Alvaeno Alvaeno •  Opinión •  19/05/2017

El proletariado ha sido convertido en “precariado”

Aunque pueda parecernos mentira, lo que voy a contar en este artículo está más que demostrado, sobre todo por el que suscribe.

De cada diez personas que conozco, puedo afirmar que siete viven al filo de la navaja, y no en el sentido literal de la palabra, sino en el de vivir una vida precaria, podría decir que viven, incluyéndome, esas siete personas, en la cuerda floja y en total precariedad, ninguna de esas siete personas tiene un empleo, ni fijo, ni temporal, y mucho menos un sueldo digno.

Cómo llegan, o llegamos, a fin de mes, a veces, creo que solo por un milagro, a pesar de que no creo, precisamente, en los milagros. Me pregunto ¿Cómo este sistema nos destruye? ¿Cómo lo que antes conocíamos como proletariado, ha sido convertido en “precariado”?

Este sistema promueve la precariedad para mantener a la sociedad en una alerta continua, convierte a los ciudadanos en meros consumidores, y en insignificantes números,  seres que consumen, y son consumidos a su vez.

¿Cómo esta sociedad acepta la precariedad, mientras ve cómo los políticos y otros poderes, se llevan el dinero a saco, y dejan las arcas vacías?

“Precariado”, podríamos decir que es el nuevo estado de lo que antes conocíamos como proletariado, nada, nos dicen, es eterno, que todo es temporal, que tenemos que creer en la flexibilización y en la “libertad” de elección, y nos venden con pérfido uso y tergiversación de la palabra, otra cosa, que no vemos, pero que aceptamos como monos amaestrados.

Precariedad en lo laboral, en lo social, en lo colectivo, en lo personal; precariedad en las relaciones emocionales, precariedad en la responsabilidad y el compromiso, precariedad en la educación, en la enseñanza, precariedad en cada momento de la vida, y neuróticos ya, psicóticos y aborregados, agachan la cabeza, y con inexpresivos y tristes ojos, balan compungidos con una eterna queja que nunca convertirán en razón de rebeldía, porque parece ser que el ser humano, adquiere, rápidamente, eso que se define como síndrome de Estocolmo, y los que manejan los hilos del teatro del mundo, lo saben, y ejecutan,  cada día, a sus víctimas si que éstas sean capaces de defenderse o luchar por no ser guillotinadas o enviadas directamente al matadero como borregos compungidos.

SALVA-E los que quieren vivir no te saludan.


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