Paco Campos •  Opinión •  10/04/2017

Las prácticas cotidianas

Nuestra certeza conductista es el resultado de nuestras prácticas cotidianas, y la trama consistente en las relaciones individuales –que no son otra cosa que la plasmación de nuestra subjetividad en la subjetividad de los demás- que conforman la pluralidad. En muchas ocasiones esa pluralidad se da de bruces con el discurso, el relato o la unidad de las formas, y entonces hay un contraste que suele denunciarse desde la posición del ‘conocimiento genuino’. Hace poco, algunos diputados y la propia Presidenta del Congreso, reclamaban, con una especie de grito en el cielo, la debida compostura. Valga este ejemplo para otras contextualizaciones. Pero que valga también para extraer consecuencias prácticas, válidas y plurales. Que valga para no confundir la Cámara con un cuartel.

Hay otros momentos, como dice Habermas, en los que hemos de tomar decisiones frente a incertidumbres de carácter existencial como la enfermedad, la edad provecta o la muerte; a pesar de las dudas que podemos albergar, siempre resolvemos hacia aquello que supone seguridad en el conocimiento, y sin saberlo del todo apelamos a los mundos resueltos desde el discurso unificado, olvidándonos de la diversidad y de lo relativo -> es cuando hay que decidir más de acuerdo con ‘lo otro’ que con nosotros mismos. También hay aquí ejemplos de la vida política. Ante la diversidad se ha dicho que a la hora de la verdad nos inclinamos por lo serio y lo responsable. La demagogia no tiene límites.

No hay límites cuando se identifica la diversidad o la pluralidad con el peligro o la provisionalidad, cuando se habla de la diferencia en términos de folklore, ingenuidad, infantilismo e incluso de romanticismo universitario. Y es que la diferencia cuando invade el territorio acotado por el Ruedo Ibérico hace saltar todas las alarmas del conservadurismo, la intransigencia, los sables y los báculos.


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