Alvaeno •  Opinión •  12/01/2018

Es hora de desaparecer

Buscamos desesperadamente el reconocimiento del otro, de los otros, por la necesidad de sentir que existimos, que somos, pero no nos damos cuenta de que nos han hecho desaparecer, sí, hemos  sido desaparecidos para ser ubicados en ese laberinto tan bien diseñado para nosotros, el laberinto de las redes sociales, en las que buscamos un “me gusta” cada mañana como si éste fuera el pan nuestro de cada día, ese pan nuestro que ha matado en nombre de un dios “misericordioso” millones de seres, sí, y ahora con la necesidad intrínseca en nosotros de transcender buscamos a través de las redes la transcendencia, el ser sin darnos cuenta que ya no somos, que somos como peces ingenuos que caen en la gran red de los grandes pescadores, esos genios que han inventado un mundo virtual, una realidad virtual para robarnos el mundo, la verdadera realidad, para despojarnos de la esencia.

Nos han vaciado de contenido y somos como almas de cántaro, huecos, vacíos, seres anodinos que buscan con desesperación el “me gusta” del día con la ingenua ilusión de que esto nos hace ser, nos hace estar, pero ni somos ni estamos porque nos robaron la esencia de las calles, de los bares, del contacto de la mirada, de un apretón de manos, de un abrazo, de la calidez de las palabras dichas al calor de un café en una tarde de frío en el bar de siempre, aquel bar de la esquina, que cerraron porque ya no había clientes, porque ya no hay contertulios ni sobremesas en las que intercambiar ideas, pasiones, ilusiones, aquellas verdaderas y auténticas, aquellas que volaron como golondrinas, pero para nunca volver, y no, no volverán aquellas oscuras golondrinas de nuestros balcones sus nidos a colgar, colgaremos en nuestros muros fotos de ellas, de todo cuanto nos rodea con el simple convencimiento de querer compartir ese momento, con la idea de que un “me gusta” es la única forma de sentirnos vivos.

Nos han atomizado, nos han hecho creer que ser individualistas es lo mejor para crecer, y nos colocaron en un nicho aislado poniendo en nuestras manos un aparato con el que comunicarnos con el mundo, ese mundo irreal que llamamos virtual, nos resguardamos en las trincheras de las redes sociales, sometidos, solitarios, gritando con fotos y palabras que compartimos y las que lanzamos a ese universo con el deseo interno de encontrar un “me gusta”, allí al otro lado, con la ilusión y la esperanza con la que un náufrago mete un mensaje en una botella lanzándola al mar para que vengan a rescatarlo.

Nada podrá ya rescatarnos porque hemos caído en la gran red, hemos sido condenados a vivir en el laberinto sin salida de las redes sociales. Desaparecer para encontrar la puerta de ese laberinto, ser, salir a la calle y sentir lo que la vida real nos muestra cada día, sin que de ella esperemos un “me gusta”, ni de la vida, ni de esa mirada con la que intercambiamos furtivos deseos, porque las miradas hablan por sí mismas, porque las palabras dicen todo lo que necesitamos, sí, las miradas que ya no vemos, y que no nos ven, las palabras que ya no escuchamos, y que no nos dicen, porque el artefacto que han colocado en nuestras manos se ha convertido en nuestros ojos, en nuestras bocas,  en nuestros brazos, en nuestras piernas, en nuestros corazones y lanzados a la búsqueda de esa foto, de esa noticia para compartir, con la idea, perentoria, de un “me gusta”, que significa para nosotros existir, dejamos de ver el mundo, dejamos de ver al otro, de hablarle, de escucharle, y eso es como dejar de ser nosotros, de vernos, de escucharnos, de escuchar, de existir, de compartir un apretón de manos, un abrazo, una mirada cómplice, un beso, unas palabras que nos dignifican como seres humanos.

Es hora de desaparecer, de no ser, de no estar, de buscar la salida de este laberinto con la esperanza intacta, como el náufrago busca ser rescatado enviando el mensaje en la botella, de encontrar a otros que como nosotros también buscan la salida, y buscan ser salvados de esos perversos, anodinos e insignificantes “ me gusta” de las redes sociales.

Y si eres uno de esos náufragos te espero siempre en el bar de la esquina, para compartir nuestros sueños, ideales, pensamientos y sentimientos al calor de un café, un té, un vino, o una cerveza, allí estaré, esperando a que llegues, a que rompas las cadenas, y desaparezcas de la realidad virtual para ser, para estar…

SALV-A-E los que van a salir de saludan.


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