Venezuela. John Bolton “Qué difícil es dar un golpe de Estado allí”
Hipócritas y tarifados. Así, con la habitual polémica que lo caracteriza, el presidente del parlamento venezolano, Jorge Rodríguez, ha estigmatizado a los medios hegemónicos, que están asombrados con las declaraciones de John Bolton. El exasesor de seguridad nacional de Donald Trump (entre 2018 y 2019), admitió que el gobierno de EE.UU. «ayudó» a dar golpes de estado en otros países. Lo hizo respondiendo a la pregunta de un periodista de CNN, Jake Tapper, sobre el ataque al Capitolio, el 6 de enero de 2021: no fue un golpe, dijo, “créanme que yo sé de golpe, quiero decir, por haber ayudado a planear ellos no aquí sino en otros países”. Para preparar un golpe -añadió- «hace falta mucho trabajo», mientras que Trump no hizo más que «saltar de una idea a otra, hasta acabar incitando a los responsables de los disturbios en el Capitolio».
En cuanto a las intervenciones en otros países -tanto previamente reivindicadas por funcionarios estadounidenses, como lo hizo Hillary Clinton en su libro sobre el golpe de estado contra Manuel Zelaya en Honduras, como probadas años después por documentos desclasificados, como la intervención de la CIA contra Salvador Allende en Chile – Bolton se mantuvo vago. Sin embargo, sí se refirió a Venezuela: a los intentos desestabilizadores contra el gobierno de Nicolás Maduro, que culminaron con la operación Gedeón 2020. En mayo de 2020, un grupo de mercenarios de Colombia intentó desembarcar en las costas venezolanas, pero fue rechazado por la reacción de los pescadores organizados en el poder popular, asistidos por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
El objetivo de los paramilitares, incluidos dos exmarines, era llegar a la capital, Caracas, secuestrar al presidente Maduro con el apoyo aéreo de fuerzas estadounidenses y golpistas locales, y eliminar a un gran número de líderes chavistas. Vale recordar que, en ese período, Trump, en un crescendo de delirio neocolonial, había venido a poner precio a las cabezas de Maduro y otros líderes chavistas.
La recompensa milionaria, como demostraron más tarde los golpistas refugiados en Miami (en perenne disputa entre ellos por el reparto del botín) en varios reportajes, había despertado grandes apetitos, como en los tiempos del Lejano Oeste. Los planes mercenarios fueron descubiertos y difundidos tras la detención del grupo de invasores, perteneciente a una empresa de seguridad privada, encargada de proteger las actividades políticas de Trump.
“Sobre Venezuela -dijo Bolton- escribí en mi libro, pero ese intento de golpe no tuvo éxito. Vi lo que había que hacer para que la oposición tratara de derrocar a un gobierno elegido ilegítimamente.” Tanto esfuerzo por nada, admitió Bolton, rindiendo todavía homenaje al gran trabajo realizado para exportar la democracia modelo estadounidense. Esfuerzos desperdiciados porque, dijo la alta funcionaria Carrie Filipetti en una larga y esclarecedora entrevista con la BBC, los círculos militares no han traicionado a Maduro, y las valoraciones sugeridas por la derecha golpista no han permitido una estrategia efectiva.
Filipetti fue subsecretaria de Estado para Venezuela y Cuba durante la presidencia de Trump, al frente de una comisión permanente (de injerencia). En la entrevista relata el día de la autoproclamación del oscuro diputado Juan Guaidó, catapultado al rango de «presidente interino» de Venezuela. Y luego explica en detalle, aunque con algunas omisiones que contradicen lo dicho públicamente por Bolton o Mark Esper, la aplicación criminal y el verdadero propósito de las medidas coercitivas unilaterales, así como el robo de activos de Venezuela al extranjeros: para permitir que su títere reparta algunas prebendas, dada la imposibilidad de administrar los recursos del Estado, y así mantener su pantomima de «gobierno» virtual.
El imperialismo, por tanto, tuvo que admitir que el principal motor de la revolución bolivariana, la unión cívico-militar construida por Chávez y renovada por dos mandatos por Nicolás Maduro, no ha fallado. A pesar de sus ataques multicéntricos y multimillonarios, el único factor que el imperialismo no pudo calcular fue la conciencia de clase y la organización, que resistió contra viento y marea. La cohesión política, la firmeza en los principios, anclados en la historia anticolonial y revolucionaria, el balance de los intentos revolucionarios por derribar las «democracias camufladas» de la IV República, y no las presiones corporativas, disfrazadas de falsas alternativas «antisistema» y el “fin de las ideologías, son los factores que mueven el verdadero cambio. De lo contrario, como vemos con tristeza en Europa, y especialmente en Italia, donde la palabra comunismo se ha vuelto impronunciable, la propaganda bélica tiene sus efectos, desorientando las conciencias y los cerebros.
«Están tan acostumbrados a comprar traidores, que no pueden concebir una realidad diferente», dijo Jorge Rodríguez, bromeando con la descripción de Bolton y Filipetti del esfuerzo realizado para organizar la desestabilización del país: «Parecía describir el trabajo de un voluntario, de un ecologista, de un trabajador social, mientras planeaban la matanza de seres humanos”, dijo el presidente del parlamento. Y el diputado Pedro Infante agregó: “El imperialismo yanqui, los halcones del gobierno, tanto republicano como democrático, continúan con la política de agresión que se ha perpetuado contra nuestro pueblo durante más de dos siglos. Pero hoy nuestro pueblo clama: Leales siempre, traidores, nunca. Seguiremos venciendo”.
Carrie Filippetti, que hoy sigue impulsando la «democracia» al frente de la ONG Vandenberg, también se extiende sobre los últimos dos viajes realizados por las delegaciones norteamericanas a Venezuela, destacando el papel del halcón James Story, embajador en Colombia, y los planes de EEUU sobre las próximas elecciones presidenciales de 2024 en Venezuela. Se queja de que la administración Biden oscila entre un interés por obtener el petróleo de Venezuela en el contexto del conflicto en Ucrania, que solo la presidencia legítima de Maduro puede garantizar, y una obsesión por derrocarlo al seguir apoyando a la banda de ladrones poco fiables en los que EE.UU. ha invertido.
En tanto, se hizo pública una carta de los familiares de los mercenarios detenidos en Venezuela y de algunos altos funcionarios de la empresa Citgo (sucursal de Pdvsa en EE.UU.), condenados por espionaje y corrupción. Los familiares proponen intercambiar a los detenidos estadounidenses con el diplomático venezolano Alex Saab, secuestrado y deportado ilegalmente a EE.UU., y con los sobrinos de Cilia Flores, diputada y dirigente chavista y esposa de Maduro, quienes se encuentran detenidos en Norteamérica bajo sospecha de supuesto narcotráfico. También exigen el alivio de las «sanciones» y acusan a James Story de sabotear las negociaciones.
“Story más que Maduro fue el gran obstáculo para que se llevara a mi hermano a casa”, escribió Mark Denman, hermano de Luke Denman, uno de los mercenarios capturados durante la fallida Operación Gedeón. Otras fuertes críticas a la delegación de Biden también llegaron desde las redes sociales del periodista y politólogo, John Sweeney, quien se sumó a las denuncias contra Roger Cartens y Story como saboteadores de la negociación. “El acuerdo alcanzado con el presidente Nicolás Maduro –escribió el periodista- fue cancelado por el propio mandatario en el último momento, debido a una reunión que sostuvieron James Story y Juan Guaidó, exdiputado y cómplice del robo de Citgo, en paralelo a las conversaciones”.
Hipócritas y tarifados, los medios hegemónicos. Ahora obligados a hablar de la operación Gedeón, que se dedicaron a desmentir, desacreditando al gobierno bolivariano y las pruebas irrefutables que produjo. Ahora hablan, sólo por el “descuido” neocolonial de John Bolton y por las declaraciones de la diligente funcionaria Filipetti. Una operación más de desenmascaramiento del papel que juega el imperialismo yanqui, cualquiera que sea la administración que lo guíe, y sobre la subversión de las clases dominantes: lo que debería hacer reflexionar los que ven en la OTAN y en los EE.UU. factores de «progreso».
“Las declaraciones de Bolton indican que Estados Unidos es el peor enemigo de la democracia y de la vida”, dijo el expresidente de Bolivia, Evo Morales, quien fue víctima de un golpe de Estado con falsas denuncias de fraude y de la “autoproclamación” de Janine Añez, en 2009. Para el Ministerio de Relaciones Exteriores de China, no es de extrañar, porque la injerencia de EE.UU. en los asuntos internos de otros países y los intentos de golpe son “su práctica común”. La vocera de la cancillería rusa, Maria Zakharaova, pidió en cambio una investigación internacional, para averiguar en qué otros países Estados Unidos ha planeado golpes de estado.
Silencio, eso sí, por parte del Alto Representante de la UE para Política Exterior de Seguridad, Josep Borrell, particularmente locuaz y activo en la política de injerencia contra Venezuela, y gran patrocinador de los golpistas venezolanos.