Poco a poco, ¿estarán logrando que Trump entre por el aro?
Por Andrés Gómez*/Foto Virgilio Ponce –Martianos–Hermes–Cubainformac
Sabemos que aunque el presidente Trump es parte intrínseca del establishment corporativo estadounidense, logró la presidencia de esta república librando una campaña antiestablishment caracterizada por un estilo aspérrimo, xenófobo, barriendo a todos los candidatos presidenciales del Partido Republicano, y después logrando derrotar en el Colegio Electoral a la candidata presidencial del Partido Demócrata. Lo logró sin haber ocupado anteriormente ningún cargo político electivo y demostrando, muchas veces haciendo gala, de una falta abismal de conocimiento y experiencia en asuntos de política.
Una vez en la presidencia estableció un gobierno circense, de muchas pistas, contrario a las costumbres y exigencias de un gobierno imperial a las que la inmensa mayoría del pueblo estadounidense y sus instituciones están acostumbradas. Forzó a las instituciones encargadas de la seguridad nacional, a aceptar en puestos claves al menos a dos individuos antagónicos a los intereses de las mismas: el Teniente General, en retiro, Michael Flynn, como Asesor de Seguridad Nacional, y a Stephen Bannon, a un puesto recién creado por el presidente Trump, Chief Strategist, (Estratega en Jefe), título extravagante, muy trumpista, con igual rango, en la práctica, según dicen, al de Jefe de Despacho de la Presidencia.
Trump, en su aparente deseo de dominarlo todo a su deseo y estilo, entre otras cosas, ha intentado en una causa perdida, menospreciar y humillar a la prensa nacional, el Cuarto Poder de la República estadounidense contemporánea –el que le faltó a Montesquieu-, en una confrontación debilitante diaria. Como también a través de sus twits se ha acostumbrado a atacar a importantes figuras políticas acusándolas de cometer delitos sin presentar prueba alguna en su contra, así como a resaltar otros asuntos, que han resultado ser contradictorios o infundios. Restándole al presidente fundamental credibilidad, sustento indispensable en la gobernabilidad del país.
Permeando toda su gestión presidencial hasta el momento se mantienen constantes las investigaciones de las agencias nacionales de inteligencia responsables de esos asuntos sobre los lazos que existieron, existen o pudieran existir entre su campaña presidencial, e inclusive su gobierno, con el gobierno ruso y sus supuestos o reales planes para desestabilizar o subvertir el sistema político estadounidense. Vaya, lo que Washington tiene establecido como política, desde fecha inmemorial, con el fin de dominar, subvirtiendo a otros gobiernos o sistema políticos extranjeros cuando lo estime necesario o conveniente.
La barahúnda, o sea, la confusión, la algarabía, el desorden, el desbarajuste, son tales que la situación ha adquirido un carácter siniestro. No es la situación que debe existir para que el gobierno de Estados Unidos pueda garantizar la conducción de sus más vitales intereses nacionales.
La inmensa mayoría de la población está terriblemente preocupada y confundida con la actual situación. Las encuestas nacionales coinciden en demostrar la gran falta de apoyo popular a la gestión presidencial de Trump.
Me pregunto, ¿de qué se trata todo esto? Las investigaciones sobre las relaciones del equipo de campaña, el equipo asesor de Trump después de las elecciones, e inclusive después de éste haber asumido la presidencia, con el gobierno ruso, son verdad o no son verdad. Y si así fuera, ¿cuánto de todo esto sería ilegal?
Los propósitos de estas investigaciones, ¿serán para deslegitimar políticamente al nuevo presidente, portador de supuestas nuevas propuestas con respecto a política exterior, especialmente a un nuevo entendimiento con Rusia? E internamente ¿sirven estas investigaciones para restarle credibilidad y apoyo con la mayoría del pueblo, haciendo prácticamente imposible su gobernabilidad del país?
A favor de Trump está el poder que ejerce sobre un sector de extrema derecha sin el cual la coalición electoral que requiere el Partido Republicano para mantener su mayoría parlamentaria e inclusive la propia presidencia, se fracturaría. Aunque la alianza que Trump está obligado a forjar con los sectores tradicionales Republicanos en el Congreso para lograr aprobar programas a los que el presidente se ha comprometido lo hacen entrar en contradicciones con su base natural, ultraconservadora, como ya se comprobó en el fiasco de intento de aprobar en la Cámara de Representantes el proyecto de reforma al programa de salud pública que deslegitimiza al presidente con su base política natural. Más allá de las investigaciones, o sumándose a ellas este factor; ¿está atrapado políticamente el presidente Trump?
Regresando al extraordinario tema de las investigaciones, ¿lograran éstas intimidar suficientemente al presidente Trump para hacerlo entrar por el aro, el aro de los entendimientos y conducta tradicionales de la política en Washington, y permitirle entonces permanecer en la presidencia bajo nuevas condiciones, condiciones establecidas en gran medida por las fuerzas tradicionales? O, habrá en este trama algo más, algo que se pretende insinuar cada vez más concretamente, ¿estará involucrado directamente en algo ilegal el presidente Trump? Y si así fuera, ¿qué?
Porque hay que recordar que en esta barahunda trumpista se encuentra la omnipresente misteriosa presencia del vicepresidente Mike Pence, quien fuera el gobernador de Indiana, un conservador tradicional hecho a la medida de los intereses enemigos políticos de Donald Trump. El perfecto reemplazo… en caso que fuera necesario. Y Donald Trump debe estar plenamente consciente de esa posibilidad.
Por las razones que hayan existido, cualesquiera de ellas, en menos de un mes de su gestión de gobierno, el presidente Trump tuvo que despedir al Teniente General, en retiro, Mike Flynn, como su Asesor de Seguridad Nacional, con el que comparte íntimos entendimientos sobre múltiples asuntos; también en días recientes decidió retirar del puesto que le había asignado en el comité ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional, muy en contra de la opinión de los tradicionalistas, tanto Republicanos como Demócratas, a su antiguo jefe de campaña, el archiconservador , Stephen Bannon, quien permanece como Chief Strategist, (Estratega en Jefe), reitero, puesto creado para él por el presidente Trump al asumir la presidencia, con el que también Trump debe compartir íntimos entendimientos sobre múltiples asuntos.
Y ahora, la sorprendente decisión del presidente Trump, por su unilateralidad, por el poco tiempo para un concienzudo análisis de la situación; por la naturaleza de la acusación contra el gobierno sirio, de ser responsable del uso de armas químicas contra su propio pueblo, sabiendo éste las terribles consecuencias que a su país podrían acarrearle. Especialmente teniendo en cuenta las acusaciones muy similares por parte de las agencias de inteligencia estadounidenses como justificación de la guerra en contra de Iraq, asunto al cual Donald Trump ha duramente criticado durante largos años.
Asimismo hay que considerar las muy negativas consecuencias que la decisión de bombardear una base militar siria pudiera tener sobre las posibilidades de una nueva relación con Rusia, las cuales Donald Trump ha defendido con aparente convicción.
Valorando entonces lo que ha ocurrido durante los menos de tres meses que Donald Trump está ejerciendo la presidencia, principalmente, estas tres decisiones tomadas por el presidente señaladas en este trabajo, uno pudiera inferir que los dueños de los caballitos están logrando que el flamante presidente Trump esté entrando por el aro.
Pero hay muchas cartas en la baraja, y se trata de Donald Trump… Como también se trata de las fuerzas tradicionales de poder y cómo éstas determinen que se pueda garantizar la estabilidad del sistema.
* Andrés Gómez, periodista cubano residente en EE.UU., director de Areítodigital.