Jorge Gómez Barata •  Opinión •  14/09/2016

Bolivia en momentos decisivos

Evo Morales, indígena, pobre y líder de los campesinos cocaleros quien, contra todos los pronósticos, con el apoyo de los movimientos sociales y otros sectores populares, alcanzó la presidencia de Bolivia en 2006, logró la relección en 2010 y 2015, ha enfrentado dos reveses sucesivos.

El primero se registró cuando sufrió un revés en el referendo convocando para tratar de medir el respaldo popular a la postulación en las elecciones de 2019 y que le resultó adverso. El otro configura la más grave crisis afrontada en sus diez años de gobierno y se relaciona con el conflicto con las cooperativas mineras que conllevó al asesinato del viceministro Rodolfo Illanes y ha desatado una crisis política de considerable potencial.

La envergadura del conflicto emana de la tradicional beligerancia del sector minero, del número de trabajadores directos e indirectos involucrados y del aporte a la economía nacional de la minería. Los mineros son el núcleo de la clase obrera boliviana y su sector más combativo, mejor organizado y políticamente activo, sin contar que están en todo el país.

El cuadro adverso entraña cierta paradoja al configurarse en momentos en que, en otros ámbitos, las cosas marchan bien. Del segundo país más pobre del hemisferio y el primero por la exclusión de los pueblos originarios, Bolivia se redefinió como el primer estado plurinacional del continente y su economía estancada y monopolizada por oligarquías nativas y compañías trasnacionales, devino una de las más florecientes y de mejores ritmos de crecimiento del continente.

En ese proceso, Evo Morales y sus administraciones, aplicando correctas políticas, avanzaron en el rescate de los recursos naturales mediante la nacionalización y la renegociación con los inversionistas extranjeros, especialmente en áreas como minería, petróleo, gas y servicios públicos, lo cual elevó los ingresos y permitió ampliar la inversión y el gasto público, desplegando políticas sociales inclusivas, basadas en una más justa distribución de la riqueza social.

Evo se las ingenió además para neutralizar los empeños separatistas de los caciques locales de las regiones de la llamada Media Luna formada por los departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, matizar demandas desenfocadas de líderes indígenas, enfrentar la constante hostilidad mediática y las campañas externas que lo llevaron a constantes confrontaciones con Estados Unidos.

Para Evo Morales, el vicepresidente Álvaro García Linera y el Movimiento al Socialismo (MAS), la tarea del momento es trabajar intensa e inteligentemente para administrar la crisis y desmontar el conflicto surgido con los cooperativistas mineros y sus jerarquías, evitando que se propague por el sector de las industrias extractivas, involucre a otras esferas de la economía y la actividad productiva y pueda ser manipulado para crear mayores dificultades.

En un peligroso momento de auge y envalentonamiento de la derecha regional, que cuenta ahora además de con el beneplácito de Estados Unidos, con poderosas bases en Paraguay, Argentina y Brasil, para Bolivia es imprescindible recuperar la paz social, rescatar la cohesión y la tranquilidad ciudadana que permitan profundizar la obra económica y social, reforzar el liderazgo popular y ampliar las bases de cara a los comicios de 2019.

El hecho de que, en calidad de presidente, para Evo Morales termine un ciclo político, obliga al Movimiento al Socialismo y al propio mandatario a esmerarse para encontrar y promover un candidato ganador. A la vez es preciso evitar nuevas provocaciones y acechanzas. El camino es difícil pero el pueblo boliviano necesita continuidad y la izquierda Latinoamérica una base y un referente exitoso. Allá nos vemos.

Jorge Gómez Barata es periodista cubano. Escribe para Visiones Alternativas, Rebelión y ¡Por Esto!.

Fuente: Por Esto


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