Colombia: regreso del uribismo y el nacimiento de una nueva oposición
El día de ayer se realizaron en Colombia unas elecciones presidenciales de mucha importancia para toda la región, y particularmente para Venezuela. Una vez más el país fue convocado a elegir entre el proyecto histórico de paz y el de la guerra, optando por el último al final de la jornada. El uribismo vuelve a la presidencia con Iván Duque. El nuevo presidente de Colombia asumirá el poder el 7 de agosto de 2018 hasta la misma fecha de 2022. Sin embargo, el resultado de estas elecciones tan complejas tiene muchas implicaciones necesarias de analizar.
Si bien en ningún país el poder ejecutivo es la mayor parte del poder real, en Colombia el poder de los intereses transnacionales dirigidos por los Estados Unidos, las grandes corporaciones extractivistas, las fuerzas militares, los negocios asociados a la guerra, el narcotráfico y el paramilitarismo, es desproporcionado.
Por eso llama la atención que algunos análisis desde la izquierda sobre los resultados, minimicen la importancia de las contradicciones fundamentales que se enfrentaron en estas elecciones y centren su mirada únicamente en el ganar o perder la presidencia. Si bien el poder ejecutivo es una herramienta de poder nada despreciable, que de haber quedado en manos de Gustavo Petro podría haber marcado un hito en la historia reciente de Colombia, su triunfo no habría implicado una revolución ni garantizaría per se la paz, tal como se dijo en el artículo anterior.
Más allá del fenómeno innegable que es la figura del ex candidato y ahora senador Gustavo Petro, la lucha por la paz con justicia social en Colombia sigue adelante en el seno de las grandes contradicciones. Desde este enfoque los resultados numéricos de estas elecciones permiten sacar cuatro conclusiones iniciales.
Lo primero que salta a la vista es que el uribismo sigue siendo un fenómeno popular y electoral que no se ha sabido entender ni mucho menos enfrentar. Uribe levantó un candidato prácticamente de la nada y logró que el establecimiento cerrara filas en torno a él, a pesar de que su imagen personal comienza a ocultarse. Ayer en la tarde, Álvaro Uribe no acompañó a su bisoño, por el contrario se retiró a su finca en Río Negro desde donde brevemente lo felicitó y se mostró como un anciano retirado, diciendo que ya tiene “horarios de abuelo” y que se iría temprano a la cama. Nada en este animal político es ingenuo.
Aritmética y estadística de una nueva correlación de fuerzas
Lo segundo es que realmente la derecha perdió votos. La fisura que marcó Gustavo Petro marca un hito en la historia electoral de Colombia. Mientras en las pasadas elecciones de 2014 se repartieron 15 millones de votos aproximadamente entre la derecha y la ultraderecha, esta vez cuando todos los partidos del establecimiento colombiano cerraron filas en torno a un solo candidato -sin excepción-, solo sumaron algo más de 10 millones de votos.
Los votos por las alternativas se crecieron a los 2 millones y medio obtenidos por el PDA en 2006 con el profesor Carlos Gaviria, lo que constituyó algo más del 22%. Le siguieron en 2010 los más de 3 millones y medio de Mockus que fueron un poco más del 21%. En esas mismas elecciones en primera vuelta, Gustavo Petro obtuvo menos del 10% de los votos con el PDA. En 2014, Clara López obtuvo 1 millón 958 mil 414 votos, algo más del 15%. Y ahora se sumaron más de 8 millones de votos que constituyeron más del 40% de la votación.
En tercer lugar, las elecciones visibilizaron la geopolítica del conflicto en Colombia. Además de ser el presidente electo en la ciudad capital de la que fue alcalde hasta hace tres años, Petro es también el presidente del Pacífico que resiste. Gustavo Petro ganó ampliamente en toda la costa pacífica colombiana. Territorio de resistencia contra los megaproyectos transnacionales donde se han realizado en los últimos años masacres, desplazamientos forzados y asesinatos selectivos como respuesta a las más grandes acciones de resistencia que han protagonizado las organizaciones populares colombianas.
Cali es la principal ciudad de esta zona y una de las más importantes del país, donde Petro ganó de nuevo en segunda vuelta con el 53% de los votos, pero la heroica Buenaventura, que protagonizó un paro cívico el año pasado, la ciudad de las negritudes que resisten, y recibió además este año gran cantidad de comunidades desplazadas desde el Chocó, le dio más del 70% de los votos. Por el contrario, dos departamentos se mostraron desproporcionadamente uribistas.
Duque es el presidente del Norte de Santander, con más de 77% de los votos. Presidente de toda la frontera colombo-venezolana, y en particular de este departamento que es la capital del contrabando de extracción desde Venezuela y de la especulación financiera con el llamado Bolívar Cúcuta. El otro departamento donde Duque se alzó con más de 72%, y que prácticamente determinó el triunfo de Duque por su caudal electoral, fue Antioquia, y su capital Medellín. El enclave colombiano del narcotráfico.
Los votos en el exterior
La diáspora colombiana también trazó una línea geopolíticamente interesante. En los consulados de Colombia en Venezuela ganó la abstención. En Venezuela el número de votantes inscritos para votar es de 304 mil 8 personas, lo que constituye mucho menos del 10% de la población estimada.
La abstención entre la población colombiana que vive en Venezuela y que está inscrita para votar fue del 89%, es decir, que solo un número cercano al 1% de la población colombiana que habita Venezuela acudió a votar (33 mil 175 votantes). Pero tampoco hay que desconocer que más allá de que todas las vulnerabilidades del sistema electoral colombiano se potencian fuera del país, Venezuela también se constituye como la segunda plaza de votantes del uribismo en el mundo, precedida sólo por Estados Unidos.
Mientras Petro se alzó con la victoria en cuatro países de la región: Argentina, Brasil, Uruguay y Cuba. Siendo el primero, junto a Rusia, los dos países donde Gustavo Petro obtuvo mayor porcentaje de votación en las representaciones consulares.
Se espera una nueva etapa para Colombia en la que se consolide una nueva correlación de fuerzas
Sin embargo, hay que decir que en números netos la mayor cantidad de votos los obtuvo en Estados Unidos, Argentina, Canadá y Venezuela, en ese orden y con poca diferencia entre los tres últimos países. Es en números netos, y no en porcentajes, donde el circuito internacional tiene sentido electoral cuando se trata de las presidenciales en Colombia. Los 69 mil 558 votos de Petro en el exterior fueron mayoritariamente votos movilizados por la izquierda colombiana en el exterior, y eso abre una nueva expectativa en el escenario internacional que quedó marcado por un ejercicio de unidad inédito en aras del cambio en Colombia.
Por último, quedó demostrado que a los tibios los vomita Dios. Los votos en blanco subieron un poco menos de 500 mil entre la primera y la segunda vuelta. A esto se reduce la nueva fuerza electoral de quienes llamaron a votar en blanco. En el caso específico de Sergio Fajardo, las cifras indican que un poco más del 60% de sus votantes en Bogotá votó por Petro y apenas un 15% siguieron su línea de votar en blanco. En política, la cobardía manifiesta puede tener un alto costo.
El gran perdedor de estas elecciones en Colombia fue el sistema electoral colombiano. Un sistema excluyente, artesanal y arcaico que fue evidenciado y cuestionado hasta la burla, como nunca antes. Flaco favor le hizo el Fiscal General de Colombia a este sistema, cuando ante el temor de un triunfo electoral adverso, decidió erigirse en el comodín y anunciar que denunciaría las fallas del sistema solo después de que se realizara la segunda vuelta, con lo que solo aumentó su cuestionamiento y en nada contribuyó a su mejoría. Modernizarlo y hacerlo medianamente respetable es una tarea importante si se sigue aspirando a llegar al poder por la vía democrática.
El objetivo de la paz en el largo plazo
Con el triunfo de Duque se ponen en riesgo los acuerdos logrados con las FARC y la mesa de diálogo con el ELN, pero Iván Duque debe buscar un equilibrio, pues ya Colombia pasó a otra etapa del plan en términos militares y políticos.
Se impone ahora una farsa llamada el “posconflicto”, que justifica la salida de las fuerzas armadas de Colombia a otras misiones como ejército mercenario -aunque usen eufemismos más elegantes como “socio global”, “ejército multi misión” e “inter agenciado”- y ya ha justificado la entrega de millones de dólares y euros. Por lo que no debería cerrar todos los caminos ni regresar a escenarios anteriores de confrontación.
La prioridad del gobierno colombiano ahora será fingir el fin del conflicto social y armado interno que aún vive, para consolidarse en la vanguardia política, e incluso militar, contra Venezuela y los gobiernos alternativos que quedan en la región.
Por esto, pasada la tensión electoral es pertinente señalar que llegó la hora de introducir recursos legales y ejercer presión política para que la Corte Constitucional de Colombia no apruebe el ingreso de Colombia a la OTAN como socio global. Es de suponer que las acciones al respecto desde la oposición colombiana han estado calladas por la contienda electoral, pero que ahora levantarán sus banderas porque este ingreso sería sin duda mortal para la paz de Colombia y la región, tal como lo ha venido denunciado el propio presidente Maduro.
Corte de caja
Con su discurso al final de la jornada electoral, Petro se consolidó como líder político. Asumió el triunfo de Duque sin derrotismos.
Anunció que asumirá su curul en el Senado para asumir el liderazgo de la oposición al nuevo gobierno, y esta vez debatirá de igual a igual con el senador Uribe. Su fórmula vicepresidencial Ángela María Robledo también asumirá su puesto en la Cámara de Representantes, según la ley recién aprobada. Además, se planteó una hoja de ruta hacia la consulta anticorrupción que se realizará a finales de agosto del año en curso y las elecciones regionales que se realizarán el año entrante. La actitud asumida por Petro le da un peso histórico a esta jornada electoral y su liderazgo, que hasta el día de ayer no había cristalizado.
Gustavo Petro no es un revolucionario, ni es la clase de líderes inmensos que fueron Fidel y Chávez, tampoco parece estar interesado en serlo. Pero como bien lo dijo Atilio Borón refiriéndose a estas elecciones en Colombia: “El pueblo de Colombia se ha puesto en marcha”. Con base a ello, la fascinante literatura latinoamericana podría fundirse una vez más con la política real del continente. El ex candidato presidencial colombiano acepta dignamente que ha sido vencido y lanza la frase “por ahora”.
Guardando las distancias ideológicas e históricas pertinentes, así comenzó otra historia que cambió el rumbo de América Latina hace más de dos décadas atrás. Entonces, es lícito esperar una nueva etapa para Colombia en la que, a pesar del retorno del uribismo a la presidencia, se consolide una nueva correlación de fuerzas favorables para las luchas populares en Colombia y el continente.
Todo dependerá de que la unidad lograda en las fuerzas de oposición se mantenga, y que esa voluntad de poder que al fin se puso de manifiesto -sobretodo en las nuevas generaciones de colombianos y colombianas- mantenga su voluntad de lucha y la direccione hacia la búsqueda definitiva de una salida política real al conflicto social y armado, la recuperación de la soberanía, y que frene el avance de quienes quieren llevar a Colombia a un conflicto contra Venezuela para consolidarla como el Israel de América.