Guadi Calvo •  Opinión •  15/04/2021

India: Mao ataca de nuevo

El objetivo principal del gobierno de Narendra Modi parece ser el comenzar a derrotar definitivamente a las guerrillas maoístas.

Como resultado de las milenarias luchas del campesinado pobre de la India, fundamentalmente los dalit rurales o intocables y las tribus adivasis (marginadas), contra el sistema semifeudal y latifundista de los zamindars (propietarios de la tierra) -fenómeno que durante el dominio británico fue todavía más fortalecido- en 1967 surge la guerrilla maoísta, conocida como Movimiento Naxalista. Esta surge en la pequeña aldea de Naxalbari, en el corazón del estratégico corredor de Siliguri, al norte del estado de Bengala Occidental, también conocido como “el cuello de gallina india”. Se trata de un desprendimiento del Partido Comunista de la India-Marxista (CPI-M) liderado por Charu Majumdar, Kanu Sanyal y Jangal Santhal.

Desde entonces, el movimiento revolucionario, que más allá de su origen campesino tendría el aporte de vastos sectores intelectuales y universitarios y contaría con un largo historial de resistencia y lucha, ha estado lejos de revertir la tremenda realidad de los campesinos.

En su más de medio siglo de lucha ha sufrido golpes, avances y retrocesos, en los que miles de militantes han dejado la vida en una guerra sucia que no ha evitado las torturas, desapariciones y ejecuciones sumarias por parte del Estado. Pese a esto consiguieron afianzarse en diferentes áreas del país, llegando a dominar casi el 50 por cientos de las zonas boscosas. Lo que finalmente se conformaría como el mítico “Corredor Rojo” donde se establecían áreas liberadas, instalando gobiernos paralelos, cobrando impuestos, persiguiendo, confiscando y en muchos casos ejecutando a los zamindars. Aquellos avances fueron contrarrestados por durísimas operaciones del ejército, ayudado por una fuerza paramilitar cercana a los treinta mil hombres, cuyo verdadero costo en vidas se desconocen. Lo que si contamos es con el testimonio de que cientos de pueblos y comunidades campesinas fueran prácticamente desaparecidas, junto a las elevadas tasas de suicidios, tanto entre la población como entre los jawans (soldados).

La ofensiva de los Naxalista desde 1967, recién pudo ser detenida a partir de 1972, cuándo el movimiento insurgente pasó a un estado casi larval, con acciones intermitentes. Pero a comienzos de este siglo reaparecen nuevamente con mucha más virulencia, con una fuerza estimada en cerca de 15 mil combatientes de las regiones más pauperizadas del país, en respuesta a los altos niveles de la corrupción estatal y financiera, sostenida a fuerza de la marginación de la gran mayoría de los más de 1.400 millones de indios.

En septiembre de 2004, el Partido Comunista de la Guerra Popular de la India (marxista-leninista) y el Centro Comunista Maoísta (Naxalista) se unieron para formar el Partido Comunista de la India (Maoísta). Al año siguiente eran doscientos los distritos en que existía operaciones de los naxal, aunque no pudieron sostenerlos y en pocos años la cifra se redujo a noventa distritos, aunque solo en treinta operaban con dominio del territorio, siempre inaccesibles para las fuerzas regulares, dada las condiciones del territorio quebrado y las espesas junglas.

Tras el asalto a una importante armería del ejército, en el estado de Orissa, de donde robaron una importante cantidad de armas y mataron a quince guardias en febrero de 2008, el gobierno ordenó al año siguiente una nueva operación contra la insurgencia, conocida como Green Hunt (Caza Verde) que involucró entre veinte y sesenta mil paramilitares, además de fuerzas regulares nacionales y provinciales, que contaron con un presupuesto cercano a los 500 millones de dólares para el periodo 2010 – 2011 y 600 para el de 2011- 2012. Los milicianos maoístas reaccionaron con durísimas operaciones militares y con un incremento de combatientes que superó los veinte mil hombres y un entramado de simpatizantes activos que sobrepasó los cincuenta mil. Para 2014 llegaron a 200 mil los efectivos regulares destinados por el gobierno central a combatir a los insurgentes, lo que marcó un nuevo declive del movimiento naxalita, que más allá de esporádicas acciones, concentradas en zonas rurales y regiones tribales de los estados de Chhatisgarh y Jharkhand, no hna protagonizado hechos destacables.

¿Un nuevo amanecer?

Mientras tanto, se conoce que en el hospital central de Raipur, la capital del Estado de Chhattisgarh -el que las autoridades consideran el último bastión maoísta y es a la vez uno de los diez más afectado por el Covid-19- los cadáveres de las víctimas de la pandemia se amontonan en los pasillos y patios del edificio. El hospital ha recibido esta última semana un contingente importante de muertos, ya no por la enfermedad sino por la nueva irrupción insurgente que, en los primeros días de abril, emboscó una patrulla del ejército indio asesinando a veintidós militares de una fuerza conjunta, de la que solo el batallón de élite Cobra aportó mil comandos.

Tras haber recibido información de inteligencia, en el área se había detectado la presencia de unos cincuenta guerrilleros en Bodaguda el 25 de marzo y de otros setenta milicianos en Silger, a unos 200 kilómetros. El dos de abril, por la noche, las tropas regulares ingresaron a los bosques de Bijapur y Sukma, en procura de los milicianos. Apenas tres días después estos realizaron la emboscada que se produjo tras un falso ataque a uno de los campamentos militares que se había levantado, con lo que atrajeron a los soldados a la espesura donde fueron sorprendidos. La desbandada de los jawans les dio el suficiente tiempo a los guerrilleros para requisar el armamento de los soldados muertos y retirarse sin dejar rastros.

Según fuentes oficiales hacía más de un año, que se había registrado la presencia de los maoístas, en el área, logrado incluso intervenir en sus comunicaciones, y por los resultados los milicianos lo sabían, por lo que pasaron información errada.

Los mandos militares han reconocido que por el tipo de fuego que recibieron y la estrategia con la que operaron, las fuerzas represivas se encuentran frente a un enemigo que ha renovado tantos su poder de fuego como sus tácticas.

Este ataque ha sido el que más bajas ha producido a las fuerzas de seguridad desde junio de 2017, donde tras dos ataques sucesivos en Bhejji y Burkapal, murieron unos cuarenta jawans. Diez días antes, tras la explosión de un IED (artefacto explosivo improvisado, por sus siglas en inglés) había provocado la muerte de cinco hombres pertenecientes a la policía del estado de Chhattisgarh,

Según algunas fuentes, el grupo que estableció la emboscada pertenece al que se conoce como Batallón 1 del ejército insurgente, a cargo de uno de los líderes más importante de la organización. Se trata de Madvi Hidma, un adivasis cercano a los cuarenta años, nacido en lo profundo de la selva en la aldea de Puverti. Es el miembro más joven del Comité Central del Partido Comunista (maoísta) con una larga trayectoria en la insurgencia y se lo cree responsable de la emboscada que en abril de 2010, en cercanías de la aldea de Chintalnar  (Chhattisgarh), provocó la muerte de 76 policías y 8 milicianos, lo que se convirtió en el ataque más sangriento de los insurgentes contra una fuerza de seguridad. Al mes siguiente, hombres del comandante Hidma produjeron un atentado contra un ómnibus en Dantewada (Chhattisgarh) dejando unos cuarenta muertos, entre ellos varios policías de la fuerza especial (SPO). En 2013 su fuerza sería responsable de otro importante ataque contra un convoy de 25 vehículos que trasportaba dirigentes estaduales del Partido del Congreso Nacional Indio, que causó la muerte de al menos treinta personas en el valle de Dharba (Chhattisgarh), por lo que el gobierno estadual al igual que otras oficinas estatales han puesto un alto precio a su cabeza.

Su reconocida templanza para enfrentar los combates y su inteligencia para trazar las operaciones, junto a la llegada cercana a sus hombres, lo ha rodeado de un halo mítico que incluso destaca la prensa india, lo que lo pone como el objetivo principal del gobierno de Narendra Modi para comenzar a derrotar definitivamente a la guerrilla maoísta.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook:

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