Paco Campos •  Opinión •  13/11/2017

Hacia una justicia por consenso

Seguimos en la órbita rortiana porque es difícil sustraerse a los acontecimientos cuando éstos chirrían y nos hacen mover la cabeza como el resto de los animales cuando se sacuden el agua. Y con él preguntamos más o menos de este modo -> ¿Surge la justicia de la razón porque sólo ella puede imponer obligaciones, como pensaba Kant, y ahora Habermas? ¿Pueden asumirse principios de validez universal, que respondan a ese llamado de la razón, como identidad propia de la especie humana?

Otro tipo de preguntas, ‘haciendo hilo’, como dirían los taurinos, son estas: ¿Para qué la imposición, si un consenso basado en la lealtad puede servir para resolver conflictos? ¿Qué tipo de merma es la de una lealtad que responde a sentimientos colectivos de cara a una estabilidad sin imposición alguna? Es más, el centro de identidad sobre el que pivota el interés y la respuesta colectiva no tiene por qué recaer en un principio universal e incondicional, cuando, de hecho, existen varios tipos de identidades que mantienen equilibrios en base a acuerdos.

El centro de interés sobre las cosas, públicas o privadas, desplazarían el centro de poder institucional (del Estado) hacia varios círculos contextuales de carácter etnocéntrico-tribal. De este modo, relativismo y evolución pueden contrarrestar al ideal de la razón y hacerlo revisable -> es la nueva proyección de la juventud democrática avanzada, de corte liberal, del Atlántico Norte. Se ve venir.


Opinión /