Frente al rearme, paz y seguridad compartida
Tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022, tanto Estados Unidos como Europa comenzaron una nueva escalada armamentística. En vez de buscar un alto el fuego y abrir negociaciones con Moscú para detener la guerra, se apostó por crear más bases militares, más soldados, más armas y colocarlas cada vez más cerca de la frontera rusa, argumentando que era la única forma de frenar a Putin y sus ansias, según la propaganda otanista, de invadir más países.
Tres años después, los mismos que aplauden y arman a Israel en su aniquilamiento sistemático de todo hombre, mujer y niño palestino, enarbolan la bandera del enemigo ruso para que renunciemos a nuestros derechos y llenemos las arcas de las empresas armamentísticas, que son las únicas que ganan con la guerra y con el plan ‘ReArm Europe’ que nos venden desde Bruselas, Madrid e, incluso, desde el propio territorio navarro.
Un proyecto de rearme impulsado por una élite que, ajena al sentir popular, parece luchar encarnizadamente para que la contienda se mantenga viva y se extienda a otros territorios del este europeo. Evidentemente, ni sus nombres ni los de sus familiares aparecen ni aparecerán entre los más de mil personas que, se calcula, mueren actualmente cada día en la guerra.
Y aunque apenas mencionen esa cantidad de hombres y mujeres que pierden la vida en el conflicto, no tienen reparos en concretar la cifra del dinero que pagaremos los trabajadores europeos para financiar su plan: hasta 800.000 millones de euros para un aumento masivo del gasto en Defensa.
Eso sí, la misma Comisión Europea que no deja endeudarse a los gobiernos en épocas de crisis para mejorar las condiciones de vida de su ciudadanía, ya ha anunciado que las inversiones en gasto militar estarán fuera del techo de gasto, no computarán como deuda pública y que, incluso, se financiarán desde la UE. Ninguna sorpresa: sí al rescate de bancos, sí al rescate de empresas armamentísticas, no al rescate de las personas.
Tampoco seamos ingenuos, el incremento en el gasto militar no empezó con la guerra en Ucrania, ya que viene dándose durante las últimas décadas. Así, España ha pasado de utilizar el 1,25% de su Producto Interior Bruto en 2014, al 1,52% en 2024. Y ahora ya no les vale subirlo hasta el 2% o el 3%, ahora el objetivo es que el Estado se gaste el 5% de todo su dinero. O eso, o Estados Unidos cierra el grifo a la OTAN.
Para darnos cuenta de la locura que supondría este incremento hasta el 5% del PIB para presupuesto militar, un pequeño ejemplo: España dedicaría más a Defensa que lo que ahora gasta en Educación, y ocho veces que lo que dedica a vivienda. Unos números totalmente inviables y que, objetivamente, arrastrarían a la pobreza a las clases medias y populares.
Por desgracia, tan sabedores se creen de su victoria que no se esconden: ahí tenemos a Ursula von der Leyen o a Mark Rutte, secretario general de la OTAN, exigiendo sacrificios a la población europea para sostener ese aumento del gasto en Defensa. Aprovechando la deriva del régimen de Donald Trump van a por todas. La guerra que lanzan no es contra Rusia o China, sino contra el conjunto de la clase trabajadora, a quien condena a morir bajo las bombas o a vivir con permanentes recortes de sus condiciones de vida para salvaguardar el beneficio de la industria armamentística y las políticas imperialistas.
Como la historia nos ha enseñado, toda deriva armamentista y belicista es solo la antesala de nuevas guerras. Pero es que, además, la actual constituye un verdadero ataque contra la inversión social absolutamente insuficiente en nuestro país y en el conjunto de la Unión Europea. Es evidente que, de no parar este disparate, las armas convertidas en elemento prioritario arrinconarán las necesidades presupuestarias en vivienda, sanidad, educación o atención a nuestros mayores.
Es hora de decir alto y claro que la seguridad de los y las europeas no pasa ni por gastar más dinero en armas, ni por enviar a sus trabajadores a morir a las trincheras. Pero tampoco por construir drones u otro material militar en nuestras fábricas, ya que los pocos o muchos puestos laborales que se puedan crear con la fabricación de piezas bélicas no justifican en ningún caso las muertes que generarán. El futuro de nuestra industria pasa por el progreso, no por las guerras. Y eso lo deberíamos tener claro también los y las trabajadoras.
Es hora, también, de cerrar las Bardenas a la OTAN, a sus aviones y tanques, de recuperar su soberanía para los navarros y las navarras, de construir en paz el futuro de ese espacio natural que deberíamos proteger para futuras generaciones.
En definitiva, es la hora del diálogo, del alto el fuego, de la paz y del desarme. Éste es la única hoja de ruta, el único ‘kit de supervivencia’ que nos garantiza la seguridad y el progreso a los pueblos del mundo.
Con la OTAN puesta en duda ante la nueva estrategia estadounidense, éste es el mejor momento de plantar cara a Trump, de salirse de la Alianza Atlántica y de crear un espacio propio de seguridad europeo. Una nueva estructura que, evidentemente, necesitará personal e infraestructuras, pero que deberá surgir sobre la base de un concepto de solidaridad y seguridad compartida, porque la seguridad de un territorio se construye también con la de sus países vecinos. Hagámoslo, todavía estamos a tiempo.
*Isabel Burbano y Eduardo Mayordomo (militantes del PCE-EPK en Navarra).