Paco Campos •  Opinión •  19/02/2018

Democracia sin más

Sin más, desligada de la filosofía y la política de partidos. Democracia, como la pinta Rorty en numerosos textos, quizá el que más, en el de ¿Esperanza o conocimiento? (1994). Esta posición está vinculada al pragmatismo, más como actitud que como fuente filosófica; posición de equilibrio difícil ésta porque enseguida aflora también el vínculo con el liberalismo. Pragmatismo y liberalismo no son coimplicantes necesariamente, como si de una coimplicación lógica se tratara, sino más bien acepciones que acompañan al sentido de la democracia, desde el punto de vista práctico.

Básicamente, la idea central en la versión rortiana de la democracia es la de disminuir el sufrimiento en nuestras vidas como individuos y como partícipes de una comunidad, de un colectivo de afines; aunque la humanidad pueda ser apelada para los principios y fines de la democracia. Esto último con mucho paréntesis, pues la aplicabilidad, la práctica de la democracia son las instituciones, la vida civil y el ámbito de lo público, territorios que precisan de una determinación histórica y comunicativa, porque aunque la comunicación intercultural es un logro preciado de la democracia, hay que empezar con el trabajo de la comunicación ‘vecinal’.

Tener en cuenta también en la versión de Rorty lo que significa desligar lo aparente de lo real en la tradición del pensamiento occidental, algo que no se justifica por sí solo, y que ha sido causa de errores y justificaciones de poder. Por eso, sólo si tenemos en cuenta la contingencia como marco de operaciones en nuestras vidas, y no estamos sometidos al poder de los votos como autoridad cuantitativa, podremos apreciar en su justa medida la libertad y su conexión con la solidaridad y el conocimiento, con la verdad. Hay, pues, una línea por la que la sociedad civil puede liberarse de las ataduras del pasado: la que va desde la comunicación entre pares iguales, y desemboca en un mundo solidario y práctico.    


Opinión /