Paco Campos •  Opinión •  19/10/2018

Auge de la intransigencia

La democratización de Europa se enfrenta hoy al antagonismo resultante de la intransigencia, intolerancia y autoritarismo surgido por la ya conocida contradicción entre la base material y la ideología, entre ciudadanos proletarizados y a su vez ilustrados -> la correspondencia entre ambos dominios provoca un fenómeno irracional por la pervivencia y autodefensa. Hoy Hungría, Alemania, Polonia, Francia, Austria, Holanda, y ahora Italia, y fuera de Europa Brasil, parecen abominar la democracia y la inclusión, para atrincherarse en vez de cooperar hacia una integración de los pueblos, única salida, no hay otra, que sea incruenta.

Hace tiempo que leíamos, como de obligado cumplimiento, textos que a más de uno le sirvieron para siempre. Fue en los sesenta, cuando los Manuscritos de economía y filosofía (1844), Cuadernos de la cárcel (1929-1935), Eros y civilización (1953) y otros de la misma guisa servían para mantener una conversación -hoy es impensable todo esto- de cara a intercambiar posiciones y actitudes, sin más, con la única pretensión, a veces, de pasar el rato en la cafetería o en los pasillos de la Facultad. Aquellos años de las trencas y las barbas, años que hoy muchos jóvenes empiezan a juzgar como útiles.

Y nada mejor para el caso que la lectura de Psicología de masas del fascismo (1933), si bien es verdad que ese tiempo no contemplaba el factor migratorio como el de hoy. Pero lo esencial, lo característico, que es la contradicción en la que está inmersa la clase media y la trabajadora cualificada, coincide con aquéllos años en los que Europa no tomó en serio la ascensión de  partidos equivalentes a los que hoy emergen en los países arriba indicados.

Wilhelm Reich refresca nuestra memoria: de los trabajadores, dice, que están sometidos tanto a su condición de clase como a la ideología de la sociedad burguesa; y de las clases medias, que se ven proletarizas en lo económico y temen serlo en lo social, por eso se convierten en reaccionarias extremas. Qué puede frenar la depredación del capital, ese es el reto. Mientras tanto se mantiene el auge de la intransigencia. 


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