesidades generales o especiales de ese Estado, que no ofrezcan un carácter odioso.» [11]

Esta doctrina que fue aplicada varias veces a lo largo de la historia, por diferentes gobiernos, es también útil para denunciar como odiosas las deudas reclamadas por el Banco Mundial y el FMI a los países del Sur y a otros países como Grecia.

Recurrir a préstamos legítimos y financiar el Estado mediante impuestos socialmente justos

Dicho esto, el endeudamiento público no es malo en sí, si se concibe de una manera radicalmente distinta a la del sistema actual.

El empréstito público es totalmente legítimo si sirve a proyectos legítimos y si aquellos que contribuyen al empréstito lo hacen de manera legítima. La deuda pública podría utilizarse para financiar ambiciosos programas de transición ecológica y no para aplicar políticas antisociales, extractivistas y productivistas que favorezcan la competencia entre las naciones.

Efectivamente, las autoridades públicas pueden utilizar los préstamos, por ejemplo, para:

▪ Financiar el cierre total de las centrales térmicas y nucleares.
▪ Reemplazar las energías fósiles por fuentes de energía renovables respetuosas del medio ambiente.
▪ Financiar la conversión de los métodos agrícolas actuales (que contribuyen al cambio climático y utilizan muchos insumos químicos responsables de la disminución de la biodiversidad), y al mismo tiempo, favorecer la producción local de alimentos biológicos para volver a la agricultura compatible con nuestra lucha contra el cambio climático.
▪ Reducir radicalmente los transportes aéreos y por carretera, y desarrollar los transportes colectivos y la utilización del tren.
▪ Financiar un programa ambicioso de vivienda social con poco consumo de energía.
▪ Financiar la investigación médica pública y los gastos de salud pública para hacer frente a los graves problemas de salud que afectan a la humanidad.

Un gobierno popular no dudará en obligar a las grandes empresas (nacionales, extranjeras o multinacionales), así como a las familias más ricas, a contribuir al empréstito, sin obtención de ningún beneficio, es decir con interés nulo y sin compensación en caso de inflación. Al mismo tiempo, las familias de clases populares con ahorros serían invitadas a confiar ese dinero a los poderes públicos para financiar los proyectos legítimos ya citados. Esa financiación voluntaria, por medio del ahorro de las clases populares, estaría remunerada por un interés real positivo, por ejemplo del 4 %. Eso significa que si la inflación anual alcanzara el 3 %, las autoridades públicas pagarían un interés nominal del 7 %, para garantizar un tipo real del 4 %.

Un mecanismo de ese tipo sería perfectamente legítimo ya que permitiría financiar proyectos realmente útiles para la sociedad y contribuiría a reducir la riqueza de los ricos, aumentando, al mismo tiempo, los ingresos de las clases populares.

Hay también otras medidas que deben permitir la financiación legítima del presupuesto del Estado: obtener un crédito del Banco Central con un tipo de interés cero, establecer un impuesto a las grandes fortunas y a los más altos ingresos, implementar multas sobre las empresas responsables del gran fraude fiscal, recuperar los bienes mal adquiridos (en el país y en el extranjero) y las fortunas ilícitas invertidas en el extranjero, reducir radicalmente los gastos militares, acabar con los subsidios a bancos y a grandes empresas, aumentar los impuestos a las empresas extranjeras especialmente en los sectores de las materias primas, etc.

Los pueblos se liberarán por sí mismos

En 2020 durante la pandemia de coronavirus, ningún gobierno, aparte del de Cuba, habló de un cambio profundo de las reglas del juego a favor de los pueblos. Los gobiernos de China, de Rusia y de los principales PED (India, Brasil, Nigeria, Indonesia, Tailandia, México, Argelia, Sudáfrica…) no expresaban ninguna intención de cambiar, en la práctica, la situación mundial en beneficio de los pueblos.

Y, sin embargo, en el plano político, si quisieran, los principales PED podrían constituir un potente movimiento capaz de imponer reformas democráticas fundamentales en todo el sistema multilateral. Podrían adoptar una política radical: repudiar la deuda y aplicar un conjunto de políticas que rompieran con el neoliberalismo.

China tiene el poder económico para tomar la iniciativa de una dirección realmente alternativa a la del Banco Mundial, el FMI y los grandes países imperialistas, pero no actúa en esa dirección. [12] La retórica de la solidaridad Sur-Sur se contradice con la realidad de la política china de las últimas décadas. Hoy es lo contrario de lo que ocurrió en los años cincuenta y sesenta, en la época de Mao Zedong, Zhou Enlai, el movimiento de los no alineados y la conferencia de Bandung en Indonesia. Era una época en la que el gobierno chino apoyaba una orientación opuesta al sistema capitalista y al imperialismo, y criticaba duramente la estrategia de coexistencia pacífica de Moscú. De eso hace ya mucho tiempo y se abandonó la perspectiva de promover una revolución anticapitalista y antiimperialista.

Una aplastante mayoría de dirigentes actuales de los PED está totalmente atrapada en el modelo neoliberal. En la mayoría de los casos, esos dirigentes están completamente ligados a los intereses de las clases dominantes que no ofrecen ninguna perspectiva de alejamiento real (sin siquiera hablar de ruptura) con relación a las políticas seguidas por las grandes potencias industriales, de las cuales, en la actualidad, China forma parte.

Una gran parte de los capitalistas del Sur se limitan a un comportamiento de rentistas, y cuando ese no es el caso, buscan, como máximo, ganar partes del mercado, explotando al máximo tanto al pueblo trabajador como a la naturaleza. Es el caso de los capitalistas brasileños, surcoreanos, chinos, rusos, sudafricanos, indios… que piden a sus gobiernos obtener de los países más industrializados concesiones en el marco de negociaciones comerciales bilaterales o multilaterales. Además, la competitividad y los conflictos entre los gobiernos de los PED, entre los capitalistas del Sur, son reales y pueden exacerbarse. La agresividad comercial de los capitalistas de China, Rusia, Brasil con respeto a sus competidores del Sur provoca divisiones tenaces. No obstante, se produce un entendimiento (entre ellos y entre el Sur y el Norte) para imponer a las trabajadoras y los trabajadores de sus países un deterioro de las condiciones de trabajo bajo pretexto de aumentar al máximo su competitividad.

Pero más temprano o más tarde, los pueblos se liberarán de la esclavitud de la deuda y de la opresión ejercida por las clases dominantes del Norte y del Sur. Obtendrán por su lucha el establecimiento de políticas que redistribuyan las riquezas y que acaben con el modelo productivista destructor de la naturaleza. Los poderes públicos estarán obligados a dar prioridad absoluta a la satisfacción de los derechos humanos fundamentales.

Salir del ciclo infernal del endeudamiento sin caer en una política de caridad

Necesitamos, ante todo, una gestión alternativa: es imprescindible salir del círculo infernal del endeudamiento sin caer en una política de caridad, que tiene por fin perpetuar un sistema mundial dominado completamente por el capital y por algunas grandes potencias y sociedades transnacionales. Se tendría que establecer un sistema internacional de redistribución de los ingresos y de las riquezas con el fin de reparar el saqueo multisecular a los que fueron sometidos, y son todavía sometidos, los pueblos de la periferia. Esas reparaciones, bajo forma de donaciones, no han de conceder ningún derecho de injerencia de los países más industrializados en los asuntos de los pueblos indemnizados. En el Sur, habría que inventar mecanismos de decisión sobre el destino de los fondos y del control sobre su utilización en manos de las poblaciones y de las correspondientes autoridades públicas. Todo eso abre un amplio campo de reflexión y de experimentación.

Nos tendríamos que inspirar en los propósitos mantenidos por Ernesto Che Guevara durante la conferencia de Argel, en febrero de 1965, [13] sobre el tipo de relaciones que se deberían establecer entre los países en desarrollo, los desarrollados imperialistas y los países, en teoría, socialistas de la época. La conferencia, que se celebró en Argel, reunió a representantes de 63 gobiernos africanos y asiáticos, así como 19 movimientos de liberación nacional. La reunión fue inaugurada por el presidente argelino Ahmed Ben Bella. Cuba fue invitada como observador en la conferencia y Ernesto Che Guevara, que representaba al gobierno cubano (en el que era ministro de Industria), formó parte del comité de presidencia. Che Guevara afirmó que entre los países que deberían ser hermanos y solidarios, no se tendrían que aplicar los precios del mercado mundial capitalista. Y declaró: «¿Cómo podemos hablar de “beneficio mutuo” la venta a precios del mercado mundial de productos que cuestan a los países subdesarrollados esfuerzos y sufrimiento sin límites y a la compra a precios del mercado mundial de las máquinas producidas en las grandes fábricas automatizadas que existe ahora? Si establecemos este tipo de relación entre los dos grupos de naciones, debemos convenir que los países socialistas son, en cierta medida, cómplices de la explotación imperialista.» Che Guevara se refería principalmente al bloque de países dirigidos por Moscú.
Durante esta Conferencia, Che Guevara pidió, especialmente, la anulación de las deudas y la concesión de donaciones en lugar de préstamos. Declaró: «Podríamos comenzar una nueva etapa de la lucha contra el imperialismo: podríamos iniciar una nueva etapa de una verdadera división internacional del Trabajo, basada no en la historia de lo que se ha hecho hasta el presente, sino, más bien, en la historia futura de lo que se pueda hacer. Los Estados cuyos territorios recibirán las nuevas inversiones tendrían sobre ellas todos los derechos inherentes a la propiedad soberana sin ninguna obligación de pago o de créditos.» Guevara también afirmó: «El comercio exterior no debe determinar la política, pero, por el contrario, debe estar subordinado a una política fraterna hacia los pueblos.»

«Los Estados cuyos territorios recibirán las nuevas inversiones tendrían sobre ellas todos los derechos inherentes a la propiedad soberana sin ninguna obligación de pago o de créditos.» Extracto del discurso de Che Guevara en Argel, en febrero de 1965

Una última cita del discurso del Che Guevara en Argel: «Es necesario conseguir el establecimiento de nuevas relaciones, sobre un pie de igualdad, entre nuestros países y los países capitalistas, estableciendo una jurisprudencia revolucionaria para protegernos en caso de conflicto y para dar un nuevo sentido a las relaciones entre nosotros y el resto del mundo. Hablamos un lenguaje revolucionario y luchamos honestamente por la victoria de nuestra causa. Pero, a menudo, nos enredamos en las redes de un derecho internacional creado como consecuencia de los enfrentamientos entre las potencias imperialistas, y no por la lucha de los pueblos. Por ejemplo, nuestros pueblos sufren la dolorosa presión de las bases extranjeras establecidas en nuestros territorios, o bien deben soportar el excesivo peso de una deuda exterior masiva. La historia de esas vueltas hacia atrás es bien conocida por todos nosotros. Gobiernos fantoches, gobiernos debilitados por largas luchas de liberación o por el funcionamiento de las leyes del mercado capitalista, autorizaron tratados que amenazan nuestra estabilidad y ponen en peligro nuestro porvenir. Llegó el momento de sacudir ese yugo, de forzar la renegociación de las deudas exteriores opresivas y de obligar a los imperialistas a abandonar sus bases de agresión».

Nuevamente, sus propuestas deberían ponerse en el orden del día de los pueblos del mundo.

Un año antes del discurso de Argel, en marzo de 1964, en la conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo mantenida en Ginebra, el Che Guevara había, también, hecho declaraciones que mantienen completamente su valor. He aquí un extracto:

«Es inconcebible que los países subdesarrollados (…) que, por el sangrado permanente del pago de intereses, reembolsaron cien veces el valor de las inversiones imperialistas, deban hacer frente a la carga cada vez más pesada del endeudamiento y de su reembolso, mientras que sus exigencias más justas son ignoradas.
La delegación de Cuba propone que sean suspendidos todos los pagos de dividendos, los pagos de intereses y el reembolso (…)» [14]

Sesenta años después de que se pronunciara en Ginebra, el discurso del Che Guevara sigue siendo de gran actualidad.

Deshacernos del Banco Mundial y del FMI, y reemplazarlos por otras instituciones multilaterales

La movilización de agricultores y de pescadores de Gujarat (oeste de la India), víctimas de los efectos ambientales y sociales de una central de carbón financiada por la Corporación Financiera Internacional (CFI), encargada dentro del Grupo Banco Mundial de la financiación de empresas privadas, consiguió una sentencia importante de la Corte Suprema de Estados Unidos, el 27 de febrero de 2019. Los jueces decidieron que la Corporación Financiera Internacional (CFI) no podía reclamar la inmunidad de las organizaciones internacionales cuando se financian actividades comerciales. Eso muestra que la acción popular puede dar resultados positivos. [15]

Hay que ir más lejos y deshacernos del Banco Mundial y del FMI para reemplazarlos por otras instituciones mundiales caracterizadas por un funcionamiento democrático. El nuevo Banco Mundial y el nuevo Fondo Monetario Internacional, cualquiera sea su nuevo nombre, deben tener misiones radicalmente diferentes a las actuales: deben garantizar la satisfacción de los tratados internacionales sobre los derechos humanos (políticos, civiles, sociales, económicos y culturales) en el ámbito del crédito internacional y de las relaciones monetarias internacionales. Esas nuevas instituciones mundiales deben formar parte de un sistema institucional mundial promovido por unas Naciones Unidas radicalmente reformadas.

Es esencial y prioritario que los países en desarrollo se asocien para constituir lo antes posible entidades regionales dotadas de un Banco común y de un Fondo monetario común. Durante la crisis del Sudeste asiático y de Corea de 1997 a 1998, los países afectados habían pensado en la constitución de un Fondo Monetario Asiático. La discusión fue abortada por la intervención de Washington. La falta de voluntad de los gobiernos hizo el resto. En Sudamérica, bajo el impulso del gobierno de Hugo Chávez, se establecieron los fundamentos de un Banco del Sur en 2008, pero finalmente no se llegó a nada. [16] En 2007-2009, el gobierno ecuatoriano afrontó a sus acreedores y obtuvo una victoria, pero los otros gobernantes de izquierda de la región no le siguieron.

Con la epidemia de la Covid-19, uno se da cuenta de que el Banco Mundial y el FMI contribuyeron a degradar los sistemas de salud

En 2020, la crisis sanitaria mundial provocada por el coronavirus mostró hasta qué punto las políticas dictadas por el dúo Banco Mundial/FMI y aplicadas por los gobiernos degradaron los servicios públicos de salud y dejaron que la epidemia hiciera estragos. Sin embargo, si los gobiernes hubieran dado la espalda al Consenso de Washington y al neoliberalismo, podrían haber reforzado los instrumentos esenciales de una buena política de salud pública tanto por el personal empleado, como por las infraestructuras, los stocks de medicamentos, los equipamientos, la investigación, la producción de medicamentos y de tratamientos, como también por la cobertura sanitaria de la población. Evidentemente, la crisis del coronavirus no hubiera alcanzado las enormes proporciones que alcanzó.

Efectivamente, si los gobiernos hubieran roto con la lógica de austeridad del Banco Mundial y del FMI, un aumento radical de inversiones en salud pública habría tenido también efectos muy importantes para combatir otras enfermedades, que golpean sobre todo a los países del Sur global.

Según un informe sobre la malaria (o paludismo) en el mundo, publicado en diciembre de 2019, 228 millones de casos fueron detectados en 2018 y se calculó en 405.000 el número de decesos debidos a esa enfermedad. En 2018, 10 millones de personas contrajeron la tuberculosis y 1,5 millones murieron de la misma, entre los cuales 251.000 portadores de VIH. Estas enfermedades podrían ser combatidas con éxito si los gobiernos dedicaran para ello los recursos suficientes.

Otras medidas complementarias permitirían combatir también la malnutrición infantil y el hambre que destruyen la vida cotidiana de uno de cada 10 seres humanos, o sea, más de 800 millones de habitantes del planeta. Cerca de 2,5 millones de niños mueren cada año en el mundo, directamente por desnutrición, o por enfermedades ligadas a su débil inmunidad debido a la subalimentación.

Así mismo, si se realizaran inversiones para aumentar masivamente el aprovisionamiento de agua potable y de la evacuación/saneamiento de las aguas residuales, también se podría lograr una reducción radical de las muertes por enfermedades diarreicas, que llegan a ser más de 430.000 por año (Fuente: OMS 2019).

Aunque sería necesario abolir las deudas ilegítimas reclamadas a los pueblos, el Banco Mundial, el FMI y la mayoría de los gobernantes solo hablan de moratorias de pago y proponen nuevas fórmulas de endeudamiento masivo. La Covid-19 ha sido utilizada para reforzar ese nuevo ciclo, con condiciones que acentúan la austeridad y afectan el bienestar de las generaciones futuras.

Suspensión inmediata del pago de las deudas públicas. Al mismo tiempo realización de una auditoría con participación ciudadana para conocer la parte ilegítima de la deuda y poder anularla

La suspensión inmediata del pago de las deudas públicas debe hacerse junto a una auditoría con participación ciudadana con el fin de identificar la parte ilegítima y anularla.

Una cosa debe quedar clara: si se busca la emancipación de los pueblos y la plena satisfacción de los derechos humanos, las nuevas instituciones financieras y monetarias, tanto regionales como mundiales, deben estar al servicio de un proyecto de sociedad en ruptura con el neoliberalismo, el extractivismo y el productivismo, es decir con el capitalismo. Es necesario contribuir, tanto como sea posible, a que un nuevo y potente movimiento social y político sea capaz de ayudar a la convergencia de las luchas sociales y de contribuir a la elaboración de un programa de ruptura con el capitalismo, priorizando soluciones anticapitalistas, antirracistas, ecologistas, feministas, internacionalistas y socialistas.

Es fundamental actuar:

— para lograr la socialización de los bancos con expropiación a los grandes accionistas,
— para la suspensión del pago de la deuda pública dando tiempo a la realización de una auditoría, con participación ciudadana, con el fin de repudiar la parte ilegítima de la deuda,
— por un impuesto de crisis muy elevado para los más ricos, por la anulación de las deudas reclamadas de manera ilegítima a las clases populares (deudas estudiantiles, deudas hipotecarias abusivas, microcréditos abusivos…),
— por el cierre de las bolsas de valores que son lugares de especulación,
— por la reducción radical del tiempo de trabajo (con mantenimiento del salario) con el fin de crear un gran número de empleos socialmente útiles,
— por el aumento radical de los gastos públicos de salud y educación,
— por la socialización de las empresas farmacéuticas y del sector de la energía,
— por la relocalización del máximo posible de producción y el desarrollo de circuitos cortos y por toda una serie de otras demandas

Notas

[1] El Banco Mundial concedió préstamos a Portugal hasta el año 1967.

[2] Éric Toussaint, “El ABC del Banco Mundial 2.0”, CADTM, publicado el 13 de noviembre 2024, https://www.cadtm.org/El-ABC-del-Banco-Mundial-2-0” (consultado el 20/11/2024).

[3] Éric Toussaint «¿Ofrecen los BRICS y su Nuevo Banco de Desarrollo alternativas al Banco Mundial, al FMI y a las políticas promovidas por las potencias imperialistas tradicionales?» 22 de abril de 2024, https://www.cadtm.org/Ofrecen-los-BRICS-y-su-Nuevo-Banco-de-Desarrollo-alternativas-al-Banco-Mundial; Éric Toussaint, “La cumbre de los BRICS en Rusia no ofreció ninguna alternativa”, 28 de octubre 2024, https://www.cadtm.org/La-cumbre-de-los-BRICS-en-Rusia-no-ofrecio-ninguna-alternativa (consultados el 11 de noviembre de 2024

[4] El vocabulario para designar a los países a los que el Banco Mundial destinaba sus préstamos de desarrollo evolucionó a lo largo de los años: al principio se utilizaba la expresión «países atrasados», luego se pasó a «países subdesarrollados» para llegar a la expresión actual de «países en desarrollo», que algunos llaman «países emergentes».

[5] Milan Rivié, «Flujos financieros ilícitos: África como principal acreedor del mundo», publicado el 6 de noviembre de 2020, https://www.cadtm.org/Flujos-financieros-ilicitos-Africa-como-principal-acreedor-del-mundo (consultado el 11 de noviembre de 2024).

[6] « Developping countries, in aggregate, were net lenders to developed countries.” (World Bank, Global Development Finance 2003, p. 13). En la edición 2005 del Global Development Finance, p. 56, el Banco escribió: «Los países en desarrollo ahora son exportadores de capitales hacia el resto del mundo. » (« Developping countries are now capital exporters to the rest of the world.” World Bank, GDF 2005, p. 56).

[7] Banco mundial, “Los países en desarrollo pagaron una cifra récord de USD 443 500 millones en deuda pública en 2022 », 13 de diciembre de 2023,
https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2023/12/13/developing-countries-pAIF-record-443-5-billion-on-public-debt-in-2022
El informe completo está disponible en:
https://www.worldbank.org/en/programs/debt-statistics/idr/products (consultados el 11/11/ 2024).

[8] Martin Wolf, “The global economy holds up yet limps on”, Financial Times, 11 de octubre de 2023.

[9] Las reservas de cambio son haberes en divisas extranjeras y en oro conservadas por un banco central. Pueden estar también bajo la forma de bonos y obligaciones del Tesoro de Estados extranjeros, en particular bonos del Tesoro de Estados Unidos.

[10] Alexander N. Sack, Les effets des transformations des États sur leurs dettes publiques et autres obligations financières : traité juridique et financier, Recueil Sirey, Paris, 1927. Se puede consultar el documento casi completo (en francés), en descarga libre en la página web del CADTM:
http://cadtm.org/IMG/pdf/Alexander_Sack_DETTE_ODIEUSE.pdf (consultado el 11/11/ 2024).

[11] Éric Toussaint, « La deuda odiosa según Alexandre Sack y según el CADTM », CADTM, publicado el 26 de noviembre de 2016, https://www.cadtm.org/La-deuda-odiosa-según-Alexander, (consultado el 11/11/ 2024).

[12] Éric Toussaint, “Preguntas y respuestas sobre China como potencia acreedora de primer orden”, CADTM, 21 noviembre 2024, https://www.cadtm.org/Preguntas-y-respuestas-sobre-China-como-una-potencia-acreedora-de-primer-orden (consultado el 27/11/ 2024).

[13] Ernesto Che Guevara, «Discurso de Argel, 26 de febrero de 1965» en https://www.marxists.org/espanol/guevara/escritos/op/libros/presente/23.htmhttps://www.archivochile.com/America_latina/Doc_paises_al/Cuba/Escritos_del_Che/escritosdelche0077.pdf (fragmentos del discurso) (consultado el 20/11/2024).

[14] Ernesto Che Guevara, extractos del discurso pronunciado en Ginebra el 25 de marzo de 1964: la posición de Cuba en la Conferencia Mundial sobre el Comercio y el Desarrollo (publicado en Cuba Socialista nº 33, mayo de 1964.Consultar en https://www.archivochile.com/America_latina/Doc_paises_al/Cuba/Escritos_del_Che/escritosdelche0061.pdf (consultado el 20/11/2024).

[15] Véase Sushovan Dhar, “Una sentencia de la Corte Suprema de Estados Unidos desafía la inmunidad indiscutible del Banco Mundial”, octubre de 2019, https://www.cadtm.org/Una-sentencia-del-Tribunal-Supremo-de-los-Estados-Unidos-desafia-la-inmunidad (consultado el 11/11/2024).

[16] Éric Toussaint, «La experiencia interrumpida del Banco del Sur en América Latina y lo que podría haberse implementado como políticas alternativas a nivel del continente», 13 de mayo de 2024, https://www.cadtm.org/La-experiencia-interrumpida-del-Banco-del-Sur-en-America-Latina-y-lo-que-podria (consultado el 11/11/2024).

Eric Toussaint 

doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París VIII, es el portavoz del CADTM internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia. Coordinó los trabajos de la Comisión de la Verdad Sobre la Deuda, creada por la presidente del Parlamento griego. Esta comisión funcionó, con el auspicio del Parlamento, entre abril y octubre de 2015. El nuevo presidente del Parlamento griego anunció su disolución el 12 de noviembre de 2015. Ha sido miembro de la Comisión de Auditoria Integral del Crédito (CAIC) del Ecuador en 2007-2011. Su último libro es «Banco Mundial. Una historia crítica», El Viejo Topo, 2022Fuente:

https://www.cadtm.org/Ante-el-patente-fracaso-del-Banco-Mundial-FMI-aplicar-una-politica-alternativa

Ante el patente fracaso del Banco Mundial/FMI, aplicar una política alternativa – Eric Toussaint | Sin Permiso


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