La izquierda, entre la unidad y la inflación
Escribo estas líneas antes de que se celebre el acto de anuncio de la candidatura de Yolanda Díaz para las elecciones generales al frente de Sumar. Independientemente del resultado de este evento, lo cierto es que la figura de la Ministra de Trabajo se ha erigido en referente para todo el espectro político situado a la izquierda del PSOE, donde consolida un liderazgo que nadie pone en cuestión, afianzado a través de una gestión impecable y de unas formas(en política cuentan mucho)que han tendido puentes y tejido sólidas redes de complicidad. En resumidas cuentas, que la izquierda dispone de una figura pública del más alto nivel con la que concurrir a las próximas elecciones generales.
Ciertamente, esto es bastante para las derechas y la socialdemocracia, ya que estas corrientes abordan los procesos electorales desde una perspectiva meramente mercantilista en la que el marketing, sustanciado en el bombardeo publicitario en torno a una personalidad, es determinante para la consecución de resultados positivos. Pero en lo que hace a la izquierda, un rostro popular que cae bien es condición necesaria, pero ni mucho menos suficiente, para articular una amplia mayoría social en torno a un proyecto de cambio real. Hay dos piezas que son imprescindibles para materializar la alternativa: el programa y la unidad. Respecto del primero, no en vano todos y todas recordamos aquel ’programa, programa, programa’ de Anguita, expresión de lo esencial que resulta para las y los progresistas poner blanco sobre negro las propuestas a presentar ante a la sociedad para que la política sea algo más que un espectáculo, muchas veces patético(véase la esperpéntica moción de censura de Vox), donde las concurrencias electorales se asemejan a campañas meramente publicitarias en las que abundan las mentiras, la demagogia y los insultos, de manera que la gente no sabe muy bien si le están vendiendo un político o un coche de segunda mano.
Y en torno a la cuestión programática, Yolanda Díaz y Sumar tienen un cierto conflicto: van a presentar unas ofertas que pueden chirriar con lo que se hace, o no, desde un gobierno en el que tienen una presencia relevante. La vicepresidenta segunda, en su intervención con motivo de la moción de censura de la ultraderecha, avanzó un modelo fiscal que no es el que parece tener intención de implementar el PSOE, pero que resulta imprescindible para captar los recursos necesarios con que mantener y mejorar el Estado del Bienestar. Por no hablar de los dos asuntos de urgencia que preocupan sobremanera a la población: el de la vivienda, en su doble vertiente de hipotecas y alquileres, y el de la inflación, particularmente en lo que atañe a la cesta de la compra. En este último aspecto, la actitud que muestran Calviño y Planas es exasperante por cuanto llaman a esperar a ver qué pasa, mientras la situación se deteriora día a día al no mostrar el coste de los alimentos sesgo de contención, sino más bien al contrario. Si la izquierda censura(como debe hacer)este comportamiento indolente de su socio gubernamental, la opinión pública podría pensar que Unidas Podemos(o Sumar) está en misa y repicando, y eso no se acepta de buen grado. Si no se resuelve el problema de la inflación, desagüe por el que se pierden la subida de las pensiones y el incremento del salario mínimo, la derecha y la ultraderecha alcanzarán La Moncloa a finales de 2023, porque el desgaste afectará, al menos, a alguna de las fuerzas del ejecutivo(o a las dos), lo que haría imposible reeditar la coalición.
Creo que la izquierda debiera entender que la presencia en los gobiernos no es un fin en sí mismo, sino un instrumento para cambiar la vida de la gente. Si llegado un momento en el que mantener un sillón ministerial no sirve a ese objetivo, sino que más bien resulta contraproducente, existen otras formas, como el apoyo parlamentario condicionado, que hacen posible conquistas y, a la par, evitan que las fuerzas reaccionarias lleguen al poder. Es lo que practican, con indudable éxito, partidos como ERC y Bildu, que consiguen mejoras indudables desde la modestia de sus respectivas fuerzas parlamentarias, pero a la vez no se responsabilizan de las acciones u omisiones dudosamente progresistas que parten desde el Consejo de Ministros.
La otra viga del edificio que debe ser Sumar es la unidad. Y a este respecto, es del todo punto imprescindible que Podemos esté dentro de ese frente que encabezará Yolanda Díaz, porque la unidad, a diferencia de la inclusión en un gobierno, sí es un fin en sí mismo. El partido que ahora dirige Ione Belarra cambió la política de este país y puso carteras ministeriales en manos de quienes no las tenían desde 1936. Ha sufrido una persecución inmisericorde por parte de los poderes fácticos, y hasta encaja alguna humillación que otra a manos de la gente de Sánchez. Sin Podemos, revestido de una autoridad política y moral indudables, no hay confluencia real porque no existe posibilidad de que Sumar efectivamente sume. En consecuencia, hay que escuchar a la gente de Pablo Iglesias y no levantarse de una mesa de negociación mientras no formen parte de esa casa común cuyos cimientos se echaron el pasado domingo.
Ya hay una lideresa fuerte que arrastra multitudes. Están por hacer la coherencia programática y una férrea unidad. Con estos tres ingredientes será posible evitar que quienes, cabalgando sobre el descontento que provoca la inflación, nos lleven a una nueva época de oscuridad.
joseharohernandez@gmail.com