Marcos González Sedano •  Opinión •  20/12/2016

Alepo

Entre ella y Alepo
 
Pensé incendiar los barcos 
Y recordé el grito de madera.
Suena a hueso partido
Cuando el carnicero deja caer el hacha. 
 
Se me ocurre parar la guerra,
Dinamitar los puentes 
Que nos separan de la paz,
Y vi como tus manos se iban
En una multitud de cruces 
En cada uno de los días conocidos. 
 
Hay una batalla abierta, tan abierta como el cauce del río que nos separa y sin embargo, tu aliento llega a mi boca en la niebla de la mañana. 
 
Te vi en el televisor. Eras aquél minarete hundido en el último verso del almohedano. Casi entrelazamos nuestras almas en la materia imagen de la reconstrucción, cuando el terror abandonaba Alepo y se iban levantando los mercados, y la cal cubría los disparos del último intento del invasor.
 
Asomó  la luz por la Medina de tus ojos en el gris espacio del frío de la muerte.
 
Ya juegan los niños y las niñas entre tanques destruidos, mutiladas herramientas, hoy óxido de coral, de una ciuddad martirizada.
 
Alepo era la llave, la clave  de los bandidos, del último genocidio que el Imperio ha cometido. 
 
En esta lejanía de la lluvia dejo caer las notas en el arroyo que el agua abre. Querría ser poeta en cada letra y que la línea del horizonte de papel nos una en el Mediterráneo. 
 
Y ella?… Si su voz en mi oído fuese la sinuosa arma que tapona los fusiles,  si sus manos en mi cuerpo convirtiera la flota del Imperio en barcos de pesca, si cada misil que se lanza fueran ramos de violetas, en vez de fábricas de guerra habría campos de flores.
 
Expulsaron de Alepo a la muerte.Un animal mal herido se desplaza en la venganza, maldito Capital, engendro del mal que por robar seca la vida donde fluye. 
 
Su cuerpo y el mío no son ajenos, y en cada manantial de su piel busco la paz, y una contienda secreta nos separa, y cuando más voy a ella más siento el campo de batalla y me duele la muerte ajena, y derramo en su tegido  la esperanza de una vida nueva.

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