Oto Higuita •  Opinión •  13/08/2017

¿Se atreverá Trump a ordenar una invasión a Venezuela?

Mientras en Colombia se avanza en un Acuerdo de paz entre el gobierno y una de las últimas guerrillas levantada en armas contra un Estado con un récord histórico de opresor, criminal y corrupto que tal vez ninguno otro en la región supera, ni siquiera las más sanguinarias dictaduras del Cono Sur; la República Bolivariana de Venezuela es seriamente amenazada por la primera potencia imperial del mundo, acudiendo a su vieja política del garrote, invasión o golpe de Estado.

¿Se atreverá Trump a ordenar una invasión a Venezuela?

Venezuela viene sufriendo un cerco y agresiones en distintos frentes, mediático, económico, diplomático, comercial y militar desde que Hugo Chávez a la cabeza de la Revolución Bolivariana ganó las elecciones con 3.673.685 votos, aventajando en más de un millón a su rival; proyecto político, social, cultural y económico diametralmente opuesto a los del pueblo, la oligarquía y el imperialismo norteamericano, quienes desde de ese momento manifiestan su odio mortal y agresiones de todo tipo para atacar el gobierno que cambió el rumbo histórico de la nación y creó una nueva correlación de fuerzas en el continente. Ejemplo imperdonable por quienes han detentado el poder como si éste les perteneciera por derecho divino.

Audazmente, previendo el escenario que enfrenta hoy Venezuela, el presidente Hugo Chávez fue siempre consciente de la necesidad de alcanzar un acuerdo de paz entre las guerrillas y el Estado colombiano, por las tensiones del accionar guerrillero sobre ambas naciones internamente y a lo largo de sus extensas fronteras, pero además por el impacto de las bandas paramilitares ligadas al narcotráfico y a la extrema derecha colombiana, aliadas de los enemigos de la Revolución Bolivariana; convencido de que el fin del conflicto armado en Colombia ayudaría a la paz y estabilidad de la región, condición que le permitía al proyecto bolivariano avanzar y consolidarse en medio de un continente históricamente amenazado por insurrecciones populares, cuartelazos, golpes de Estado e invasiones militares.

Venezuela misma vivió un levantamiento popular en 1989, cuando siendo presidente Carlos Andrés Pérez impuso el paquetazo neoliberal que endureció las condiciones de vida de la población desatando la protesta popular conocida como “El Caracazo”, que fue brutalmente reprimida dejando una estela de destrucción, saqueos, miles de muertos y detenidos. Así que tanto en el pueblo bolivariano como en la oligarquía,  hay una clara consciencia de lo que significan los levantamientos y protestas populares y por eso los segundos juegan a provocar lo mismo hoy, pero sin éxito, han fallado en sus análisis y cálculos. Sobre todo porque no han entendido esta esencial diferencia: para el pueblo chavista, que es la mayoría así no les guste, no es lo mismo levantarse contra un régimen oligárquico que contra uno patriota y bolivariano.

Me atrevería a afirmar que la actual generación entre 20 y 30 años, con excepción de quienes han estudiado la historia más allá del relato mediático y oficial sostenido desde el poder, tal vez no tenga conocimiento de lo que fueron las dictaduras, juntas civico-militares y golpes de Estado que impuso a lo largo del continente la potencia imperial norteamericana, desde mediados del siglo pasado.

Además, ¿porqué tendría que tener memoria esta generación de lo que han hecho históricamente esas oligarquías y el imperialismo con los pueblos, cuando estos han tratado de transitar otro camino diferente y les han disputado el poder y el modelo económico?

¿Sabe que a Jacobo Arbenz, presidente de Guatemala elegido democráticamente, la CIA le dio un golpe de Estado en 1954, por llevar a cabo un programa de reforma agraria que afectaba los intereses de la multinacional Fruit Company?

¿Que Cuba desde que hizo la Revolución contra el dictador Fulgencio Batista, en 1959, ha sufrido todo tipo de agresiones, bloqueos, ataques y la invasión contrarrevolucionaria derrotada por el pueblo en armas en Bahía Cochinos?    

¿Que a Joao Gulart presidente de Brasil, le dieron un golpe de Estado en 1964 para sacarlo del poder por no ser leal a los intereses de EE.UU., anunciar la nacionalización de las refinerías del país y expropiación de tierras a los grandes terratenientes para adelantar una reforma agraria, y por ser del Partido del Trabajo del Brasil?  

¿Que Lyndon Johnson ordenó una invasión con 42 mil marines a República Dominicana en 1965, para contener las reformas sociales y la nueva constitución promulgada por el presidente Juan Bosh, invasión que causó más de 6 muertos del pueblo dominicano, y que hoy quieren seguir silenciando para que no se conozca?

¿Sabe del golpe de Estado contra Víctor Paz Estenssoro en Bolivia; del de Chile que encabezó Pinochet contra Salvador Allende (1973); del de Uruguay en forma de junta civico-militar (1973), de la dictadura que impuso en Argentina la junta militar después de deponer a Isabel de Perón en 1976, desatando una represión feroz que desapareció 30 mil ciudadanos?

¿Que invadió a Panamá en 1989 con la excusa de que había que capturar un dictador, Manuel Noriega, que ellos mismos habían ayudado a ascender al poder, causando terror, destrucción y más de 3 mil muertos cuando su interés real era el control sobre el Canal?

De la mano de esas dictaduras, invasiones y golpes de Estado vino el Plan Cóndor, estrategia de inteligencia para ejercer el terrorismo de Estado contra la oposición y el pueblo que consistió en crear una coordinación entre los servicios de inteligencia de las dictaduras que gobernaban dichos países, apoyada y financiada y dirigida por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Departamento de Estado, y las democracias liberales amenazadas por el “comunismo” y después por el “terrorismo”.

Y Colombia, ¿ha sido invadida alguna vez? No como otras naciones del continente pero ha tenido su Plan Colombia, unaestrategia de guerra contrainsurgente disfrazada de lucha antidrogas que duró 15 años (1999-2016) y que se le impuso al paíscuya democracia, una de las más asesinas del continente, estaba amenazada por el “narco-terrorismo”, y ante esa “amenaza” el Departamento de Estado necesitaba que se restableciera el control del Estado y la legitimidad en las áreas de importancia estratégica previamente dominadas por grupos armados ilegales.

¿Y el resultado del Plan Colombia? El informe¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, del Centro Nacional de Memoria histórica, afirma que entre 1958 y el 2012 murieron 220.000 personas como consecuencia del conflicto armado, de los cuales 180.000 eran civiles; 25 mil fueron desaparecidos; 27 mil secuestrados; casi 6 millones desplazados de sus tierras y expropiados de sus bienes; y más de 5 mil fueron asesinados, mal llamados falsos positivos, por las Fuerzas Armadas y reportados como guerrilleros caídos en combate.

No obstante la apariencia democrática, Colombia tiene tratados con Estados Unidos que le permiten tener 7 bases militares en su territorio, violando abiertamente la soberanía nacional, y de paso sirviendo como punta de lanza para las futuras invasiones o control militar que la potencia necesite ejercer en la región, como se está viendo hoy en los voceros de la clase dominante colombiana, cada vez más solícitos a cumplir con el mandato del socio y patrón, de ayudar a derrocar al gobierno legítimo de Venezuela.  

Sin embargo, la ventaja histórica con que ha contado EE.UU. viene cambiando y ya no es la misma, porque hay más consciencia en los pueblos del continente (Bolivia, Ecuador, Argentina, Uruguay, Centro América) y su posición hegemónica está siendo enfrentada de distintas formas, movilización, participación política, gobiernos democráticos, antineoliberales, anticapitalistas y antimperialistas que han logrado devolver el golpe, recuperar fuerzas y espacios, y donde la batalla de ideas que impulsan los medios de comunicación alternativos se ha ampliado e intensificado a partir de las redes sociales y el uso del Internet, todo un nuevo campo de batalla.

Las amenazas de Donald Trump diciendo que la opción militar para Venezuela está dentro de los planes del imperio, no representan una ruptura radical con el modelo de dominio que vienen ejerciendo por décadas, y no debe llevar a falsas valoraciones y entrar a hablar de discontinuidad.

También ha amenazado a Corea del Norte con un castigo ejemplar, que ya muchos pueblos del mundo (Irak, Afganistán, Libia, Siria como los más recientes) saben lo que significa cuando esas amenazas se vuelven reales y concretas: bombardeos, asesinatos en masa, deponer gobiernos que no siguen su política de aliados o abiertamente disienten y se rebelan, asegurar gobiernos que se comporten como aliados incondicionales de sus intereses, darle impulso a su economía, ejercer una posición dominante en los mercados, imponer tratados comerciales favorables a sus intereses, controlar la producción de recursos energéticos y materias primas, y Venezuela en ese orden de prioridades es precisamente la que cumple al pie de la letra con esas condiciones.

Por eso ante el fracaso de la oposición golpista y terrorista en Venezuela, apalancada por la propaganda de guerra, una matriz mediática totalmente enfocada en desacreditar y mentir sobre lo que sucede allí, de imponer en la opinión del mundo que Nicolás Maduro es un dictador y por tanto Venezuela una dictadura que viola los derechos humanos, que asesina, restringe las libertades, y tiene sometido al pueblo al hambre y la represión, la potencia imperial busca la salida de la invasión, ya que los intentos de golpe de Estado tratando de dividir la Fuerza Armada Nacional Bolivariana también ha fracasado.

Así que una invasión directa de tropas gringas en Venezuela, es poco probable, es difícil que se embarque en esa aventura sin estar bien seguro que derroca el gobierno fácil y rápidamente, sabe bien que una guerra larga y de guerrillas como la que probablemente le toque enfrentar allí, no es la mejor opción y sería muy costosa sin que le garantice el control del aparato del Estado y los recursos energéticos.

A esa aventura militar le tendría que sumar la guerra civil que una decisión de tal magnitud provocaría, con una sociedad dividida y polarizada, donde su aliado principal, la oligarquía también se vería obligada a participar ya no desde el cómodo sofá o el “exilio” en Miami, sino poniéndose al frente de sus tropas y “conduciendo” a sus bases, principalmente a la clase media que se estuvo entrenando estos últimos meses en la lucha callejera, en la guerra contra la “dictadura”.

Ese es un escenario que no pinta ni para sus vecinos como Colombia, que está en un camino a medias entre poner fin definitivo a la guerra interna, y darle cumplimiento a lo acordado, o verse enfrentada a una situación en su línea de frontera, con un vecino enfrentando una guerra contra los intereses del imperio.

Quién sabe cuáles son los cálculos de la clase dominante colombiana, qué piensa que ganará prestando sus bases y hasta su ejército – ¿será ese el motivo por el cual no ha recortado el presupuesto de defensa por encima de rubros como salud, educación, cultura, ciencia y deporte? – para atacar Venezuela y derrocar su gobierno legítimo.

Quien sabe, luego de las derrotas que viene sufriendo EE.UU. en varios frentes como en Siria donde le ha tocado aceptar que no pudo con el gobierno de Assad entre otras cosas por la ayuda que aquel recibió del gobierno ruso; en un Irak destruido y en guerra civil, un Afganistán que no controlan, una Libia que quedó en ruinas y en medio del caos, el ambiente ideal para el radicalismo Mujahedin, el ISIS y el Talibán, y ante la contención que ejercen potencias como Rusia y China, que le disputan el mundo y el mercado, quien sabe que se jugará el imperio en América Latina en movimiento.

Que cuente con los Santos y Uribes de Colombia, con los Kuczynski de Perú, los Macri de Argentina, con los Temer de Brasil, un distinguido grupo de oligarcas corruptos que no han vacilado en usar lo que esté a su alcance para preservar sus intereses de clase. Con los pueblos de un continente fogueado en la lucha y la resistencia por defender la dignidad y la soberanía de la Patria Grande no cuentan.

Y si es cierto que la historia se repite, la primera vez como una tragedia y la segunda como una farsa, Trump no puede estar seguro que esta vez a ellos y sus aliados les tocará solamente la parte de la comedia, y que a otros pueblos les toque la de la tragedia. Si lleva de la mano a esa aventura a su aliado colombiano, quién sabe cómo termine lo que tanto empeño puso Venezuela con Hugo Chávez y Nicolás Maduro, Cuba con Fidel y Raúl Castro, los países garantes, la comunidad internacional y los pueblos del mundo para que fuera posible la paz en Colombia porque era la prenda de garantía de la estabilidad en la región.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Se-atrevera-Trump-a-ordenar-una-invasion-a-Venezuela-20170813-0001.html


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