El “cachiporro liberal” y el salto histórico
Popayán, 19 de agosto de 2021.
He aquí un recuento corto…
“He estado dialogando durante siglos con los personajes que me dieron vida para entender por qué mi rebeldía y rebelión no han logrado sus objetivos, que es la emancipación social de mi pueblo. Es decir, intento reflexionar conmigo mismo y con mis ancestros sobre las razones por las cuales no hemos podido triunfar a lo largo del tiempo y de tantos intentos; dicha reflexión la hago porque sospecho que en la naturaleza misma de mi ser, están las limitaciones y obstáculos para no haberlo conseguido”.
Así hablaba el cachiporro liberal debajo de un samán en el sur del Tolima en años recientes:
“Pienso que siempre tropezamos con la misma piedra. Los colombianos rebeldes aguantamos con paciencia y aparente conformismo durante un buen tiempo las injusticias y malos tratos de los poderosos. De un momento para otro, cualquier motivo rebosa la copa (los impuestos alcabaleros, la soberbia de un gobernante, el asesinato de alguno de nuestros dirigentes, etc.) y nos lanzamos a la aventura del alzamiento armado, la rebelión y/o la insurgencia. Acorralamos al gobernante, lo obligamos a negociar, nos firman un acuerdo o armisticio, y nos retiramos satisfechos. Algunos dirigentes, los más lúcidos, advierten que nos van a traicionar pero la mayoría se descuida y se va para sus casas. Y, al poco tiempo viene la perfidia y la traición, asesinan a los líderes, y allí queda todo aplazado”.
“Así sucedió con Benkos Biojó, con José Antonio Galán, con el mismo Simón Bolívar (aunque no es propiamente “uno de los nuestros”), con Rafael Uribe Uribe, con Jorge Eliécer Gaitán, y con los dirigentes populares sacrificados más recientemente en la segunda mitad del siglo XX y lo que va del siglo XXI. Es el automatismo de la repetición; del alzamiento, la negociación, los acuerdos, la desmovilización y la traición. ¿Por qué tropezamos con la misma piedra? ¿Mi tragedia como “cachiporro liberal” no es acaso que me rebelo contra los mandaderos y finalmente me encuentro enredado con ellos, sin poder haber visto a los ojos de quienes están detrás de la escena o del verdadero poder?”.
“De acuerdo a lo que he avanzado en saber quién soy y de dónde vengo, comprendo que detrás del “cachiporro liberal” han estado los colombianos más humillados, vejados, exterminados, esclavizados y excluidos, pero existen otros sectores que por su naturaleza social y su historia, escogen el camino de avanzar lentamente, acomodarse, “ir por el medio”, ser ladino y conformista, e ir escalando en lo económico, social y cultural sin mayores saltos al vacío o aventuras. Ya veíamos como los caciques muiscas se aliaron con los lugartenientes de Gonzalo Jiménez de Quesada para seguir gobernando a sus pueblos indios del altiplano cundiboyacense, y lo mismo hicieron los caciques “yanaconas” traídos del Perú y Ecuador por Sebastián de Belalcázar para dominar en el suroccidente de la Nueva Granada. Y luego, ese mismo camino lo escogieron los comerciantes medianos de provincia que representó Francisco Bermeo en la revolución comunera. Y también, los campesinos blancos y mestizos, expulsados del Gran Antioquia cuando se impulsó la “colonización paisa” hacia lo que hoy es el Eje Cafetero y más hacia el sur, asumieron la misma actitud”.
“Pero claro, en algún momento de mi vida, yo, el “cachiporro liberal”, también soñaba “con tener mi buena finquita”, pero, finalmente digo: “no se pudo”… ¿por qué no se pudo? La respuesta común, la aceptada, la que me justifica como cachiporro ante mí mismo para relacionarme con el “otro” (godo, chulavita, oligarca), es… “¡no me dejaron! ¡Y por eso me rebelé!”
“Y así hemos estado por siglos, en la misma repetición cíclica”.
“Dice un reconocido filósofo que “En la red de relaciones intersubjetivas, cada uno de nosotros es identificado con y atribuido a cierto lugar fantasmático en la estructura simbólica del otro”. (Zizek, 1992). Es decir, pueda que individualmente se pudiera romper el círculo vicioso, pero no todos “los de abajo” podemos convertirnos en “los de arriba”. Si se pudiera hacer, ya se habría hecho. ¿Cuántos “cachiporros liberales” no lo habrán intentado? Y en ese intento, dejan de ser lo que son. Se traicionan, y posiblemente, a la hora de intentar el “camino del medio”, no son aceptados por el establecimiento de los poderosos, como ha sucedido en tantos casos en donde el “cachiporro liberal” fue más respetado por ser lo que es que por traicionarse a sí mismo”.
“Existen algunos “políticos” que quieren romper esa “repetición cíclica”, pero niegan la existencia de eso que hoy en día algunos teóricos llaman “el bucle extraño” , que en este caso es esa fisura que enfrenta a clases y sectores sociales que históricamente han antagonizado la vida de Colombia (grandes terratenientes/campesinos sin tierra; godos conservadores/cachiporro liberal; blancos aristócratas/indios, negros y mestizos; etc.). Al querer pasar por encima de los antagonismos sociales existentes, al querer esquivar las contradicciones reales que enfrentan a quienes han construido su poder con base en la violencia, la explotación y la exclusión, fracasan irremediablemente. No tienen más salida que llamar a autoderrotarse al “cachiporro liberal”, a transformarse en su contrario, sin tocar para nada al “otro”, sin cuestionar su poder, y al hacerlo, son absorbidos por el flujo de la “repetición cíclica”, ubicándose del lado del poder existente. Necesariamente, tiene que ser un “cachiporro liberal” el que dé el paso, el que reconozca su limitación, se autodescubra y con su acción –que implica la verdadera paz– transforme a toda la sociedad (y en parte, “derrote” al “otro”, pero no porque lo destruya físicamente sino porque lo desarme ideológica y políticamente)”.
Y así, yo concluyo: Si se reduce la situación a nivel individual, cada quien puede resolver su problema y no existiría el “cachiporro liberal”. En él, está el sentido de lo “comunitario” y su conexión con el indígena autónomo, con el negro cimarrón, con el mestizo rebelde, con el colono libre que no quiere tener patrones ni esclavistas. El cachiporro liberal representa las soluciones colectivas, para todos, y no solo para un sector social o para una persona. Pero para lograr ese nuevo camino, para romper la “repetición cíclica”, el “cachiporro liberal” tiene que plantearse –desde el principio– una estrategia para incluir a los sectores medios, sin plantearse las visiones teleológicas importadas, sin creer que de un momento a otro se puede construir el paraíso terrenal, lo ideal, el fin comunista, la perfección.
Las nuevas generaciones de Colombia, sobre todo, la juventud que ha visto cómo nos hemos enfrascado en décadas de violencia sin salir del atolladero, pueden impulsar una acción política de transformación de la vida cotidiana sin caer en los errores del pasado, sin creer que con el solo cambio de las leyes (“constituyentes”) se va a cambiar la sociedad de un momento a otro. Se trataría de aterrizar las rebeldías en acciones concretas sobre asuntos prácticos, que vayan unificando a los sectores sociales que necesitan construir una Nación y un mundo mejor, dejando atrás los resentimientos y los odios, y por tanto, concentrarse en el presente para construir un futuro que supere ese pasado de sufrimiento y de violencia. Así, el “cachiporro liberal” habrá cumplido su misión y podrá descansar y difuminarse en el ambiente de una sociedad que se niegue a tropezar con la misma piedra.