José Antonio Medina Ibáñez •  Opinión •  18/08/2019

Cuando Chávez decía: Imagínense ustedes que no hubiera llegado la revolución

Cuando Chávez decía: Imagínense ustedes que no hubiera llegado la revolución

De nuevo Venezuela se encuentra en las primeras páginas internacionales, y como siempre, a punto de caer el socialismo del siglo xxi. Pero lo cierto es que ni Estados Unidos aprende que a través de libros no se tumba una revolución, ni Maduro acepta el fracaso de su gestión, el desgaste y debilitamiento que ha sufrido su proceso y, el reforzamiento logrado por la derecha.

Sin embargo y, por incomprensible que parezca, este es el mejor escenario para no dar treguas.

Muchos recordarán que en octubre de 2008 – en plena entrada de la crisis mundial – en el Poliedro de Caracas, Chávez gritaba a toda Venezuela que la república bolivariana saldría ilesa de esa crisis. Aseguraba al mundo que la economía venezolana estaba blindada gracias a la revolución, le decía también a los entonces rojos rojitos: …imagínense ustedes que no hubiera habido aquí una revolución.., o que habiendo llegado al gobierno nos hubiéramos dejado llevar, sobre todo yo, por los cantos de las sirenas, que me hubiera aliado, como me lo propusieron, a los gobiernos del Norte, Estados Unidos y Europa…Imagínense ustedes, si alguna de esas situaciones se hubiesen consolidado y hubiese caído la Revolución, hoy Venezuela estaría en la más espantosa crisis que se recuerde…la violencia estaría desatada por las calles…

En aquellos años la revolución disfrutaba de la escalada de los precios del petróleo, cuando el comandante asumió el poder en 1999 el barril estaba en 17 dólares, en 2008 en 94 y seguiría subiendo hasta 2012 para luego comenzar a caer. También disfrutaba del que Venezuela hubiese logrado en 2003 erradicar el analfabetismo y que la pobreza hubiera caído.

En esos momentos, los mejores del proceso, tampoco hubo treguas con los enemigos de las nacionalizaciones, a los que Chávez llamaba escuálidos y boliburgueses.

Cuando un Chávez envalentonado dijo lo de la revolución, se lo olvidó decir que las rentas petroleras no habían podido detener la inflación más alta de América Latina, más de un 30%, que la deuda pública cerraba ese 2008 en  64.000 millones de dólares y, que todo indicaba que en 2009 la economía blindada iría a peor, como así fue, llegando a los 96.000 millones de dólares de deuda pública, más de tres veces a la deuda encontrada por el presidente Chávez cuando fue nombrado presidente.

Hoy, la segunda revolución latinoamericana más famosa está bloqueada, en crisis, con los mismos ranchitos en la carretera de Maiquetía y el Valle vía Caracas dando la bienvenida al visitante de turno y, una Venezuela convertida en uno de los países más peligrosos de la tierra.

Con la caída del precio petrolero la Venezuela blindada entró en recesión, y con ella todo el aparato ideológico bolivariano montado, comenzó a desmoronarse, haciéndole, de alguna manera, hasta hoy día, el trabajo primero a la Mesa de la Unidad Democrática y, ahora a la derecha de Guaidó.

El caso es que la revolución ya no es creíble y nadie está esperando a que tenga la capacidad de lograr un mundo mejor o, a que haya una expansión de la economía bolivariana como promete Maduro. Pero tampoco termina por tomar carta de naturaleza aquello de que si me das a escoger entre Maduro y Trump, me quedo con el último.

Revolucionarios y opositores parecen convencidos de no disfrutar de ninguna confianza y, de que el triunfo del uno sobre el otro será el resultado de sucesivas derrotas. Parecen saber que la crisis venezolana arranca victorias fáciles y que permite, en cierto modo, olvidar que fue la misma derecha venezolana, durante sus 40 años de gobierno, la primera culpable  del desastre actual.

Pudiera ser que lo dicho sea una de las razones de la profunda desconfianza e inflexibilidad entre revolucionarios y no revolucionarios, una de las razones de los fracasos de las negociaciones de Zapatero y Noruega y, de la arrogancia de Trump.

Ese conocimiento de cada uno ha dejado, como único camino, el juego de la relación de fuerzas políticas y económicas, haciendo imposible cualquier objetivo. Por ello todas las estrategias creadas por Estados Unidos, Europa y los bolivarianos, se han mostrado erráticas, escasas y desestabilizadoras.

Ese conocimiento, inflexibilidad y desconfianza, especialmente en el manejo económico, ha impedido saber defender sus modelos de democracias, dirigiéndoles al irreconciliable al final del Sí o Sí.

¿Quién lleva la ventaja?

No obstante, dentro de ese teatro, parece que el gran capital lleva la ventaja porque aunque las sanciones no parecen dar resultados, millones de venezolanos creen que si abandonan el país y dejan sus casas, la revolución se las quitará, olvidándose de que muchos millones se han marchado y eso no ha sucedido ni está considerado; pero ésta sola consideración es una especie de fracaso ideológico chavista, además, sucediéndose dentro de una sociedad mucho más ideologizada que la de los 90,

La salud del socialismo del siglo xxi de 2005 ya no existe y, aquellos encendidos discursos del Chávez triunfador de 2007 y 9 sobre  la Revisión, Rectificación y Reimpulso de la Revolución Bolivariana, para Repolarizar y  remotivar, para Recuperar la confianza en la revolución a través de la verdad y la ideología para sumar nuevos adeptos, se han esfumado.

Ni Chávez ni Maduro se ganaron a sus enemigos políticos y económicos y, hoy millones de venezolanos se están marchando del país del petróleo, incluidos los rojos rojitos; y sin los primeros y los segundos todo parece derrumbarse.

Se ha cumplido lo que el mismo comandante reconocía en 2010 que si su revolución no era más competitiva fracasaría, aceptando explícitamente que lo dicho en 2008, lo del blindaje,  nunca había existido.

La crisis de 2008 ha pasado, dejando a la revolución bolivariana como poca competitiva,  poca socialista y sin el vigor y las ilusiones que mostró cuando Chávez en sus caminatas por el centro de Caracas mandaba a expropiar lo que a bien consideraba.


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