Latinpress •  Opinión •  20/05/2019

¿Encuestas o, Porras electorales?

¿Encuestas o, Porras electorales?

La España política ha entrado en otra recta final, sería importante saber qué conclusiones ha sacado su población sobre los programas presentados por cada candidato. 

No deberíamos extrañar que algún votante desempleado pudiera responder algo así como: A mí que me paguen si quieren que les escuche.

Si insistiéramos en conocer cuál es el candidato o partido mejor valorado, posiblemente otro votante respondería como dice el moderador de un programa de tv marbellí: Ojalá hicieran elecciones cada tres meses, porque seguramente el mundo iría mucho mejor.

En todo caso, es posible que hayan dos cosas entendidas hasta hoy:  que el CIS y Pedro Sánchez fueron los ganadores de las pasadas elecciones generales y, que en esta campaña municipal sólo hemos podido sacar en claro que si nuestras almas antes estaban llenas de dudas, ahora, están repletas.

Si las encuestas convierten en Chita o King Kong a cada candidato, las porras cumplen el noble papel de plasmar un posible resultado, nada de asustar ni meter en el callejón de las discusiones a los solitarios pitonisos y a los políticos, nada de conclusiones sobre calculados pronósticos. A lo único que aspira el porrista es al reconocimiento de su olfato y, a que los candidatos mantengan sus compromisos, lo demás que se lo lleve el diablo.

La porra de la foto salió de un encuentro en un programa de radio, también marbellí, hicimos esta rápida conjetura sin pensar si el que llegue a gobernar la ciudad dará más becas, pedirá menos sacrificios o nos está metiendo un berenjenal de mentiras. No nos paramos a meditar si alguno de los contendientes era más o menos patriota y, que si ganaba la alcaldía arrasará  con todo lo hecho por el otro.

Porras o Encuestas

Qué le gusta más a la gente, ¿las porras o las encuestas?, ambas tienen un domicilio universal aunque las primeras son más auténticas y, las segundas llevan a una más correcta interpretación.

Si se realizara una porra universal seguramente morirían las encuestas y los políticos se verían obligados a responder al verdadero sentido de cada voto; les importaría mucho más la indiferencia del porrista porque no tendrían cómo averiguar si sus votantes tienen canas, son calvos, o son adolescentes. 

Lo único cierto es que se verían obligados a ceder o compartir su cama si alguien no tuviera una.

Sobre la credibilidad de las encuestas y las porras, aunque a las primeras hay que dedicarles mucho tiempo, no disfrutan del refrendo popular y, mientras que las segundas se plasman en un vulgar papel, sin billetes de por medio, recogen la explosión momentánea del ciudadano, lo que las hace más honestas y más creíbles. 

En el mundo estamos colmados de profesionales de las encuestas, mientras que en el de las porras nadie cobra nada, lo que asegura que el porrista no baila al ritmo de nadie – por lo menos en el momento de su elaboración -, además no induce a votar, ni siquiera se conoce si los porristas son indecisos porque son pobres o porque están forrados.

Es más, mientras las encuestas están revestidas de un poder absoluto y científico, las porras sólo detentan un título enunciativo, no despiertan guerras ideológicas ni siquiera en el momento de hacerse por primera vez, pero son responsables en la misma medida en que quienes las proponen las hacen y publican como la que hoy os presentamos.


Opinión /