Christian Zampini •  Opinión •  20/08/2023

Conspiranoias con las serpientes de verano

Conspiranoias con las serpientes de verano

A nadie se le ha escapado la escandalosa y descarada campaña de defensa, justificación y blanqueo del tipo ese que presuntamente asesino y descuartizó al cirujano Edwin Arrieta.

El caso (TradeMark) es un tema morboso y sensacionalista de pro, de los que nos hacen el culo pepsicola en las redacciones en los interminables desiertos de contenidos que son los veranos. Un hecho cuyo tratamiento informativo nunca va a ser bueno. No se va a ajustar a código deontológico que valga, va a ser visceral, intestínico, morboso, mezquino y cruel. Admitámoslo, es lo que queremos en un caso como este, como el que escucha un podcast de crímenes reales.

Pero la cobertura de los medios españoles ha logrado desbloquear un nuevo grado de asco, con el rollito ese de presentar al asesino confeso como una socialité de bien. Una campaña de relaciones públicas que, por lo que sea, no ha logrado convencer a prácticamente nadie. Basta con echar un ojo a las reacciones que genera cada publicación de las cuentas de medios en las redes sociales para darse cuenta de que no ha colado. Por lo que sea, la gente no se lo ha terminado de comer. Debe ser que la «ventana de Overton» no se había abierto aún para lo de asesinar y descuartizar a alguien, aunque se sea joven, guapo y de buena familia.

¿Pero por qué esta campaña, como decía, de relaciones públicas? Aquí viene mi hipótesis conspiranoide: Creo que intentan preparar a una opinión pública, a la que llevan años azuzando con punitivismo en vena y ansias vengativas idiocráticas, para el fulminante regreso del notas de los cuchillos, a través de una mediación de La Corona (TradeMark) a medida.

Y es que la institución concesionaria a perpetuidad de los servicios de Jefatura de Estado son los únicos, junto a algún narcoempresario transnacional con ínfulas filantrópicas, capaces de bascular la posición editorial de toda la estructura de medios a una posición tan jodidamente peregrina. Y también tiene un peso en política exterior, pendiente de la actualización de sistema del Antiguo Régimen, que habitualmente no se asume.

Aquí va mi sobre con bordes dorados: Al cuchillos le condenan en Bangkok y, acto seguido, una «discreta intervención de la Casa Real» logra que Maha Vajiralongkorn de Tailandia le permita trasladarse a una cárcel española, donde obtiene el tercer grado penitenciario con el tiempo necesario para participar en la correspondiente edición de La Isla de los Famosos.

Esto último ha sido una frivolidad (¡como si todo lo demás que he escrito no lo fuese, ja ja!), caricaturescamente específica para referirme a que desfilará pornográficamente por todos los platós de televisión posibles contando su «traumática experiencia». La indignación pasará a la curiosidad, la curiosidad al morbo. Y en unos años tendremos un 16% de share de pantalla, una familia de bien tranquila y un clientelismo bien cuidado. Que al fin y al cabo son las cosas importantes.


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