André Abeledo Fernández •  Opinión •  16/11/2020

El polvorín del Sáhara Occidental, una guerra con muchos culpables y un pueblo como víctima.

Cuando hace poco más de un año estuve en los campamentos saharauis en Argelia, me encontré a un pueblo orgulloso apesar de su situación desesperada, a una juventud muy politizada y consciente, capaz de hacer análisis geoestrategicos muy certeros.

Pero también a una juventud valiente pero cansada de esperar justicia, una juventud condena al destierro y sin futuro dispuesta a luchar y morir por su libertad.

Después de casi 30 años de alto el fuego, estalla la guerra del Sáhara Occidental a causa de la violación del acuerdo militar llevado a cabo por Marruecos y que ya ha sido denunciado ante la ONU y el Consejo de Seguridad.

A las 7:00 de la mañana, militares marroquíes cruzaban la zona de amortiguación prohibida para atacar a los manifestantes quemando sus jaimas.

El Ejército de Liberación Saharaui a través de la capitanía del primer regimiento militar responde a esta agresión con una ráfaga continua y bombardeos con artillería pesada.

Se recrudece el intercambio de fuego entre ambos bandos, trasladándose el conflicto hacia la zona este de El Guerguerat.

Se producen intercambios de misiles al norte del Sáhara Occidental en Mahbes, Farsia, Um Legta y Tifariti así como varias maniobras militares en la zona liberada de Bir Lehlu.

El ejército saharaui rescata de la zona a los manifestantes que protestaban y los traslada a un lugar seguro y alejado de los choques armados.

De nuevo, las fuerzas marroquíes comienzan a replegarse para refugiarse dentro de los territorios ocupados.

El gobierno saharaui declara el estado de guerra en virtud de la violación de los términos del acuerdo militar firmado entre ambos contendientes y el ejercito publica su primer informe militar donde confirma el ataque y la información recogida.

Hasta ahora continúan los choques militares en varias partes del muro marroquí.

Poca gente sabe que el muro de la vergüenza más largo del mundo no está en Palestina, sino que fue levantado por Marruecos para separar al pueblo saharaui.

La crisis de la pandemia del COVID-19 lo ocupa todo, es algo que entra dentro de la lógica, lo estamos sufriendo en nuestras propias carnes y en nuestra tierra.

Pero existe un conflicto olvidado y aparcado, un pueblo desterrado en el desierto.

Todos los gobiernos han ido aparcando la deuda histórica que tenemos con el Sáhara Occidental.

El actual gobierno progresista tiene el deber de cambiar la posición injusta y traidora que ha tenido el Estado español para con el pueblo saharaui.

La estrategia de Marruecos en el Sáhara ocupado es una copia de la estrategia que sigue Israel en Palestina.

Una ocupación militar del territorio saharaui y la construcción de un muro de la vergüenza.

Un muro que comenzó a construir Marruecos en 1987 para cerrar la salida al mar al Frente Polisario. Y todo ello con la complicidad de la Unión Europea que en aquel momento negociaba con Marruecos un acuerdo de pesca en los caladeros saharauis.

El muro también  separa el Sáhara ocupado del territorio liberado controlado por el Frente Polisario.

Marruecos muestra un total desprecio y desobediencia a las resoluciones internacionales que obligan a la celebración de un referéndum de autodeterminación.

Y como en el caso de Israel esta actitud no tiene ningún tipo de consecuencias para Marruecos.

Dentro de la estrategia marroquí están las políticas de castigo al pueblo saharaui con la intención de echarlos de su tierra, unido a incentivos económicos y entrega de tierras a los colonos marroquíes que se instalen en el Sáhara, con la clara intención de que en el caso de verse obligados a celebrar un referéndum, la población del Sáhara sea mayoritariamente de procedencia marroquí.

Con la educación practican la negación de la historia del Sáhara, la prohibición de su lengua, recordemos que en territorio del Sáhara no existe ninguna universidad y aquellos saharauis que pueden permitirse seguir estudiando se ven obligados a hacerlo en Marruecos.

Desde 1991 en el que se firma el alto el fuego y se establece el Plan de Paz el pueblo saharaui vive secuestrado en su propia tierra, o exiliado en el inhóspito desierto de Argelia a la espera de que Marruecos cumpla con su deber de permitir un referéndum donde el pueblo saharaui decida sobre su futuro, sobre su autodeterminación, sobre su independencia.

La situación del pueblo saharaui es la de un nación sin estado y separado.

Una parte sobreviven secuestrados, torturados y reprimidos por las fuerzas de ocupación marroquíes en el Sáhara Occidental y la otra sobrevive en una situación de precariedad permanente en los campamentos de Argelia.

Pero el pueblo saharaui nunca se ha rendido y continúa la lucha por recuperar su tierra y su soberanía.

El pueblo saharaui masacrado y abandonado por casi todos, nunca se ha rendido ni arrodillado, ha sabido organizar un gobierno en el exilio, un ejército, unas instituciones y es capaz de defender la soberanía de los territorios liberados, el Frente Polisario ha sido capaz de mantener el control sobre 60.000 kilómetros cuadrados, un 25% del territorio del Sáhara, con una población civil de unos 30.000 habitantes.

La ocupación y represión en el Sáhara es un conflicto abierto y activo que trata de esconderse a la opinión pública.

Hablamos de personas desaparecidas, de fosas comunes, de asesinatos, de torturas, de abusos sexuales y violaciones, pero el mundo calla y mira hacia otro lado.

En el 2005 el pueblo saharaui en el territorio ocupado comenzó una “Intifada” pacifica para reclamar su “independencia”, 16 `personas fueron asesinadas por las fuerzas de ocupación marroquíes, muchos más detenidos y condenados en juicios sin garantías.

La libertad del Sáhara es una responsabilidad histórica del Estado español y sus gobernantes.

España tiene una deuda con un pueblo al que traicionó y entregó a Marruecos, una deuda que no tiene la menor intención de pagar.

El emérito y un gobierno franquista y traidor por naturaleza vendieron al pueblo saharaui.

Según la legalidad internacional, España sigue siendo la potencia administradora del territorio hasta que se cierre el proceso de descolonización, mediante un referéndum de autodeterminación.

Marruecos, por lo tanto, es únicamente la potencia ocupante, la que desarrolla la administración del Sáhara Occidental por la fuerza, mediante la represión, sin que ningún estado miembro de Naciones Unidas haya reconocido a día de hoy su soberanía sobre el territorio.

El Estado español es, por lo tanto, responsable de todo lo que ocurra en el Sáhara Occidental y debe impulsar la celebración del referéndum de autodeterminación cuanto antes.

Son los intereses económicos y geoestratégicos los que hacen que España, Europa y el mundo miren para otro lado cuando Marruecos hace oídos sordos a las resoluciones internacionales y reprime al pueblo saharaui con total impunidad.

España ha traicionado al pueblo saharaui una y otra vez.

Ningún gobierno de la democracia ha sido lo suficientemente valiente para desarrollar una política acorde con sus obligaciones legales y morales.

Siempre han primado los intereses económicos de unos pocos y las relaciones de Estado, que, en alguna ocasión, están directamente relacionadas con los intereses personales de quienes han ostentado determinados cargos públicos.

De este modo, presuntamente, la casa Real española, con el rey Juan Carlos I a la cabeza, está históricamente relacionada con la entrega del Sáhara Occidental a la monarquía marroquí. Algo que en estos momentos no debería sorprender a nadie visto los casos de corrupción que se le destapan todos los días al Borbón.

Ni que decir tiene que tanto el Partido Popular, como el PSOE, han prometido velar por los derechos del pueblo saharaui desde la oposición, olvidándose de las promesas y traicionándolas abiertamente una vez han llegado al poder.

Es hora de que el Estado español asuma sus responsabilidades y se ponga del lado de los Derechos Humanos y de la libertad.

No se puede negociar con Marruecos la pesca en las aguas saharauis (como hace alguna gran superficie española). Los recursos naturales de la población saharaui deben repercutir sobre el pueblo saharaui, deben ser gestionados por ellos. De lo contrario, se está condenando a la pobreza a un pueblo que lucha por poder ser independiente.

Las empresas españolas y europeas que compran pescado a Marruecos de estos caladeros deben ser sancionadas.

El pueblo español debe presionar a su gobierno para exigir que defienda la «legalidad internacional» y no los intereses de un puñado de oligarcas sin escrúpulos.

La situación del pueblo saharaui es desesperada.

Los campamentos de Tinduf sobreviven, principalmente, por la ayuda proveniente de la cooperación internacional.

Históricamente países como la URSS, Cuba, Argelia, Siria o Libia, han sido los mejores amigos del pueblo saharaui, sus mejores aliados y han hecho grandes esfuerzos por ayudar a esté pueblo abandonado a su suerte por la comunidad internacional.

Pero la URSS ya no existe, en Libia Gadafi fue asesinado y el estado destruido. Siria está aún inmersa en una terrible guerra, ahora el pueblo saharaui necesita más que nunca la solidaridad de los pueblos del mundo ante el abandono y olvido al que pretende condenarlo la llamada «comunidad internacional» que debería defender sus derechos.

Además la crisis económica ha hecho que la ayuda humanitaria a los campamentos se haya reducido drásticamente, teniendo duras consecuencias para la población.

Debemos recuperar la memoria sobre nuestra historia y entenderemos hasta donde llega nuestra responsabilidad con el Sáhara, este no es un conflicto ajeno, fue creado por España y tenemos el deber moral de no olvidar a un pueblo hermano.

¡VIVA EL SÁHARA LIBRE!


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