Elsa Claro •  Opinión •  13/06/2018

El huracán del Potomac

…puede acabar siendo –antes o después- Lo que el viento se llevó.

Donald Trump, habituado a comportarse como el gallo del patio, ha querido presentarse como  un macho alfa fuera de su corral, pero tropezó  –eso parece- con un par de piedras. Antes, durante y después de la reunión anual del G7, con sede esta vez en Canadá, no ahorró burdas, altisonantes salidas, pero faltaron aplausos para sus excesos y ofensas.

Acusando a todos los demás de abusar del desvalido, pequeño e indefenso Estados Unidos, el presidente norteamericano culpa a las demás naciones: “el mundo nos roba”, ellos lo saben y “si esto no cambia avanzaremos hacia una guerra comercial total”, dijo.

En los hechos da continuidad a una política asumida apenas diera inicio a su mandato hace un año, cuando sin muchos miramientos abandonó pactos y desarticuló compromisos de toda laya. Es lo que pretende con los de orden comercial, perfectibles, como todo, pero con reglas consensuadas de forma multilateral con la participación activísima, decisiva, por supuesto, de los propios EE.UU. ¿Hubiera podido ocurrir de otro modo?

Según Trump el déficit comercial norteamericano (unos 500.000 millones de dólares en el 2017) es culpa de sus antecesores y del resto de los países con los cuales se relacionan. Pero acaso ¿alguien obligó a la primera potencia mundial a que comprara más y vendiera menos?

Para justificarse, Trump afirma que los aranceles sobre los productos lácteos estadounidenses son del 270%, pero según datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el promedio de los impuestos sobre los bienes estadounidenses no sobrepasa el 2,4% en ningún sitio. ¿Miente también en esta materia el actual jefe de la Casa Blanca? No sería inaudito.

Ya con respecto a Canadá, Trump había arremetido de forma algo particular cuando solo acumulaba tres meses en el cargo y ordenó cargas tributarias de hasta el 24.12% sobre la madera, argumentando que la tala de árboles es subsidiada por el gobierno canadiense. ¿Olvida que Washington da similar tipo de ayuda a diferentes sectores económicos propios?

La agricultura recibe cuantiosa asistencia del gobierno. Bajo el mandato de Barack Obama, el congreso aprobó una elevación de las ayudas oficiales al agro, que pasaron de 56 mil a 97 mil millones de dólares anuales. Los propios empresarios estadounidenses dedicados al negocio de las viviendas, llamaron la atención sobre los efectos de encarecer el ingreso de la madera para la construcción de casas, pues subir el gravamen eleva al mismo tiempo el precio del producto procesado. Eso ocurre con otras materias.

El politólogo norteamericano Noam Chomsky afirmó, antes de que entrara en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que les sería imposible a los productores mexicanos competir con los granjeros estadounidenses, quienes aparte de contar con mecanización avanzada y mano de obra barata, son subsidiados por el estado. Su vaticinio fue exacto: el agro mexicano está en ruinas y las protestas posteriores de campesinos colombianos, muy menoscabados tras la firma del TLC Washington-Bogotá, son otro episodio sin cerrar. Perturban a otros, pero no se ajustan a sus propias normas.

«Sobre la base de las falsas declaraciones de Justin (el premier Trudeau) en su rueda de prensa, y el hecho de que Canadá está gravando con aranceles masivos a nuestros ganaderos, trabajadores y empresas, he instruido a nuestros representantes para que no apoyen el comunicado mientras miramos los aranceles sobre los automóviles que entran en el mercado estadounidense», así tuiteó Trump en vuelo a Singapur, tras abandonar el encuentro donde Alemania, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia y Japón sí hacían suyo un documento final que no es imposible que sea en lo adelante del G-6, si EE.UU. mantiene su postura de agresividad extrema y auto aislamiento.

El texto suscrito en Québec confirma el propósito de reducir aranceles y subsidios, y respetar el equilibrio y la reciprocidad en el libre comercio, así como el compromiso para modernizar la OMC. En esencia, el grupo tuvo en cuenta varias demandas norteamericanas, solo que no en la desproporcionada dimensión exigida por el magnate neoyorquino.

Los europeos, en general, se enfrentan a los exabruptos y porrazos de Trump, molestos con la ruptura del Tratado Nuclear con Irán y las subsiguientes amenazas de sanciones contra las empresas del viejo continente que tienen o planean hacer inversiones en el país persa. Están ofendidos por el abandono del gigantesco tratado que uniría el comercio a los dos lados del Atlántico, a punto de ser confirmado cuando llegó este huracán a la Sala Oval, y también debido al abandono del compromiso contraído por Obama de ajustarse a los acuerdos de París sobre cambio climático, haciendo casi inútiles los esfuerzos de los demás.

Los medios que referencian este G-7 destacan la actitud de Emmanuel Macron, quien en esta oportunidad no fue tan obsequioso ni endomingado con Trump, o la de Ángela Merkel, consecuente con sus enfoques de desconfianza hacia quien no sabe distinguir entre amigos y contrincantes, o pretende que sean acatadas sus demandas, sin protesta.

Los intereses en juego ahora son varios y determinantes. Sobrepasan a cuantos con anterioridad facilitan docilidades ideologizadas. Aun así, queda pendiente comprobar cuánto y hasta dónde.

Fuente: Cuba Ahora


Opinión /