Enorme y saludable victoria del feminismo argentino
Es difícil contener la emoción después de lo ocurrido en estas últimas 24 horas en Argentina. Y más difícil aún es intentar reflexionar sobre caliente de lo que significa esta victoria feminista de obtener, a puro pulmón y muchísima convicción de pelear por una causa justa, la media sanción de Diputados a la ley del aborto legal, seguro y gratuito.
No, esto no es el resultado de un día ni siquiera un mes, sino de 33 años de fuerte militancia a partir de aquellas pioneras que comenzaron a reunirse con sus compañeras en el Encuentro Nacional de Mujeres. Claro que aquellas, convencidas de que era necesario visibilizar sus reivindicaciones, también eran herederas de otras tantas que aquí y en el mundo se sacrificaron, y algunas hasta dieron la vida por reclamar frente al poder patriarcal institucionalizado la necesidad de despenalizar el aborto.
Teniendo en cuenta que año tras año lo que fue al principio un hilo de agua se convirtió en una contundente marea verde, fortalecida por la extraordinaria campaña “Ni una menos”, hay que agradecerles a todas estas luchadoras su decisión y su coraje. Enfrentaban con su actitud al peor de los poderes, el patriarcal, ese que se camufla en todos los sectores de cualquier sociedad, que habita en las viviendas y en las camas, en los trabajos y en las aulas. Pero sobre todo responde ideológicamente a lo que marca la “sacrosanta Iglesia”, la misma que quemó en hogueras a miles de mujeres como estas que hoy festejan en las calles su triunfo.
Mujeres con agallas y ternura, mujeres conscientes de que están poniendo el cuerpo para que otras no lo pierdan en un aborto clandestino. De eso se trata esta marea verde que saludablemente nos ha invadido y que ha llegado para quedarse. Da gusto ser testigos y testigas de un momento tan emblemático, parecido a aquel que consagró la compañera Evita consagrando el “voto femenino”, o el logrado con la sanción de la ley del divorcio o la reciente del matrimonio igualitario. Son hitos imborrables en la memoria de los pueblos. De allí que se festeje la victoria con risas, cantos, consignas llenas de ironía hacia los y las antiabortistas, y también con llanto por todo lo traginado para obtenerla.
Sin embargo, hay un aspecto fundamental que debe servir de ejemplo a quienes luchamos por cambios revolucionarios y por una Argentina inclusiva, plurinacional y pluricultural, y es el valor de lo que ha significado la unidad para todas estas luchadoras. Desde el principio pusieron la mira en el objetivo, vieron el árbol y tuvieron en cuenta el bosque y actuaron en consecuencia. Llevaron primero el debate a todas las instancias y luego se propusieron efectivizarlo. Las hijas adolescentes y jóvenes con sus padres, profesores y hasta con aquellas amigas contaminadas por el discurso patriarcal. Las hermanas con los hermanos, y ni que hablar de las parejas, ya que también se trasladó la discusión hasta los confines de las propias relaciones amorosas. Después, en un in crescendo imparable, se apuntó a los políticos, a los sindicalistas, al mundo de la cultura, a las y los miembros del Parlamento y hasta a las y los ministros. Ningún sitio quedó sin visitarse y nadie pudo (puede) decir que “no se enteró de qué se trataba”. De esta manera y con enormes movilizaciones en la calle -el arma fundamental de toda o todo aquel que quiera conseguir una reivindicación- se llegó al actual momento.
Otra fórmula esencial es el carácter asambleario del movimiento de mujeres. Amplio, asambleario, horizontal y autogestivo. Una enseñanza a tener en cuenta por todas las organizaciones, grupos o entidades que se enfrentan a este Sistema.
Resumiendo: convicción de saber por qué se pelea, formación para dar la batalla, unidad para lograr fortaleza, autogestión y por último, la calle como canal de la lucha. Esas cuatro virtudes coronan la alegría por lo ya logrado y marcan un derrotero para futuras ofensivas contra aquellos que tratan de robarnos la ilusión de otro mundo posible.
En lo que hace a todas y todos aquellos que en estos últimos años nos pusimos con orgullo y humildad el pañuelo verde de la rebeldía feminista, vale agradecer haber podido compartir esta última jornada de lucha y festejo frente al Parlamento con un mar de pibas bulliciosas, creativas, entusiastas, peleonas, decididas y con la sonrisa a flor de piel. Cientos de miles gritando y bailando, haciendo llegar en todo momento su exigencia a quienes en el Parlamento (al amparo del frío invernal que se soportó en la calle) discutían la aprobación de la ley tan esperada. Aplaudiendo a aquellas o aquellos parlamentarios que las expresaban cabalmente, y abucheando a quienes son nostálgicos de la Inquisición, las dictaduras y los pensamientos más retrógrados. Capaces de colgarse muñequitos de fetos de su cuello y desgañitarse en discursos “por la vida” pero a la vez obligando a abortar a sus mujeres en clínicas privadas. Discípulos del “eso se hace pero no se dice”, que consagra la hipocresía reinante en múltiples esferas.
Finalmente, cuando la utopía y la ley se hicieron realidad, la explosión de satisfacción nacida en las calles adyacentes al Congreso se expandió como reguero verde por toda la ciudad y el país (donde también hubo concentraciones similares) y le cambió el rostro a mucha gente que vive apesadumbrada por lo que significa este mal gobierno. Bocinazos desde los autos, abrazos espontáneos en cualquier esquina entre desconocidos pero iguales en el reclamo, más risas, más lágrimas. Autoestima al palo, como decimos por estas tierras. Fuerza para ir por más, aunque no les guste a los que mandan y pretendan asustarnos con su poder represivo. Estas maravillosas mujeres son hoy vanguardia y detrás de ellas nos encolumnamos humildemente, además de empezar a deconstruir ese pensamiento patriarcal que todos llevamos adentro. Ya es hora.
*Integrante de la Coordinadora Resistir y Luchar.