Rafael Fenoy Rico •  Opinión •  18/08/2024

Querido hijo dependiente

Sabemos tu padre y yo que tienes buenos sentimientos, ideales de mejorar el mundo, ser leal con tus amistades y muchas ganas de vivir experiencias. También valoramos tus ganas de aprender, de formarte y de conocer mundo. Incluso tu amor a los animales a los que consideras familia tuya. 

Desde hace tiempo me preocupa, y a tu padre también, la situación que vivimos en la familia por tu dificultad para independizarte. De hecho a tus 40 años sigues viviendo con nosotros y no parece que en un futuro próximo puedas vivir fuera de esta casa. Sin duda el panorama laboral y las dificultades de acceso a la vivienda no ayudan a ello. Nos llama la atención que sigas considerándonos como los padres nutritivos que en tu niñez te garantizábamos tu existencia. No parece que entre tus prioridades se encuentre el construir tu propia vida sin tener que depender de la nuestra. Tu padre y yo hemos rebasado los 70 años y nuestro tiempo se agota. Suena quizás poético, pero es una verdad incuestionable que abandonaremos a no mucho tardar la vida, e incluso que los últimos años de ella estemos incapacitados para ayudarte, ni a ti, ni siquiera a nosotros mismos. La etapa final se antoja desdichada, llena de sinsabores y dolorosa. 

Pero como pensamos que deben ser los buenos padres no queremos trasladarte nuestras preocupaciones por lo que irremediablemente nos pasará. Si, en cambio, nos preocupa que nuestra actitud para contigo durante más de 20 años te haya perjudicado, más que ayudado. Estamos llegando a la conclusión de que una parte, que consideramos relevante, de tu situación actual puede explicarse por nuestra predisposición a que nos uses a diario. No estamos seguros de que este amor, incondicional bien lo sabes, que te profesamos haya aportado todo el bien que se supone debe. Es más pudiera ser que tanto amor, o un equivocado concepto de éste, nos haya hecho cómplices inconscientes de la situación de dependencia en la que te encuentras. 

La vida que tu sueñas, porque -no te queda dudas- es soñada, nada tiene que ver con el mundo real. Si podemos tirar para adelante cada día es gracias a la pensión que entra mensualmente en esta casa. Y no sabes, porque no has preguntado y tampoco te lo hemos dicho, que cada vez llega menos a cubrir los gastos corrientes que supone vivir modestísimamente. Los ahorros de toda una vida de trabajos van menguando a fuerza de completar donde la pensión no alcanza. El Estado no acaba de percatarse de que no se puede seguir exprimiendo a las personas aunque lleven varios años jubiladas y los impuestos no paran de subir y subir, sin que se vea por ningún lado la supuesta mejora que toda subida debe suponer. En definitiva vemos que alegremente la vida pasa por tu vera y se escapa de la nuestra, sin que tenga visos de mejorar la situación de dependencia. Y es que estamos, tu padre y yo, preocupados por lo que va a ser de ti cuando no estemos. Por la manera de vivir que tienes, parece como si pensases que seremos eternos y que nunca faltaremos. Piensa en ese escenario y prepárate para ello, porque llegará sin duda y debes estar sobre aviso. 

En dos décadas hemos actuado pensando en tu bienestar y creemos ha llegado el momento de que te traslademos una pizca de realismo a tu vida de sueños. No hacerlo, y estamos seguros que vamos tarde, sería una grave irresponsabilidad como padres. Somos incapaces de tomar decisiones drásticas, por ejemplo ponerte de patitas en la calle. Sin embargo algo tendremos que hacer, si es de forma consensuada mejor. No por nosotros, que tenemos claro que los hijos y las hijas son para toda la vida, sino por ti. 

Va llegando el momento de que pienses en no generar gastos. Tu padre y yo hemos hecho las cuentas y la deuda global, de dinero solamente, que tienes con nosotros es considerable. Convendría que fueses pensando en planificar la devolución y además contribuyas a los gastos de la familia. Si en breve esto no se materializa se producirán cambios sustanciales y profundos en nuestra realidad familiar. Ten la absoluta certeza de que todo lo que hagamos, por increíble que te parezca, es por amor hacia ti. Te anunciamos que por ti estamos dispuestos incluso a vender todo lo que tenemos y alejarnos a donde tu no puedas encontrarnos, para que esta situación te ayude a afrontar el momento en el que dejemos de vivir. Hay amigas nuestras, curioso que los hombres mueran antes pero es así, que están rozando los 95 años de vida y aunque me he preparado para el momento de la ausencia de tu padre, la posibilidad de que seas dependiente entrando en la edad de jubilación me aterra. Hasta ahora en la historia de la humanidad no convivían en la misma casa padres e hijos jubilados ambos. Pero estamos en un tris de que esto ocurra. 

En fin que hay que despertar y si el mundo real no permite tu independencia habrá que cambiarlo y esto supone una dura lucha para conseguirlo. No parece que tu generación se haya dado cuenta de que hay que actuar sobre la realidad para transformarla y el vivir al amparo de las familias quizás a generado una actitud apática ante esa realidad que con el coraje y la indignación debe transformarse para permitir la independencia de las generaciones.

Cuando tu padre te sentó en la bicicleta, te empujó, te dejó sólo con ella y por primera vez te caíste, comenzaste a manejarla. Así es la vida, se aprende a vivir viviéndola, no soñándola. Y por ello aunque me duela, como en aquella ocasión que te caíste, no tengo más remedio que asumir junto con tu padre que va siendo hora de que te montes en la vida real. Sin duda acabaras manejándola porque no hay que temer caerse de ella.


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