Las salpicaduras reales
La derecha española insiste en que no es una huida, pero a muchos se le asemeja bastante, es como lo del pato, que si tiene plumas, el pico chato, camina balanceándose y hace cuac, cuac, pues todos dirían que es un pato.
Se marchó para quitar ruido e intentar no dañar la corona, pero todo indica que ese objetivo tampoco se ha logrado.
Donde nadie discrepa es en el descrédito de Juan Carlos I y, las salpicaduras que han pringado a Felipe VI.
A pocos le importa dónde se ha ido el ex monarca, total, donde esté siempre será el lugar más inadecuado cuando de esconder las vergüenzas se trata. Como la clase real del mundo es pequeña, el que se conozcan entre ellos es fácil, así que cada uno de ellos sabe del pie que cojea el otro, por ello da igual dónde se meta Juan Carlos, lo importante es cómo será recordado en su país y, si regresará a vivir en él, solo que para hacerlo hace falta una sola cosa que hasta hoy no ha hecho Felipe VI, dar la cara.
Lo que también a muchos, como al escribiente, sorprende, es que el Rey Felipe VI, el transparente, no haya salido a decir algo porque como el responsable es Juan Carlos, es él quien debe hablar, olvidando – Felipe VI – que él es el Jefe del Estado español.
Por otra parte nadie se cree que Pedro Sánchez diga que no sabe dónde está el emérito, que no diga con qué dineros Juan Carlos está pagando los viajes de avión y sus estadías y, quiénes o cuántos son sus escoltas y cómo y dónde cobran sus sueldos. Un presidente con 22 ministros y más de 700 asesores no puede decir que es un problema de la casa real.
Tenemos la sensación de que quienes quieren parecer maestros de la pintura, no llegan ni a la brocha gorda; no es que los españoles seamos los más listos del mundo, nunca vamos de ello puesto que sabemos dónde pisamos, pero de ahí a ser tontos, hay un millón de kilómetros.
Juan Carlos se marchó el pasado 3 de agosto y, desde ese momento los monárquicos intentan hacerle sobrevivir convirtiéndole en el personaje esencial de la moderna democracia española; que sin él seguiríamos bajo el régimen franquista.
Sin embargo, nunca ha sido inteligente aceptar todo sin hacer preguntas, seguro que ha habido otras figuras que ayudaron a consolidar nuestra democracia: Suarez, Carrillo, Fraga…Intentar que se aceptemos todo sin reservas no ayuda a convencer a nadie, al igual que a nadie convence la exagerada, absoluta y exclusiva fidelidad arrogada a la corona por parte de los líderes de la derecha española.
No se trata de no reconocer a Juan Carlos como un valor que naciendo de una dictadura mutó hasta convertir al reino español en una de las grandes democracias del mundo. De lo que se trata es que hubo un momento en su vida en que desconectó de sus obligaciones morales. Los eventos públicos donde aparecía con su familia y su amante no pueden tener otro juicio como el que se me aplicaría a mí si hiciere lo mismo delante de mis hijas.
Aunque fue en África (2012) donde para los españolitos comenzó a estropearse su juego, y aunque jurara que nunca más mataría a otro elefante, ahora parece que lo de los dineros venía gestándose mucho antes (2008). Su majestad cumplió con lo de no matar elefantes, pero parece que nunca se comprometió a dejar de ganar dinero.
Ahora está desacreditado y las principales voces del monarquismo local se afanan en hacernos creer que la historia le dará el lugar de honra que se merece Juan Carlos I; pero otros, creen que el 3 de agosto de 2020 será recordado como una fecha histórica de cuando el juancarlismo se cayó y su líder se fue a escondidas de su amado pueblo.
No se trata tampoco de olvidar el pasado del rey simpático, de Juan Carlos el bonachón, pero cuanto más se empeñan los monárquicos en ello, más viva se hace la llama de los 65 millones de euros con firma real incluida y pública (2012).
En cuanto a Felipe VI, el preparado, mientras el Psoe y el PP lo quieran, le irá bien.