Rafael Fenoy Rico •  Opinión •  19/11/2020

Por qué NO a la Ética en Educación

Este 19 de noviembre como cada año se celebra el Día Mundial de la Filosofía. Y ya se sabe que cuando algún tema entra en esto de las listas de días mundiales suele ser porque el asunto es muy preocupante, quitando alguna que otra efemérides ideológica y políticamente correcta. Este año este 19N toca #NoSinÉtica

Desde la promulgación de la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa (LOMCE), mal llamada ley Wert por aquello de dar lustre a la cabeza del ministro de turno del PP (Partido Popular), han pasado siete años. En ella se proscribe a la Filosofía como materia de estudio en 4º de secundaria y en bachillerato. Concretamente se suprimió la Ética en 4º Eso y la Historia de la Filosofía en 2º de Bachillerato. En la anterior legislatura todos los grupos políticos, incluido el PP, entendieron que fue erróneo y acordaron que volviera la Filosofía al curriculum.

Pero he aquí que ahora el gobierno del PSOE no incluye este acuerdo en el anteproyecto de la nueva ley de educación. Vuelve a dejar fuera del Currículum a la Ética. Y desde el 20 de octubre se aprecia en la Comisión del Congreso un tira y “sin afloja” que lleva el día 13 de noviembre a concluir, que va a ser que NO, con los votos del PSOE y las abstenciones de PP y Cs.

Muchos intereses parecen apilarse en esto de concretar el currículum, los estudios y aprendizajes que deben realizar el alumnado que año a año, cual cadena de montaje generacional, pasan por los niveles, etapas y ciclos del sistema educativo.

Y parece ser que el PSOE abandera intereses contrarios a la presencia de la Ética en los Institutos. ¿Se comprende?

Basta alguna reflexión para concretar que, en pleno desarrollo personal en una etapa tan especialísima como es la adolescencia, la Educación se escriba en mayúsculas. Educar no sólo supone adiestrar, instruir, sino que requiere necesariamente despertar, sacar, los mejores sentimientos, ayudar a construir inteligencias emocionales que empaticen con quienes se convive. Un inmenso trabajo personal y colectivo para que las personalidades en formación puedan asumir, ahora y en el futuro, los retos de vivir en sociedad, sin renunciar a su identidad y libertad. En fin, un “majao”, que si no se le aporta el imprescindible condimento ético, va a salir “pa tirarlo”, porque, de consumirlo, la indigestión social será terrible. Al mismo tiempo, estando la religión en las aulas, la renuncia a una ética laica supone facilitar el adoctrinamiento moral que la religión en esencia busca. Temas que socialmente son muy relevantes para conformar un proyecto cohesionado de país, quedan a la discreción de dogma de turno. Y luego el gobierno tendrá que realizar campañas para desactivar las que la iglesia promueve contra el derecho a interrupción del embarazo, al derecho a decidir de la Mujer o campañas para fomentar la igualdad entre géneros, razas, religiones… Una sociedad democrática, por definición debe ser Laica (Común, lo que une), porque ninguna religión es democrática, ya que el dogma, su “verdad revelada” nunca puede ser objeto de votación. Respeto profundo a las creencias de cada cual, pero adoctrinamiento con dinero público ninguno, y menos en las mentes infantiles y juveniles.

El aspecto ético en la formación de la personalidad es un asunto estratégico para garantizar la convivencia en libertad. Y esta formación no se garantiza con una hora semanal de materias tipo Valores Éticos o Educación para la Ciudadanía. La pregunta que las personas diputadas del PSOE, que tiene la clave, deberían hacerse es: ¿De qué sirve informar a la juventud sobre la Declaración de los Derechos Humanos sin una reflexión seria y bien planteada sobre los valores que articulan dicha declaración y las implicaciones en el comportamiento cotidiano de las personas?


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