Sergio Rodríguez Gelfenstein •  Opinión •  20/04/2018

Doce presidentes estadounidenses después, ¡Cuba sigue enhiesta y altiva!

Doce presidentes estadounidenses después, ¡Cuba sigue enhiesta y altiva!

Han hecho todo lo posible, legal e ilegalmente, han quemado cañaverales, han introducido plagas a los animales, las plantas y las personas, organizaron, armaron y financiaron una invasión militar que el pueblo cubano derrotó en menos de 72 horas un día como hoy hace 57 años, han promovido deserciones y riesgosas migraciones ilegales, han robado cerebros, han intentado asesinar a sus dirigentes centenares de veces , han mantenido un bloqueo ilegal e inhumano por casi 60 años, se sostienen de manera ilegítima en la base naval de Guantánamo contra la voluntad del pueblo cubano, han gastado miles de millones de dólares en la subversión, el sabotaje y el terrorismo, pero no lograron su objetivo: no sacaron ni a Fidel ni a Raúl del poder, ellos se fueron por voluntad propia y por decisión del pueblo cubano.

Hoy Raúl se retira de su cargo de presidente de Cuba y lo hace por la puerta ancha de la historia, reconocido, admirado y querido por su pueblo, igual como lo hizo Fidel. Doce presidentes desde Eisenhower hasta Trump, fracasaron en el intento: los Castro hicieron revolución, hicieron patria, hicieron socialismo, hicieron internacionalismo y triunfaron.

La pequeña Cuba, aislada durante décadas por sus pares latinoamericanos, bloqueada hasta hoy por la obsesión imperial, tuvo fuerzas para salir adelante y todavía le quedaron restos para transmitir amor, solidaridad, educación, cultura y salud por los infinitos rincones del planeta, donde por cierto regaron con la sangre de sus mejores hijos los campos, las ciudades, las montañas y los desiertos de África, el Medio Oriente, el Caribe y América Latina y vale preguntarse ¿qué riqueza se trajeron de vuelta?. Ninguna, absolutamente nada material, solo el honor de saldar su propia deuda con la humanidad como dijera Fidel en algún momento.

Acaso Fidel y Raúl pensaron que iban a ser presidentes cuando aquella mañana irredenta del 26 de julio de 1953 arriesgaron sus vidas para iniciar el camino de la liberación, acaso se amilanaron cuando fueron juzgados “en tan difíciles condiciones” y teniendo que defenderse, considerando que jamás “contra un acusado se había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades”… y salieron adelante. Hoy, cuando Raúl ha dejado de ser presidente de Cuba, al igual que Fidel, puede exclamar a viva voz que la historia lo absolvió, abandonando la más alta magistratura, pero dejando un país soberano, digno y respetado en el concierto internacional, más por la fortaleza de sus ideas, por la reciedumbre de sus mujeres y sus hombres y por su amor a la patria, que por riquezas materiales que la naturaleza no le proveyó.

La cárcel, esa prisión fecunda que transformaron en escuela de formación revolucionaria, solo sirvió para acrecentar su confianza en el camino emprendido. La creación de una organización que diera continuidad a la epopeya del Moncada, ocupó todos los esfuerzos y desvelos, ninguno de ellos estuvo dedicado a pensar en qué harían cuando fueran presidentes.

El exilio mexicano, la preparación para regresar a la patria y a la lucha, el Granma: 82 combatientes en aquella exigua nave que puso proa hacia la isla querida y hacia la lucha. ¡En el 56 seremos libres o seremos mártires! ¿Estaban pensando en ser presidentes? No, el futuro era la libertad o la muerte y nuevamente lo asumieron sin dudar y cuando después del desembarco, y tras el desastroso combate de Alegría de Pío, en Cinco Palmas logran reunirse 8 combatientes, Raúl entre ellos, y 7 fusiles, Fidel afirmó categórico ¡Ahora si ganamos la guerra!. ¿Es que acaso estaban pensando en la presidencia?

La lucha pasó por momentos difíciles, los combates eran permanentes y continuos, pero el apoyo de los campesinos también crecía. No había tiempo de pensar en la presidencia. El escenario de los combates fue aumentando, el influjo del Ejército rebelde se ampliaba con los días y en marzo de 1958, Raúl, que no había pensado en la presidencia, fue ascendido a comandante y se le encargó salir del abrigo protector de la Sierra Maestra para crear el Segundo Frente, en la zona nororiental el país. Tuvo que partir de cero para crear las bases revolucionarias de un territorio que comenzó a ser liberado. Dos años y 13 días después del encuentro entre Fidel y Raúl, en Cinco Palmas, el 1° de enero de 1959, la revolución triunfante inició el cambio en la fisonomía de la isla. Ese día Fidel dijo que “La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros…”. Alguien puede suponer que en ese momento estaba pensando en la presidencia.

Acaso, ¿les tembló el pulso en Playa Girón?, ¿estaba Fidel cavilando sobre la presidencia cuando desde un obús autopropulsado frente a los barcos de la armada de Estados Unidos, dirigió directamente los combates que permitieron rechazar la invasión mercenaria?…y podríamos poniendo ejemplos, pero el espacio no lo permitiría, el transcurrir del proceso revolucionario muestra de manera fehaciente que los cubanos fueron resolviendo cada problema que se les presentaba en el tiempo y de la manera mejor, según sus propios criterios. Por cierto, como todo proceso social, lo hicieron con aciertos y con errores.

Ahora que en Cuba hay un nuevo presidente, me voy a permitir recordar algunos párrafos de un artículo referido a la llamada transición en Cuba, que escribí en diciembre de 2016, tras el fallecimiento de Fidel.

Según la información que manejo de fuentes directas, la llamada transición en Cuba comenzó en realidad en septiembre de 1986, “…en febrero de ese año se celebró el III Congreso del Partido Comunista (PCC) y solo un mes antes, Fidel había cumplido 60 años. Es evidente que las reflexiones realizadas por las altas autoridades cubanas respecto de esos dos hechos, y seguramente otros más, llevaron a la conclusión de que había llegado el momento de comenzar a pensar en la necesidad ineludible de preocuparse con mucha antelación por la continuidad de la revolución cubana en el tiempo, dando paso a una fase permanente y continua de formación de cuadros que hiciera que el natural proceso de finitud de la vida de los líderes históricos de la revolución, no causara contratiempos y se enmarcara en el normal desarrollo de la vida política de un país, sobre todo de éste, ubicado a solo 150 kilómetros de la mayor potencia mundial y sometido al acoso y la agresión permanentemente, en los últimos 35 años.

El fallecimiento de Fidel Castro, además del odio de lo más putrefacto de la derecha internacional, hizo emerger toda clase de teorías y opiniones sobre la transición en Cuba. Es sabido que la mayor parte de los medios de comunicación moderno si no tienen información, la inventan y la transforman en verdad, esta vez infructuosamente intentaron colocar tal tema como el más importante, tratando de ocultar el extraordinario homenaje que el pueblo cubano, los pueblos del mundo, y los estadistas decentes de todas las ideologías rindieron al Comandante en jefe de la Revolución Cubana.

Las cloacas imperiales han destapado toda una serie de hipótesis respecto del futuro de Cuba. La cara siempre idiota de la locutora estrella de CNN, cuando las respuestas a sus preguntas no son las esperadas, eran un verdadero poema. Esa noche del 25 de noviembre consultaba a una persona en La Habana respecto de qué estaba ocurriendo y la respuesta de “Nada. Todo está normal”, desencajaba su artificialmente estirado rostro, pues había transmitido durante años que “el régimen cubano ocultaría la muerte de Fidel Castro para evitar las multitudinarias manifestaciones que pedirían el fin del régimen”. Solo la estupidez, la ignorancia o la imaginación de escenarios estereotipados diseñados en laboratorios de guerra sicológica podían hacer suponer que tal habría de ser la respuesta del pueblo cubano al fallecimiento de quien consideran después de Martí y tal vez a su lado, el más grande paradigma de la cubanidad”.

Y ahora Raúl dejó el cargo de presidente y nuevamente no pasó nada y no pasará nada porque como también dije en ese artículo que hoy traigo a colación: “La transición en Cuba también incluyó un largo y paciente trabajo de reestructuración de los métodos de trabajo. Raúl Castro se encargó personalmente de que ellos fueran efectivos en el Partido Comunista de Cuba, las Fuerzas Armadas y los órganos locales del gobierno y Partido en las provincias y municipios. Se hizo énfasis en una política de selección de cuadros que incluyera a los jóvenes para que en todos los niveles de la administración y el Partido se fuera dando un prolongado y constante relevo generacional. Hoy en Cuba, más del 70 % de los dirigentes del Partido y el Estado y de los generales de las Fuerzas Armadas, nacieron después que Fidel Castro dirigiera el asalto al cuartel Moncada en 1953.

Ese proceso se desarrolló con altas y bajas, algunos de los cuadros designados para ocupar altos cargos en el gobierno y el partido cometieron errores y fueron destituidos, el país pasó por el difícil “Período Especial“, después de la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista, principales aliados y socios comerciales de Cuba que además trajo un recrudecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos contra el país y que fue especialmente severo entre 1990 y 1993 cuando desde diferentes fuentes occidentales se anunció el fin de la revolución cubana. Esta fue una nueva prueba de fuego para el mandato y el liderazgo de Fidel. Cuba logró superar este momento, el más duro de su historia, cuando solo en 2007 pudo recuperar el PIB de 1990.

La transición siguió su curso, incluso en esas condiciones, cuando Cuba pasó por el que quizás ha sido el momento de mayor debilidad de su historia. En ese lapso solo se pudo realizar el V Congreso del PCC en 1997, hasta que el VI Congreso, ya con Raúl Castro en el poder, confirmó todas las decisiones tomadas en 1986.

Hoy, Miguel Díaz-Canel se ha transformado en presidente de la república de Cuba. Para el que quiera escucharlo, sus primeras palabras en esa condición no dejan duda alguna: “Aquí no hay espacio para una transición que desconozca o destruya la obra de la Revolución. Seguiremos adelante sin miedo y sin retrocesos; sin renunciar a nuestra soberanía, independencia, programas de desarrollo, e independencia” y agregó “A quienes por ignorancia o mala fe dudan de nuestro compromiso, debemos decirles que la Revolución sigue y seguirá”, pues “el mundo ha recibido el mensaje equivocado de que la revolución termina con sus guerrilleros”.

Doce presidentes estadounidenses después, ¡Cuba sigue enhiesta y altiva!


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