Vijay Prashad •  Opinión •  11/06/2024

Los trabajadores migrantes enriquecen al mundo

Los trabajadores migrantes enriquecen al mundo

Cada año, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) publica su Informe sobre las migraciones en el mundo. La mayoría de estos informes son anodinos, señalando un aumento secular de la migración durante el neoliberalismo. A medida que los estados de las zonas más pobres del mundo se veían asaltados por el Consenso de Washington, y que el empleo se volvía cada vez más precario, cada vez más personas se lanzaban a la carretera para encontrar un modo de mantener a sus familias. Por eso en 2000 la OIM publicó su primer Informe sobre las migraciones en el mundo, donde escribió que “hay más migrantes que nunca en el mundo”, fue entre 1985 y 1990 cuando la tasa de crecimiento de la migración mundial (2.59 por ciento) superó la tasa de crecimiento de la población mundial (1.7).

El ataque neoliberal al gasto público en los países más pobres fue un motor clave de la migración internacional. Ya en 1990 había quedado claro que se habían convertido en fuerza esencial para proporcionar divisas a sus países mediante el aumento de las remesas a sus familias. En 2015, las remesas triplicaron el volumen de la ayuda oficial al desarrollo (AOD) y de la inversión extranjera directa (IED). La AOD es el dinero de ayuda que aportan los estados, mientras la IED es el caudal que aportan las empresas privadas. En México y Filipinas las remesas de los migrantes evitaron la quiebra del Estado.

El informe de este año señala que hay unos “281 millones de personas” en movimiento, 3.6 por ciento de la población mundial. Es el triple de los 84 millones que se desplazaban en 1970, y mucho más que los 153 millones de 1990. “Las tendencias mundiales apuntan a un aumento de la migración en el futuro”, señala la OIM, que puede atribuirse a tres factores: la guerra, la precariedad económica y el cambio climático.

Las guerras no son sólo el resultado de desacuerdos (ya que muchos de estos problemas pueden resolverse si se permite que prevalezca la calma). Los conflictos se exacerban hasta convertirse en guerras debido a la inmensa escala del comercio de armas y a las presiones de los comerciantes de la muerte para que renuncien a la paz y utilicen armamento cada vez más caro para resolver las disputas. El gasto militar global asciende hoy a casi 3 billones de dólares, de los cuales tres cuartas partes corresponden a los países del norte global. Mientras, en 2022 las empresas armamentísticas obtuvieron unos 600 mil millones de dólares en beneficios. En segundo lugar, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que 58 por ciento de la mano de obra mundial –2 mil millones de personas– trabaja en el sector informal. Laboran con una protección social mínima y casi sin derechos. Los datos sobre desempleo juvenil y precariedad juvenil son asombrosos, y las cifras indias, espeluznantes. Muchos de los migrantes de África occidental que intentan la peligrosa travesía del Sahara y el mar Mediterráneo huyen de las altas tasas de precariedad, subempleo y desempleo de la región. Un informe de 2018 del Grupo del Banco Africano de Desarrollo muestra que, debido al ataque a la agricultura mundial, los campesinos se han trasladado a las ciudades a servicios informales de baja productividad, desde donde deciden marcharse por el señuelo de mayores ingresos en occidente.

En tercer lugar, cada vez más gente enfrenta los efectos de la catástrofe climática. En 2015, en la reunión de París sobre el clima, los gobiernos acordaron crear un Grupo de Trabajo sobre Migración Climática; en 2018, el Pacto Mundial de la ONU acordó que las personas que se desplazan por motivos de degradación climática deben ser protegidas. Sin embargo, el concepto de “refugiados climáticos” aún no está establecido. En 2021, el Banco Mundial calculó que en 2050 habrá al menos 216 millones de refugiados climáticos.

Riqueza. El nuevo informe de la OIM señala que estos migrantes envían a casa cantidades cada vez mayores de dinero para ayudar a sus familias, cada vez más desesperadas. “El dinero que envían a casa”, señala la OIM, “aumentó 650 [por ciento] entre 2000 y 2022, pasando de 128 mil millones de dólares a 831 mil millones”. Según analistas, la mayoría de estas remesas en el periodo reciente van a parar a países de renta baja y media. De los 831 mil millones de dólares, por ejemplo, 647 mil millones se destinan a las naciones más pobres. Para la mayoría de estos países, las remesas superan con creces la IED y la AOD juntas y constituyen una parte significativa del producto interior bruto (PIB).

Estudios del Banco Mundial muestran dos cosas importantes sobre las remesas. En primer lugar, éstas se distribuyen de forma más equitativa entre las naciones más pobres. Las transacciones de IED suelen favorecer a las economías más grandes del sur global, y se dirigen a sectores que no siempre van a proporcionar empleo o ingresos a los sectores más pobres de la población. En segundo lugar, las encuestas de hogares muestran que las remesas contribuyen a reducir considerablemente la pobreza en los países de renta media y baja. Países como México y Filipinas ven aumentar drásticamente sus tasas de pobreza cuando disminuyen las remesas.

El trato que reciben estos migrantes, cruciales para reducir la pobreza y crear riqueza en la sociedad, es indignante. Son tratados como criminales, abandonados por sus propios países que prefieren gastar vulgares cantidades de dinero para atraer inversiones de mucho menor impacto a través de multinacionales. Los datos demuestran que es necesario un cambio de perspectiva de clase respecto de la inversión.

Si los migrantes del mundo –281 millones– vivieran en un solo territorio, formarían el cuarto país más grande del mundo después de India y China (mil 400 millones cada uno) y Estados Unidos (339 millones). Sin embargo, los inmigrantes reciben poca protección social y escaso respeto (una nueva publicación del Foro Zetkin de Investigación Social muestra, por ejemplo, cómo Europa los criminaliza). En muchos casos, sus salarios se suprimen debido a su falta de documentación, y sus remesas están gravadas por los servicios de transferencias internacionales (PayPal, Western Union y Moneygram), que cobran elevadas comisiones tanto al remitente como al destinatario. Por ahora, sólo existen pequeñas iniciativas políticas que apoyan a los inmigrantes, pero ninguna plataforma que aglutine estos números en una fuerza política poderosa.

Fuente: La Jornada


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