Libardo García Gallego •  Opinión •  20/08/2018

Estratificación de la sociedad colombiana

Sin usar estadísticas, sólo a vuelo de pájaro u ojo de buen cubero, todo colombiano sabe a cuál de estos cuatro grupos pertenece, según sus riquezas o su comportamiento cívico-político:

La burguesía. Grupo al que pertenecen los ricos o dueños de los dueños de los medios de producción y que no llega al 10% de la población. Las castas pertenecientes al vértice de la pirámide se pelean amigablemente entre sí para distribuirse los poderes estatales y gobernar de acuerdo con sus conveniencias. Ahí están los que imponen los conocimientos que debe poseer el resto de la sociedad. Esos escasos cinco millones piensan igual que los grandes magnates del planeta, así no pertenezcan a ese grupo sino unos pocos: terratenientes, empresarios, banqueros, etc. Su filosofía se sintetiza en principios como estos: en la sociedad humana todo se logra a base de competencia; únicamente los campeones merecen los derechos; “trabajen vagos”; cualquier medio para ganar es lícito, siempre y cuando quien lo haga no se deje coger; todo es mercancía, inclusive la conciencia humana; viva la farándula, la moda, la belleza, el consumismo; la naturaleza no es necesario cuidarla, ella se regenera por sí misma, sin necesidad de intervención humana; la igualdad social es un embeleco inventado por los incapaces; el Estado no puede gastar su presupuesto en subsidiar pobres; los individuos tienen derecho a la democracia en forma proporcional a las riquezas que poseen; los ricos de todo el mundo tienen que ser solidarios entre sí; quienes no compartan estas ideas no tienen derecho a vivir. Un ejemplo de ello es el siguiente fragmento tomado de un discurso de Menachem Begin, primer ministro israelí, en 1977 y 1983: “Nuestra raza es una raza de amos. Nosotros somos dioses sobre este planeta. Somos tan diferentes de las razas inferiores como ellos lo son de los insectos. De hecho, comparados con nuestra raza, las otras razas son bestias y animales, como mucho, son ganado. Nuestro destino es gobernar sobre las razas inferiores. Nuestro reino terrenal será gobernado con vara de hierro por nuestro líder. Las masas lamerán nuestros pies y nos servirán como nuestros esclavos”. Así han actuado los mandatarios mundiales fabricantes de guerras con el fin de apoderarse de los recursos de otros países, así piensan en el Fondo Monetario Internacional, así piensa Trump, igual piensan los gobernantes de Israel y los multimillonarios del planeta tierra.

Los alienados. Un 35% de los compatriotas, entre acomodados, pobres y miserables, comparten las mismas ideas de la cúpula mandamás: su vida está determinada por la voluntad divina; son obedientes, sumisos, a las órdenes de la minoría dueña del país; creen y hacen todo lo que dicen y ordenan los amos a través de los medios de comunicación. Los intermediarios son principalmente algunos sacerdotes, pastores, militares, policías, terratenientes, gamonales, educadores mal capacitados. A este sector de la población suelen pertenecer los paramilitares, personas admiradas y veneradas porque combaten a todos aquellos que se rebelan contra el Estado o están en desacuerdo con sus amos. Son individuos amigos de recibir regalos, prebendas, coimas, a cambio de apoyar a quienes ordene la minoría dueña de todo. Es la parte más manipulable de la sociedad. Estos fueron quienes eligieron a Iván Duque como presidente de Colombia.

Los abúlicos. Otro 35% lo componen los apáticos, los pesimistas, los que no creen en las posibilidades de cambiar la estructura social. Son ajenos a la participación cívica y política, actividades que consideran inoficiosas, pues, aunque no comparten las ideas de la minoría, piensan que todo seguirá igual y que los inconformes son incapaces de arrebatarle el poder. Son un estorbo en el camino de las transformaciones sociales. Se limitan a renegar de su difícil situación económica, de sus desventajas en la sociedad, de su exclusión social, pero nada aportan para revertir su pésimo estado. Es un sector que cuenta electoralmente porque forma parte de la población con derecho al voto pero, al abstenerse de ejercer este derecho, se convierte en idiota útil de la minoría dueña de todo porque así disminuye las posibilidades de éxito por parte de la oposición política a la misma. De boca están contra la minoría gobernante pero en la práctica son sus aliados incondicionales.

Los autónomos. El otro 20% está constituido por la oposición al sistema gobernante, al capitalismo neoliberal, con actitud consciente en mayor o menor grado. A este sector pertenecen los críticos, los que no tragan entero, los luchadores por un sistema humanista, garantista de todos los derechos humanos, de igualdad y justicia social. Es un sector policromado en el cual coinciden matices de izquierda, de centro y de derecha, pero partidarios de la solidaridad y la convivencia humanas. Debido a sus diferencias entre sí, más formales que de fondo, encuentran dificultades para unirse alrededor de proyectos encaminados a derrocar pronto esa minoría excluyente, adueñada del país, razón por la cual surgen las decepciones y muchos pasan a engrosar el segundo grupo, el de los inconformes pasivos. Los autónomos votaron en las últimas elecciones por Gustavo Petro y la Colombia Humana y el 26 de Agosto aspiramos a que 13 millones de compatriotas digamos 7 veces SÍ en el referendo anticorrupción.

Entre las principales causas de esta estratificación figuran la pésima educación y el abusivo uso de los aparatos ideológicos del Estado por parte de los dueños del país.

Armenia, Agosto 15 de 2018 

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