Campaña “Que nos nos arrastren a la guerra”. Actualización del diagnóstico a 12 de agosto de 2024
El pasado 5 de julio, la Asamblea Contra las Guerras de la OTAN y el Genocidio en Palestina emitió un llamamiento genérico para mantenerse alerta sobre los planes de guerra del gobierno durante el verano. Este llamamiento daba continuidad a la campaña “Que no nos arrastren a la guerra”, lanzada unas semanas antes y cuyo Manifiesto contenía el diagnóstico que desde esta Asamblea hacíamos de la situación internacional.
La sucesión de acontecimientos desde entonces, en particular tras la Cumbre de la OTAN de Washington, aconsejan actualizar este diagnóstico, que hoy hacemos público. Tenemos intención de seguir actualizándolo en el inmediato futuro, dada la velocidad a la que evolucionan los acontecimientos.
Entre los días 9 y 11 del pasado mes de julio, se ha celebrado en Washington D. C. la Cumbre de la OTAN 2024, que ha sido también la del 75 aniversario de la formación de esta Alianza. En el punto 37 de la Declaración de la Cumbre, toda ella imbuida de excepcionalismo, se afirma que la OTAN “ha resistido el paso del tiempo”. Y, si bien la Alianza de las etapas de la Guerra Fría y la de su posterior expansión hacia el Este de Europa, tras la reunificación de Alemania, resistió el paso del tiempo, cabe preguntarse en qué medida podrá hacerlo y a qué precio en la presente etapa donde la hegemonía del llamado Occidente Colectivo, comandado por el imperialismo estadounidense, es abiertamente cuestionada por cada vez un mayor número de países.
A través de los 38 puntos de la Declaración de la Cumbre, rematada por las promesas realizadas a Ucrania en un apéndice final (Pledge of Long-Term Security Assistance for Ukraine), la OTAN muestra claramente que la seguridad de la Alianza se hará a costa de la seguridad de los otros, sin ocultar una agresividad expresa contra Rusia y China que va mucho más allá de la propia defensa. Tras dos años y cinco meses de iniciada la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania, una cruda guerra de desgaste que Rusia está ganando a pesar de la guerra económica, la propaganda y los intentos de aislarla; y de 10 meses de conflicto abierto en la Palestina ocupada, que Israel está perdiendo; en un ambiente bélico desconocido en Occidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, exponemos a continuación un diagnóstico de situación distinguiendo las inercias hacia la guerra y las resistencias a ella.
INERCIAS
- El capital busca rentabilidad a corto plazo: la industria militar es el nicho que ofrece los mejores resultados, detrayendo además recursos públicos.
- A EE.UU. se le acaba el tiempo: no puede permitir que las potencias emergentes (China, BRICS) sigan creciendo y estableciendo una red de relaciones fuera de su control.
- EE.UU. no puede hacer frente a todos los conflictos abiertos y quiere centrarse prioritariamente en el Indo-Pacífico; por ello, tiene que forzar a Europa para que se ocupe de Ucrania y la guerra contra Rusia, y hacer que la OTAN expanda su actividad por Asia y el Sur Global.
- Deriva belicista en la UE y en la propia OTAN: ello explica las bravuconadas de Macron ofreciendo el envío de tropas a Ucrania o la visita de Felipe VI a los países bálticos y su promesa de apoyo irrestricto a Ucrania.
- La esperanza de un triunfo de Ucrania es cada vez más lejana; los apoyos occidentales a la guerra convencional han sido un fracaso, lo que no ha mermado la retórica belicista en Occidente y el recurso a la escalada en el conflicto porque ‘Rusia no puede ganar la guerra’, saltándose líneas rojas que los propios países occidentales se habían impuesto, mientras Ucrania recurre al terrorismo proxy y a los ataques directos a la población civil rusa, y realiza acciones tan temerarias como los ataques con drones a instalaciones de alerta nuclear temprana (Armavir y Orsk).
- Imposición, por parte de la OTAN, de una guerra de ‘largo recorrido’ basada en la «Guerra Cognitiva», que se da mediante el acaparamiento, control y censura de los medios que se tienen tanto en INTERNET/redes sociales como en la prensa/radio/TV convencionales; las elecciones en Venezuela ha sido un gran laboratorio de experimentación de capacidades en ese dominio de la guerra.
- El recurso a la propaganda y a la desinformación sobre la guerra en Ucrania persigue neutralizar a las propias poblaciones de los países aliados para que la dinámica belicista continúe sin resistencias: acción/provocación, esperar la respuesta y explotarla propagandísticamente; y de ahí, a la siguiente etapa.
- Las acciones de provocación muestran una gran irresponsabilidad: buscan escalar el conflicto hasta el límite de la guerra nuclear.
- El documento de la Rand Corporation previo a la Cumbre de la OTAN ya orientaba sobre las decisiones a adoptar en ella: puesta a punto de la OTAN para la guerra, aumento de los presupuestos para armas, ciberseguridad, centralización de las decisiones, declarando a China como el principal enemigo, pero incluyendo también a Rusia, Irán y la RPDC; no se exhibe intención de entrar en la guerra pero sí de seguir provocándola.
- El documento de la Comisión del Congreso de EE.UU. sobre Estrategia de Defensa Nacional dado a conocer el pasado 26 de julio (https://www.rand.org/nsrd/projects/NDS-commission.html), advierte sobre la incapacidad del imperialismo de involucrarse en una guerra a gran escala al mismo tiempo que clama por una militarización sin desmayo y por incrementar los gastos sin límite en máquinas de muerte.
- El proceso mantenido por EE.UU. es el de colonizar Europa, profundizar su neutralización política y económica. La estrategia seguida con el gas ruso le salió muy bien para aislar a Europa de Rusia; las sanciones en cambio se volvieron en contra de Europa. Pero EE.UU. hizo un gran negocio con la venta del combustible y de las armas. Es previsible que sigan por ese camino de colonización y de ordenar a Europa en torno a la guerra. Pasar de una ‘gestión de urgencia’ a una ‘gestión planificada’. Un proyecto a largo plazo, bajo el mando de EE.UU., reorientando la producción militar y con la introducción masiva del capital privado, aprovechando el estado actual de la guerra en Ucrania, que puede ser una forma de aumentar sus capacidades en un momento de decadencia. Es el control económico, político y militar de Europa.
- Para ello han puesto en marcha todos los recursos, fundamentalmente la OTAN, de intervención directa e inmediata; pero están tanteando para ver hasta dónde pueden exigir a Europa compromisos concretos que muestren la asunción de responsabilidades bajo el mando de EE.UU. Un ejemplo: el aumento de los presupuestos militares representa un gesto de ‘unidad’: además de ganar dinero, supone tener a su disposición recursos ingentes. Y hay que ordenar la guerra de Ucrania en torno a ese objetivo. Otro, el desarrollo urgente de infraestructura logística para trasladar masivamente tropas y material al este de Europa.
- Úrsula von der Leyen, en su recién estrenado segundo mandato al frente de la Comisión Europea, ha prometido crear el puesto de comisario de defensa. Según noticia publicada en Euronews el pasado 1 de agosto: “muchos son los que afirman que es el único medio de desarrollar la industria naciente de la UE y de asegurar la seguridad de la Unión cuando la amenaza rusa se cierne sobre Europa y el apoyo de EE.UU. corre el riesgo de debilitarse”
- Todo esto revela un plan a largo plazo en el que el peso será soportado por Europa, con el gasto, el espacio y los combatientes, mientras EE.UU. se mantiene al margen: grandes beneficios con pocos riesgos. En esas condiciones, a EE.UU. le interesa una guerra delegada y a largo plazo. También al mundo financiero y a las grandes corporaciones, que invertirán aquí masivamente, además del propio complejo industrial-militar. Aunque corren el riesgo de que sus vasallos fanáticos, dotados con algunas de sus armas más poderosas, se salgan de su control y les arrastren a un escenario no deseado. Mientras esto no suceda, la guerra en Ucrania quedará en manos de Europa, en tanto EE.UU. se ocupa de China y Oriente Próximo.
- En este sentido, hay que enmarcar la visita de Netanyahu a los EE.UU. a finales de julio, que bien parecía estar anunciando y/o coordinando sus planes para extender la guerra en Oriente Próximo, de manera que EE.UU. se vea en la necesidad de intervenir con todo su potencial y evitar el colapso de su peón; así se explican las últimas acciones: el asesinato del comandante de Hezbolá, Fuad Shukr, en un ataque con drones a un suburbio del sur de Beirut; y el asesinato del líder de Hamás, Ismail Haniyeh, en pleno corazón de Teherán. Acciones ambas sobre las que Irán, respaldado por el resto de miembros del Eje de la Resistencia (grupos de la Resistencia en Irak, Gobierno de Siria, Hezbolá, Ansar Allah en Yemen, Hamás y otros grupos de la Resistencia en Palestina), asegura que no quedarán impunes.
- Todo el mundo usa el término disuasión. Todos aceptan que la fuerza nuclear se vincula, no a su poder destructivo, sino a su capacidad disuasoria. El resto es lo que denominan “defensa”. Por eso los programas de la OTAN se venden como de “disuasión y defensa”. Pero en la acumulación de fuerzas para la “defensa” y el papel que le dan a Europa en ella, se crean organismos concretos para implementar el “compromiso industrial de defensa”, los programas de inteligencia ligados a la defensa, que también conllevan sus organismos específicos. Instrumentos orientados a la producción y a la estrategia. Por otra parte, la agresividad contra Rusia y China no se limita a la acumulación de fuerzas. Está en marcha desde hace más de una década un programa de desestabilización política y económica de ambos países que constituye todo un acto de guerra. Ambos países aguantan pacientemente las distintas oleadas de injerencias, sabotajes, embargos y sanciones, minimizando sus efectos gracias al desarrollo del grupo de los BRICS.
- El reciente anuncio del acuerdo de EE.UU. con Alemania para el despliegue de misiles de largo alcance en suelo alemán en 2026 resulta uno de los movimientos más peligrosos, por cuanto se dejaría a Rusia sin capacidad de reacción práctica ante un ataque que podría ser nuclear. Se repite la situación que se creó en los años 80 con el despliegue de los misiles Pershing y que finalmente tuvo como consecuencia una serie de acuerdos entre las dos potencias para el control de armamentos. Rusia ha advertido muy seriamente sobre las consecuencias de esta acción.
- EE.UU. está hablando con todos los actores. Milei es un emisario de EE.UU. para recabar apoyos en toda Latinoamérica; pero también tantea a actores africanos (la Unión Africana, la Liga Árabe…) que en su momento fueron más progresistas y ahora se han vuelto muy conservadores, para ver con cuantos aliados cuenta, en un momento de alta volatilidad como el actual. También hablan de integrar a naciones del Pacífico en la OTAN. Todo ello en el contexto de la decadencia del imperio americano: presencia militar de China en Bielorrusia, comercio entre grandes actores en monedas propias (Rusia, China, Irán…), al margen del dólar. EE.UU. es consciente de ese proceso, en el que ya no le será posible dirigir el mundo; ya antes de que eso suceda, intentará quitarse de encima a todas esas potencias que desafían su hegemonía. Y siempre quedará el recurso a los diversos tipos de guerras cuando alguna de ellas no resulte viable. El Estado Profundo tiene larga experiencia en ello.
RESISTENCIAS
- Surgen procesos que escapan al control de las élites globalistas, que les obligan a improvisar las respuestas. Se están tomando decisiones precipitadamente, no hay estrategia a largo plazo.
- Europa no dispone de la estructura productiva y política que le permita enfrentarse a Rusia con éxito: fraccionada, sin mando único, con distintas visiones… Cohesionar todo esto lleva su tiempo.
- La fuerza de cohesión sería la OTAN, no la UE. Pero imponer toda esta dinámica es muy difícil: disponibilidad económica muy dispar, deudas públicas enormes, limitadas por la propia reglamentación de la UE.
- Ha fracasado la política de sanciones a Rusia, que ha sabido esquivarlas con una apertura al resto del mundo.
- Se persigue desacreditar al gobierno ruso ante su población. Pero Rusia mide muy bien sus respuestas, evitando siempre la escalada, sin que se resienta el apoyo popular a su gobierno.
- Las elecciones que se están produciendo recientemente en Europa muestran el fracaso de las opciones más belicistas, que han sido castigadas en las urnas.
- ¿Qué les frena para su entrada en la guerra abierta, sabiendo que el tiempo corre en su contra? Obvio, las grandes capacidades militares de Rusia; pero también, la red de multipolaridad que se está construyendo genera gran incertidumbre porque muchos países no ven claro cómo les puede beneficiar la guerra: el complejo militar industrial es un nicho casi exclusivo de EE.UU., pero no está claro cómo puede beneficiar a sus aliados contra el peligro de quedar fuera del mundo en construcción emergente.
- Además, la conexión entre las resistencias que van emergiendo. En África, está creciendo el movimiento anticolonial, expulsando a Francia e incluso a EE.UU. porque China lleva años invirtiendo en un modelo muy alejado de la explotación occidental, y Rusia está reforzando su presencia militar contra la penetración yihadista propiciada por Occidente, Francia y EEUU principalmente, pero con el apoyo de varios países de la OTAN, entre ellos España y Alemania.
- En Oriente Próximo, la insurgencia palestina se enfrenta al sistema tecnológico y militar de Israel, que se ha venido autoproclamando como el mejor del mundo, quebrado ahora en su esencia por una pequeña organización, a pesar del proyecto de exterminio; esto ha provocado la resistencia de la sociedad civil occidental, que no se ha apagado y que está resultando un fenómeno articulador contra los proyectos militaristas y de unidad emocional contra la guerra.
- El bloque antioccidental se extiende a todo el globo y, aunque no constituye un movimiento revolucionario de tipo socialista, refuerza la independencia de muchos países, y su salida de la red de sumisión y expolio imperialista.
- 4.500 cabezas nucleares son las que impiden a EE.UU. entrar en conflicto directo con Rusia. Es la disuasión dura a la fuerza bruta imperialista hegemónica. Rusia se autosometió a EE.UU. tras la caída de la URSS, abrió sus arsenales, su economía, al tiempo que su potencial político fue despreciado. Lo que preocupaba a Occidente era en realidad su asociación con China, por su enorme potencial económico, fuera de su control directo. Esa asociación empieza a ser un reto importante. Desde el resto de los países, empieza a verse que el poder imperialista no es absoluto, que se pueden hacer políticas independientes de las ordenadas por Occidente. El Poder necesita su aceptación por los sometidos, y requiere por tanto de una escenificación que lo haga parecer inquebrantable. El Poder es más su propia representación que la fuerza que lo sostiene. Cuando alguien lo cuestiona, es necesario proporcionar un castigo ejemplar, pero cuando se percibe que varios pueden escapar de su trampa sin consecuencias, el poder se esfuma. De esta manera están viendo cómo poner bajo control a China y tratar de que Rusia se autofagocite como hiciera la URSS, porque el enfrentamiento nuclear no es viable, aunque haya algunos locos que lo proponen. Persiguen la descomposición interna de Rusia. En este sentido, tras perder el control de los BRICS y con varios países de América Latina, Africa y Asia rompiendo amarras y reforzando su relación con ellos, Europa es para EE.UU. el último bastión, si pierde Europa lo pierde todo, sería demoledor para la dominación de otros países que, poco a poco, le van perdiendo el respeto. Así que mantener el control de Europa es esencial, ya no por su importancia económica (que va decayendo), sino por la importancia simbólica.
- El anuncio de Rusia de que emplearía armas nucleares en caso de sufrir una amenaza existencial es lo que impide a la OTAN intervenir abiertamente en Ucrania. De ahí la estrategia de alargar la guerra cuanto sea posible.
- Hay que considerar las elecciones a presidente de los EE.UU.: en el debate Biden-Trump, el primero dejó claro que la guerra de Ucrania había que ganarla. Sin embargo, Trump dijo que la pararía. En cuanto a Gaza, ambos estaban de acuerdo en que había que mantener el apoyo total a Israel y exterminar a Hamas.
- Pensaban que Rusia no aguantaría, pero no ha caído; varios países escapan del dólar; la UE no puede usar los activos rusos retenidos, el propio sistema económico se opone, argumentando que la credibilidad del dólar caería en picado. La apuesta ha sido por la guerra y no les está saliendo bien. El problema en Ucrania ahora es de falta de tropas. ¿Están los países de la OTAN dispuestos a enviar a sus propios soldados? Se calcula que serían precisos no menos de 250.000 efectivos para una primera embestida. ¿De dónde los van a sacar? ¿Y quién los va a dirigir, a formar? Tal planteamiento es tan ciencia ficción como suponer que es posible ganar una guerra nuclear. La única solución que ven es que EE.UU. y sus empresas se hagan cargo de dirigirlo a través de la OTAN, mientras que Europa pone el dinero, la producción y los combatientes. Esto es lo que se estuvo decidiendo en la Cumbre de la OTAN.
- Las condiciones de vida de la población europea se deterioran a pasos agigantados. ¿Se van a dejar además arrastrar a la guerra? Muy difícil.
- Occidente ha ‘vendido’ su modelo a su población basándose en la seguridad. La pérdida de toda capacidad para mantener y mejorar una mínima respuesta a las necesidades de una parte importante de su población, ha hecho que se centren en vender un ‘espacio seguro’, el «jardín» del payaso de Borrell. Pero eso entra en contradicción con la ineludible necesidad de incrementar la dinámica belicista en su propio territorio. Hasta el momento, para lo que puede percibir la población, no ha pasado de la rusofobia y de un deterioro económico que se justifica con la pandemia y la guerra en Ucrania, necesaria para preservar la seguridad. Sin embargo, la escalada, necesaria en toda lógica belicista, conduce a incluir la «mano de obra» en el proceso. Es decir, la necesidad de restablecer tanto la movilización militar obligatoria y mandar tropas al frente, como la economía de guerra, es decir, la necesidad de preservar la rentabilidad y la producción masiva, incrementando los niveles de explotación a capas amplias de la población. La resistencia y los titubeos a hacer efectiva esa decisión es porque supone acabar con el paradigma de la seguridad y el bienestar con el que se ha querido identificar a Occidente, esencialmente a Europa, y no hay certeza de cómo reaccionaría la población, un riesgo que, por el momento, no están dispuestos a asumir. La idea de que la seguridad consiste en que somos ajenos a la guerra se desplomaría y no hay repuesto para justificar la excepcionalidad de Europa.
- Los acontecimientos van a espasmos. Nuevamente, se anuncia la irreversibilidad de la entrada de Ucrania en la OTAN, pero no se atreven a dar el paso. De hecho, varios países (Turquía, Hungría, Eslovaquia,…) lo bloquean. No dicen cuándo entraría en la OTAN. No saben cómo afrontarlo. Se establecen medidas que suponen incrementos progresivos del riesgo (cazas F16, misiles ATACMS, discursos incendiarios…), pero las decisiones definitivas tienen que posponerlas.
- En el caso de Palestina, la guerra se publicita y se muestra el horror del exterminio de todo un pueblo sin condenar al agresor. Al tiempo, se mantienen los conceptos básicos que ‘justifican’ las guerras; el terrorismo, los agresores se defienden, exculpar la responsabilidad con ‘gestos’ (ayuda humanitaria, reconocimiento de un estado palestino…). Por el contrario, no hay ninguna medida efectiva y se continúa apoyando al ente sionista con acuerdos comerciales, técnicos y académicos. Se les permite que acosen impunemente a quienes denuncien activamente el genocidio (la organización sionista ACOM se dedica a denunciar en los tribunales a instituciones y personas que denuncien al ente sionista, o que simplemente se hagan eco de las atrocidades sionistas, siempre bajo el paraguas de que se trata de delitos de odio antisemitas). Añadir que continúa la compraventa de armas con las que el ente sionista masacra a la población palestina. Este carácter ambiguo y contradictorio se da en el propio relato del genocidio. Las imágenes de la barbarie sin límites sensibilizan, al tiempo que advierten (y amenazan) con el riesgo que supone enfrentarse a la dominación, y que, en ningún caso, el «jardín occidental» pondrá ningún límite en las acciones que emprenda para perpetuar y ampliar ese dominio. Se trata de asentar el principio de que «me afecta pero no me compete», para asegurar la pasividad y la aceptación, en definitiva para naturalizar la barbarie. La enorme carga emocional, algunos pronunciamientos en el ámbito internacional y la visibilización de movimientos de denuncia del sionismo y de apoyo a la causa palestina, han provocado una respuesta (específicamente las acampadas en espacios universitarios), que no contiene una carga antibelicista expresa, ni en muchos casos abordan el fondo de la guerra como recurso lógico, pero que en cualquier caso constituyen un paso muy importante para romper la idea de que la guerra es algo ajeno que no nos compete.