Otro crimen más de las grandes potencias o los malditos refranes
Todo lo que se cuece en el fuego, se cocina, de un modo u otro, lento o rápido, pero el fuego cocina, y alimenta…, además mata, quema, y destruye… Y hay fuegos que vienen desde arriba, en forma de bombas, metralla, para, dicen los que ganan dinero con el negocio de la guerra, “pacificar”, y llevar la “democracia” a países donde no la “hay”; no sólo es Siria, es Yemen, y también África, y América del Sur, algunos países del Este, y el mismo Occidente los que libran diariamente una batalla, la guerra está en todos los rincones del planeta, cada día se extermina una especie, cada día se aniquila una parte de este maravilloso lugar llamado Tierra.
Pero este artículo va a dar un giro de ochenta grados, por lo menos, y como el que escribe está cansado de ver y comprobar la estulticia humana, les va a contar una bella historia acaecida hace millones de años, y fue allá en un tiempo muy lejano donde sucedió lo que ahora, mis queridos lectores, voy a narrar.
Se dice que en un lugar que ya no existe, vivía una especie de animal raro, cuyos deseos lo llevaron a la locura, pero ¿qué deseos pueden llevar a alguien a la locura? No sabemos la respuesta a esta pregunta, ni el que escribe ni el que lee, digamos que fueron unos deseos indeterminados los que a aquel animal extraño lo llevaron a perder lo que nosotros entendemos por cordura, porque ¿no me dirán que no saben lo que es la cordura y lo que es su contraria, la locura, digamos, su antagonista?, bueno, pues, cabe, bajo, contra, dentro, fuera, y más allá, y cerca, y lejos, y al lado, se sabe que es esa cosa de la que muchos se jactan, la cordura, sin que los que la alaban y ensalzan no se vean, aunque se miren en el espejo, porque es el espejo, el mejor de los inventos, el mejor lugar para engañarnos, y al que nos solemos mirar, más, cual Narcisos, que otra cosa, sin vernos, o sin identificarnos con el animal de nuestra historia.
Divagaban los sabios y los filósofos, y yo sin ser ni lo uno ni lo otro, también divago, total, en el mundo que habitamos, quizás es mejor la ficción que la realidad, y que cada uno se las haga a la medida, sus ficciones y sus realidades. Sí, pero prefiero divagar y mirarme al espejo, para cerciorarme de que los que se definen como cuerdos, y no es mía esta licencia, digo, que los que se dicen cuerdos hace tiempo que se volvieron locos, y campan a sus anchas como cerdos en un lodazal, orgullosos de sus miserias, y de sus crueldades, pero sin reconocer ni las primeras ni las segundas, y viendo su “belleza”, en el espejo.
Pero sigamos con la historia de aquel animal cuya perdición fueron sus deseos, cuentan que procreó dos criaturas, si cabe, todavía más extrañas, una hembra y un varón, y como no había otros varones u otras hembras, el incesto, fue lo que siguió. Pero, ¿Qué animal engendró en el vientre de aquel animal a aquellos dos vástagos?
Otra pregunta sin respuesta, otra cuestión sin resolver, pero eso no tiene importancia en un mundo en el que como poco, la gente, no deja de mirarse el ombligo, así como de decirse “cuerdos”, y tan seguros van por su vida, aunque sepan que las hamburguesas que ponen en sus relucientes parrillas, están hechas gracias a la sangre de algún ser vivo, llamémosle, X, Y o Z, no importa…; y es que no hay nada más peligroso que el resultado que da la suma de hedonismo y nihilismo.
Aquel animal, desolado urdió un terrible plan, y lo puso en marcha, y desde aquel día hasta nuestro tiempo, el plan ha funcionado a la perfección, siendo este el que acabará con toda la humanidad, y hasta aquí el cuento ha llegado a su fin, sin perdices, ni cosas por el estilo, que entienda el que quiera, o el que pueda, por aquello de que los refranes nos han marcado, para bien y para mal, para toda nuestra existencia…
Como dice la canción de Jaime Urrutia, “Malditos refranes”.
SALV-A-E
Los que quieren vivir se rebelan y no te saludan.