Carlos de Urabá •  Opinión •  19/05/2024

El bebé Ismail Asha de la Nakba palestina cumple 76 años. Masacre de Al-Dawayima 29-10-1948

El bebé Ismail Asha de la Nakba palestina cumple 76 años. Masacre de Al-Dawayima 29-10-1948

Se acaban de cumplir los 76 años de la Nakba o “desastre” cuando a causa de la guerra árabe-israelí miles de palestinos fueron expulsados a la fuerza de su territorio ancestral. Al finalizar el Mandato Británico de Palestina (1922-1948) el estado de Israel proclamó de independencia el día 14 de mayo de 1948, lo que provocó que 5 países árabes (Trasjordania, Egipto, Siria, Líbano e Irak) le declararan la guerra.

En 1948 el recién creado estado sionista de Israel con su poderoso ejército armado por las potencias occidentales invadieron más del 78% de la Palestina histórica; destruyeron aproximadamente 520 aldeas y ciudades y asesinaron a 16.000 palestinos en el desarrollo de más de 69 masacres.

Nuestro protagonista de nombre Ismail Asha del pueblo de Al-Dawayima apenas tenía 7 meses cuando junto a sus padres y sus cuatro hermanos tuvieron que escapar apresuradamente al experimentar en carne propia los horrores de la masacre sionista de Al-Dawayima, en el distrito de Hebrón (al Khalil). Este era un bucólico pueblo de campesinos situado en lo alto de una colina y que por ese entonces (1947) contaba con una población de 4.300 habitantes dedicados por entero al cultivo de trigo, cebada, olivos, higos, naranjas, y uvas cuyo excedente de producción comercializaban en los pueblos vecinos y en Hebrón o Jerusalén.

La noche del 28 de octubre de 1948, el ejército egipcio que defendía el área de Al-Dawayima, y cuyo comandante era Gamal Abdel Nasser, abandonaron sus posiciones para reforzar el ejército árabe en la ciudad de Hebrón. Justo en las primeras horas de la mañana del 29 de octubre de 1948 se aproximaron al pueblo por la carretera de Al Qubayba, 20 vehículos blindados junto a 150 soldados sionistas del batallón 89 de la Octava Brigada, mejor conocido como el batallón Moshe Dayan, comandado por Itzahak Sadeh, fundador del Palmach y punta de lanza de la operación Yoav. La orden que tenían que cumplir era bien clara: arrasar las aldeas, pueblos y ciudades palestinas que encontrarán a su paso, o sea, que no quedara piedra sobre piedra. Las hienas sionistas enfurecidas entraron en las casas disparando sobre todo lo que se moviera; ya fueran bebés, niños o niñas o ancianos. Los muy sádicos entre carcajadas los ametrallaban y ni siqueira tuvieron compasión de los que arrodillados imploraban clemencia. Los paramilitares enloquecidos les gritaban: “árabes ustedes deben morir pues Allah los está esperando en el cielo” Esta orgía de sangre se justifica como un acto de venganza por la masacre de Kfar Etzion llevada a cabo por la Legión Árabe el 13 de mayo de 1948.

Los soldados judíos entraron sin ninguna oposición a Al-Dawayima disparando a mansalva sobre sus pobladores indefensos. En pocas horas asesinaron a sangre fría a 171 palestinos pero realmente nunca se sabrá la cifra exacta de los fallecidos pues fueron enterrados en fosas comunes o cremados. Todos estaban desarmados así que los sacrificaron cual corderitos que llevan al matadero. Además, el alcalde o mukhtars en la Comisión de la ONU para Palestina afirmó que se contabilizaron 400 desaparecidos a los que todavía buscan sus familiares. (¡Este caso no se ha cerrado y se sigue investigando pues los crímenes de genocidio no prescriben!) ¿Quién puede saber la cifra exacta de víctimas de este genocidio? Imposible. Como en otras ocasiones los principales testigos o autores materiales callan y todos los indicios se borraron. Para rematar los ingenieros del Palmach aplicando la táctica de tierra quemada colocaron explosivos y volaron la mayor parte de las edificaciones del centro del pueblo. Lo único que se puede distinguir hoy en día son los restos de la mezquita

Esta política exterminadora de limpieza étnica provocó el desplazamiento forzado de miles de pobladores de todas las la comarcas vecinas que aterrorizados salieron en estampida camino de Dura y Hebrón con las pocas pertenencias que pudieron cargar sobre sus hombros o en caballos, burros, carretas o vehículos motorizados. Sin ningún cargo de conciencia por parte de los matarifes pues para ellos “los malditos árabes no son más que gentiles subhumanos y sencillamente al eliminarlos purificaban la tierra santa”

Después de la orgia de sangre las tropas sionistas minaron el pueblo y la carretera de Al Qubayba para que nadie pudiera retornar a sus hogares. Si alguien se atrevía a volver como escarmiento eran inmediatamente ejecutados. Quemaron las casas y demolieron el pueblo, es decir, borraron todo vestigio de su vida y de su historia. Según las fuentes oficiales judías la masacre de Al-Dawayima nunca se produjo pues fue una falsa noticia lanzada por la propaganda árabe para denigrar al “noble pueblo israelí”. Lo que sucedió fue un “confuso incidente” como pasa en todas las guerras cuando dos bandos en litigio se enfrentan. Sobre sus ruinas en el año 1955 se fundó el pueblo de Amatzia repoblado mayoritariamente por askenazís. Siguiendo los protocolos de judaización y confiscación de las tierras de los propietarios “ausentes” hoy los nuevos dueños han legalizado el despojo.

Siguiendo las consignas del el plan Dalet redactado por Ben Gurión e inspirado en el libro “El Estado Judío” del padre de la patria Theodor Herzl. Si no se aplicaba la violencia y el terror el estado de Israel no podría hacer realidad ese principio de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”

Las matanzas y agresiones contra el pueblo palestino se iniciaron mucho antes de que se declarara la guerra Árabe-Israelí de 1948. Las fuerzas paramilitares sionistas ya habían planeado desde el siglo XIX construir colonias judías en Palestina y expulsar a todos los nativos árabes “retrasados y arcaicos pertenecientes a una religión de fanáticos ligada al terrorismo” Un obstáculo para establecer el Estado de Israel segregacionista y exclusivamente hebreo con una constitución basada en la Torá

A mí me parece una tremenda crueldad que señor Ismail Asha, al que conocí en el 2012, continúe hoy en la misma situación de cartonero y que no haya cambiado para nada su existencia. lo único que exige es el derecho a retornar a su tierra. Pero como suele suceder en estos casos es tan solo una mera ilusión o una vana esperanza pues miles como él ya son mayores y otros ya han muerto y yacen enterrados en los cementerios de los campos de refugiados –donde ya no existe espacio para más tumbas. Aunque su última voluntad es que lleven sus restos mortales a la tierra que los vio nacer pero los sionistas no permiten que regresen ni siquiera convertidos en cadáveres.

Primero la familia Asha tuvo que escapar con otros miles de desplazados con dirección a Hebrón y luego a Jericó en el valle del Jordán. Pero tras unos meses de penurias cruzaron el puente sobre el río Jordán para dirigirse a Amman, Jordania, tal y como lo hicieron las diferentes oleadas de refugiados procedentes de diversas regiones de Palestina, este caso para asilarse con la familia en el campo de refugiados de Al Wehdat, administrado por la ONU-UNWRA. Allí los alojaron en tiendas de campaña y por mucho tiempo se negaron a construir una casa pues nadie quería echar raíces ilusionados en que una vez terminado el conflicto podrían regresar nuevamente a sus hogares. Pero con el paso de los meses y luego de los años se dieron cuenta que tenían que asumir la derrota condenados a morir en un erial desértico como si fueran cucarachas. Los refugiados jamas van a renunciar al derecho de regresar a su patria tal y como lo reconocen las resoluciones de la ONU.

El bebé Ismail Asha de 76 años es un superviviente de esta catástrofe o Nakba y aunque apenas tenía unos pocos meses de nacido esa tragedia lo marcó para el resto de su vida. La fatalidad del destino lo acompañara hasta su último aliento de vida. Sus padres y su familia le han transmitido sus raíces e identidad en el exilio que él ha asumido con orgullo hasta el punto de declararse dispuesto a empuñar las armas y combatir en el frente de batalla. Es consciente que solo con el uso de la fuerza se podrá liberar el pueblo palestino. Y no le faltan razones pues tras 76 años de conferencias, cumbres, acuerdos, conversaciones de paz o discursos de buena voluntad no han servido sino para agudizar aún más al agonía. ¡Basta ya de tantas mentiras y falsas promesas! A los refugiados palestinos se les ha utilizado como moneda de cambio y se ha explotado su tragedia para que una elite de la ANP (Autoridad Nacional Palestina del corrupto y socio de los sionistas Abu Mazen) se enriquezca a costa con las donaciones y el presupuesto millonario que recibe de la ONU, las ONGs y demás organismos internacionales de ayuda humanitaria. Se ha demostrado que el expolio del erario público se eleva a más del 70% por culpa de la corrupción.

Y con el agravante de que muchos refugiados palestinos sobreviven en la indigencia desde hace décadas. Él siente como si lo hubieran apuñalado por la espalda sus propios hermanos árabes más interesados en establecer relaciones diplomáticas con Israel que solidarizarse con su lucha. Así que a este veterano no le quedado más remedio que dedicarse en Amman desde hace muchos años al reciclaje del cartón y la basura de donde saca un humilde salario para el sostenimiento de su familia. El gobierno jordano marca los documentos de identidad de los palestinos con una “P” para que sepan que son unos extranjeros súbditos del rey y que deben comportarse correctamente pues están controlados por el Muhabarat (servicios secretos). El reino Hachemita de Jordania realmente es una colonia de EE.UU y uno de los principales aliados de Israel. En el recuerdo permanece el levantamiento palestino del Septiembre Negro, esa rebelión de fedayines que intentó en 1970 derrocar al rey traidor Hussein de Jordania.


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