Rodolfo Bueno •  Opinión •  14/02/2023

Otro acierto de Seymour Hersh

La política de Estados Unidos, encaminada a derrotar estratégicamente a Rusia en el conflicto de Ucrania, puede conducir al enfrentamiento militar entre ambas potencias.

Washington espera que la entrega a Ucrania de armas cada vez más sofisticadas la ayuden no sólo a defenderse, sino también a apoderarse de la península de Crimea, del Donbass y otros territorios rusos, pero Rusia no va a ser derrotada por esa estrategia perversa, cuyo objetivo es exterminarla como país, nación y cultura, porque a lo largo de toda su historia ha sabido defender esos valores con entereza envidiable.

La idea de derrotar a Rusia es apoyada por los vasallos europeos de EEUU. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, sostiene que Occidente no puede permitir que Rusia gane y Ucrania pierda, pues eso equivaldría a la derrota del mundo entero. Mark Rutte, primer ministro holandés, dijo: “La guerra en Ucrania es nuestra. Ucrania debe ganar”. Annalena Baerbock, ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, afirmó: “Sí, tenemos que hacer más para defender a Ucrania… Pero la parte más importante y crucial es que lo hagamos juntos y no que nos echemos las culpas en Europa, porque estamos librando una guerra contra Rusia y no entre nosotros”. Zoran Milanovic, presidente de Croacia, comentó estas palabras: “La ministra de Exteriores alemana dice que debemos estar unidos porque ‘estamos en guerra con Rusia’. Yo eso no lo sabía. Tal vez Alemania esté en guerra con Rusia… Buena suerte esta vez, para que salgan mejor que hace 70 años”.

Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de EEUU, al hablar con el Senador Ted Cruz dijo: “Senador Cruz, a mí, como a usted… y, creo, como a toda la Administración presidencial, me agrada mucho saber que el Nord Stream 2 se ha convertido, como usted dice, en un montón de chatarra en el fondo del mar”.

El Presidente Putin piensa que detrás de esos ataques está alguien “capaz de organizar las explosiones técnicamente y que ya recurrió a ese tipo de sabotajes y fue pillado con las manos en la masa, pero quedó impune”. Dijo que el incidente fue beneficioso para EEUU, que ahora puede suministrar recursos energéticos a precios más altos. Karin Kneissl, exministra de Relaciones Exteriores de Austria, comentó que Estados Unidos es el país que más ha ganado con este sabotaje y que desde 2018 estaba determinado a asegurarse de que los gasoductos nunca llegaran a ser operativos, por eso creó tantos obstáculos y la construcción duró más tiempo de lo previsto. Ahora, con la tubería ya destruida, EEUU puede estar seguro de que no funcionarán en un futuro previsible. “Ahora sabemos que lo más probable es que fuera algún tipo de acción encubierta de la CIA, más militares, agencias estatales, Noruega, el Reino Unido y, tal vez, incluso Suecia. No tenemos ni idea. Pero hay muchos autores”.

A buena hora, hay varias dudas sobre la versión oficial. Alguien que pone el dedo en la llaga es Seymour Hersh, reconocido periodista ‎de Estados Unidos, ganador del premio Pulitzer por revelar la masacre perpetrada por soldados estadounidenses en la aldea vietnamita de My Lai; quien fue el primero en informar sobre el espionaje de la CIA contra los activistas que en EEUU se oponían a la guerra de Vietnam; sobre los bombardeos en Camboya; sobre la intervención de la CIA contra Salvador Allende en Chile; sobre la inexistencia de armas de destrucción masiva en Irak; sobre las torturas sistemáticas en la ‎cárcel iraquí de Abou Ghraib, durante la ocupación de Irak, y sobre la manipulación del ‎supuesto uso de armas químicas por el gobierno sirio.

En el artículo “Así eliminó Estados Unidos los gasoductos Nord Stream”, Seymour Hersh escribe: “El pasado mes de junio, los buzos de la Armada, que operaban al amparo de un ejercicio de la OTAN ampliamente publicitado y conocido como BALTOPS 22, colocaron explosivos, que tres meses después, al ser activados por control remoto, destruyeron tres de los cuatro gasoductos Nord Stream”.

Dijo que el Presidente Biden decidió sabotearlos luego de más de nueve meses de discusiones secretas con el equipo de seguridad nacional de Washington, con el fin de encontrar la manera de hacerlo mejor. “El problema no era si llevar a cabo la misión, sino cómo hacerlo sin dejar alguna pista abierta sobre quién era el responsable”.

A medida que iban en aumento las tensiones entre Ucrania y Moscú, el Presidente Biden consideró que los gasoductos eran un vehículo para que Putin utilice el gas como arma para sus ambiciones políticas y territoriales, pues el gas barato ruso disminuía la dependencia europea de Estados Unidos; además, Washington temía que, mientras Europa siguiera dependiendo de los gasoductos para obtener gas natural barato, países como Alemania se mostrarían reacios a suministrar a Ucrania el dinero y las armas necesarias para derrotar a Rusia.

Fue entonces cuando el Presidente Biden autorizó a Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de EEUU, formar un grupo interinstitucional. Lo que quedó claro para los miembros del grupo era que Sullivan quería que presentaran un plan para la destrucción de los dos gasoductos Nord Stream y que supieran que se cumplían los deseos del presidente. Como las explosiones debían ocurrir en medio del conflicto entre Moscú y Kiev, “cualquier acción que se pudiera atribuir a la administración estadounidense violarían las promesas de Estados Unidos de minimizar el conflicto directo con Rusia. El secreto era esencial”.

‎Como la planificación de la destrucción de los gasoductos, el acto de sabotaje más ‎importante desde la Segunda Guerra Mundial, comenzó en diciembre de 2021, meses antes del inicio de la ‎operación militar especial de Rusia en Ucrania, este conflicto no sirve de justificativo para la campaña agresiva contra todo lo ruso a nivel mundial.

“La Marina propuso utilizar un submarino recién estrenado para atacar directamente el gasoducto. La Fuerza Aérea discutió la posibilidad de lanzar bombas con espoletas retardadas que pudieran detonarse a distancia. La CIA argumentó que, se hiciera lo que se hiciera, tendría que ser encubierto”, porque, si el ataque era rastreado hasta EEUU, sería interpretado como un acto de guerra.

Para poder culminar el plan, decidieron solicitar ayuda a los noruegos. “Odian a los rusos, y su armada está llena de magníficos marineros y buzos que tiene generaciones de experiencia en la exploración altamente rentable de petróleo y gas en aguas profundas”, además, sabrán mantener el secreto, puesto que la destrucción de los Nord Stream les permitirá incrementar la venta de su propio gas a Europa. En junio de 2022, el parlamento de Noruega adoptó un acuerdo militar con ‎EEUU, que le concedía pleno acceso y uso ilimitado a cuatro zonas del ‎territorio noruego.

En marzo de 2022, algunos miembros del equipo volaron a Noruega para reunirse con el Servicio Secreto y la Armada de ese país. “Una de las preguntas clave era qué lugar exacto del mar Báltico era el mejor para colocar los explosivos”. Los noruegos no decepcionaron y no tardaron en encontrar el lugar adecuado.

Los agentes, que trabajaban en Noruega, tuvieron el siguiente problema: cómo detonar a distancia los explosivos C4, de alta potencia. No podían saber cuándo Biden pulsaría el botón. ¿Serían en semanas, meses, medio año o más? El problema era de azar: Cuanto más tiempo estuvieran los explosivos en el agua, mayor era el riesgo de que alguna señal aleatoria activara las bombas.

Se decidió que los explosivos C4, instalados en los gasoductos, se activaran mediante una boya de sonar lanzada desde un avión. Para evitar que estos dispositivos se activaran accidentalmente, debido a la compleja mezcla de ruidos que hay en el fondo del mar Báltico, el sonar emitiría una secuencia de sonidos tonales de baja frecuencia, muy parecidos a los que emite una flauta o un piano, que serían reconocidos por el temporizador y, luego de unas horas de retardo preestablecidas, se activarían los explosivos.

El 26 de septiembre de 2022, un avión de la marina noruega lanzó la boya de sonar. Pocas horas después, se activaron los explosivos C4 y tres de las cuatro tuberías quedaron fuera de servicio. A los pocos minutos, los charcos de gas metano que estaban en los gasoductos destruidos se podían ver esparciéndose por la superficie del agua, y el mundo se enteró de que había ocurrido algo irreversible.

‎La comunidad internacional debe exigir a la Casa Blanca una explicación seria, y no un simple rechazo a la acusación que la relaciona con este sabotaje. El artículo de Seymour Hersh, quien fue descrito por los republicanos como “la cosa más cercana que tiene el periodismo estadounidense al terrorismo”, debe ser objeto de una investigación profunda, puesto que hay muchos involucrados en este atentado, ya que las tuberías Nord Stream eran la vena energética que conectaba a la UE con Rusia, que le vendía gas natural a bajo precio, por lo que se convirtieron en un ojo de pollo en el talón de los intereses de Washington, razón por la que volaron los gasoductos. Como siempre, la pregunta del millón: ¿Quién le pone el cascabel al gato?

Fuente: Rebelión


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