David Brooks •  Opinión •  14/01/2017

Invitación

Nace 2017 en Estados Unidos bajo una larga y tenebrosa sombra de la monstruosa expresión histérica e infantil de fuerzas que, como dijo Chávez, huelen a azufre. Peor aún, como ha sido el caso desde que arrancó el proceso electoral que culminó con el triunfo obsceno que ahora tendrá que aguantar no sólo este pueblo sino todo el mundo, se escuchan cada vez más fuerte las carcajadas luciferianas.

Pero 2017 nace también con otros sonidos y colores que son antídoto al veneno que ha infectado a la última superpotencia. Dentro de la nubes oscuras hay relámpagos de luz que iluminan el panorama; truenos de ira y resistencia frente al que pretende ser el nuevo jefe del Ejecutivo/comandante en jefe de este país.

Mientras continúa el debate sobre qué sucedió en este proceso electoral y algunos –sobre todo los que viven del juego político institucional– buscan cómo adaptarse a la nueva realidad, las expresiones de repudio, condena y rebelión ya se expresan en diferentes planos y en diferentes grados por todo el país.

Miles, tal vez decenas de miles, prometen que la ceremonia y festejo de inauguración del nuevo gobierno no procederá sin relámpagos y truenos de resistencia. El 20 de enero, día de la ceremonia en que se coronará el magnate de bienes raíces frente al Capitolio antes de mudarse a la máxima vivienda pública del país (la Casa Blanca) varias agrupaciones manifestarán su repudio durante el desfile de celebración, así como en varios puntos de la capital. Algunos prometen acciones directas de protesta pacífica, otros, actos de desobediencia civil.

Para el día siguiente está programada la Marcha de un Millón de Mujeres en Washington (con actos paralelos en decenas de ciudades dentro y fuera de Estados Unidos: www.womensmarch.com) en protesta por las posturas del hombre que asumirá la presidencia, contra los derechos de las mujeres. También se ha convocado a una marcha de milenians, entre otros actos de protesta.

Mientras los organizadores de los festejos oficiales enfrentan dificultades para contratar actos artísticos (pocos desean participar), hay disidencia entre los que ya aceptaron. Jan Chamberlin, integrante del antiguo y legendario grupo coral Mormón Tabernacle Choir, renunció porque éste aceptó cantar en la toma de posesión de Trump (el coro también cantó en la de Lyndon Johnson, Richard Nixon y los dos Bush) al afirmar que participar significa respaldar la tiranía y el fascismo. Agregó, según The Guardian: lo único que sé es que nunca podría ofrecer rosas a Hitler y, ciertamente, nunca podría cantar para él.

Las famosas bailarinas The Rockettes, del Radio City Music Hall, en Nueva York, también fueron contratadas para el festejo oficial, pero tan pronto se anunció su participación surgieron expresiones disidentes de varias integrantes que indicaban que no estaban dispuestas de participar. Phoebe Pearl publicó una foto con el lema no es mi presidente y comentó que encontraba odioso que tuvieran que bailar para un hombre que representa todo a lo que nos oponemos.

Mas allá de manifestaciones y actos de protesta en los primeros días del gobierno, algunos activistas jóvenes de diversas partes del país están montando un cuartel dentro de la capital para tener presencia permanente durante los primeros meses, y tal vez años, del nuevo gobierno, lo van a bautizar Distrito 13, en referencia al barrio rebelde de las películas de Los juegos del hambre. Otros se preparan para una larga lucha de resistencia por todo el país; o, como dicen algunos, la continuación de luchas que han surgido aun en el gobierno liberal de Barack Obama.

Entre algunas de ellas está el combate a la violencia oficial contra minorías encabezada por el movimiento Black Lives Matter, la continuación de la lucha por los derechos de pueblos originarios y la protección de sus tierras, que estalló con la convergencia más grande de pueblos indígenas en la historia reciente del país, en Standing Rock (el próximo ocupante de la Casa Blanca era accionista en la empresa que busca construir el oleoducto que detonó la resistencia en dicha reserva).

Organizaciones de inmigrantes y defensores de sus derechos siguen redoblando esfuerzos para proteger a los más vulnerables, mientras comunidades musulmanas se preparan para enfrentar las amenazas anunciadas por el nuevo gobierno, encontrando aliados en varios sectores, incluido el menos esperado: parte de la comunidad judía (ya se han establecido alianzas formales entre organizaciones nacionales musulmanas y judías).

A la vez, el movimiento Santuario para ofrecer protección a inmigrantes, sobre todo a indocumentados, ante posible persecución por el gobierno federal, se ha multiplicado con la participación de por lo menos 450 iglesias de todo el país (sanctuarynotdeportation.org) y más de 500 universidades se han declarado en favor de proteger a sus estudiantes indocumentados.

Gobiernos locales y algunos estatales también se han proclamado santuarios y en resistencia a políticas contra mujeres, gays y minorías. Por ejemplo, el senado estatal de California emitió un manifiesto de desafío inmediatamente después de la elección federal en el cual declaró: “California defenderá a su pueblo y su progreso. No permitiremos que una elección revierta generaciones de progreso…”

Alcaldes y jefes de policía de las principales ciudades del país, como Nueva York, Los Ángeles, Chicago y Houston, han declarado que sus gobiernos no colaborarán con el gobierno federal en acciones de persecución y deportación contra migrantes o el registro y vigilancia de musulmanes.

A la vez, organizaciones de defensa de derechos civiles de afroestadunidenses y latinos, agrupaciones antiguerra, movimientos ambientalistas locales y nacionales por los derechos laborales, como la campaña nacional para elevar el salario mínimo a 15 dólares la hora, junto con los que defienden las libertades civiles y los derechos constitucionales, afirman que se preparan para una resistencia a largo plazo.

Aunque hay respuesta, todo sigue fragmentado, y la derrota en tantas dimensiones no será superada rápidamente, pero a veces la oscuridad es, entre otras cosas, una invitación a la luz. En este año nuevo, todo depende de la respuesta.

* David Brooks es corresponsal del diario La Jornada en Nueva York.

Fuente: La Jornada


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