Libia: de la «primavera» al caos
Han pasado seis años desde que la Mafia Mediática comenzó a sembrar noticias sobre supuestas oleadas de protestas en Libia, donde la población disfrutaba de sanidad, educación y energía eléctrica gratuitas y la banca no aplicaba intereses a los préstamos.
¿PROTESTAS ESPONTÁNEAS EN LA NACIÒN MÁS RICA DE ÁFRICA, DONDE LA POBLACIÓN DISFRUTABA DE MÁS DERECHOS SOCIALES QUE EN NORUEGA, SUECIA O DINAMARCA?
El término “primavera”, acuñado en las cloacas desde donde el millonario Soros preparaba la destrucción del país, fue sacudiendo las emisoras de radio y TV, mientras Occidente satanizaba al gobierno del coronel Gadafi, acusándole de crímenes que jamás pudieron demostrarse.
Hoy, en 2017, esa presunta primavera fue un invierno brutal, que dejó una estela de destrucción y muerte “gracias a los bombardeos democráticos de la OTAN“. Hoy, la reconstrucción del país parece tan lejana como la paz, la concordia, la libertad y la democracia.
En la actualidad, ese proyecto para reconstruir Libia podría asentarse en dos fuerzas decisorias: El Parlamento o Cámara de Representantes, ubicado en Tobruk y un gobierno títere instalado en Trípoli, apoyado por las Naciones Unidas, bajo el control de innumerables grupos armados, incluyendo al ISIS, amén de otros colectivos yihadistas que buscan enriquecerse con el petróleo y ampliar su dominio territorial.
Diarquía
El pasado 15 de febrero, los dos máximos representantes de esa diarquía, el parlamento, cuyo presidente es Aguilá Salah Issa y el jefe de gobierno, Fayez Al Sarraj, entraron en una fase de mutuo rechazo, por lo que la ONU se apresuró a montar una mesa urgente de negociaciones en El Cairo, contando con la venia de Egipto, que ambos dirigentes rechazaron, según informaba la Agencia de noticias turca Anadolu citando una declaración de Al Sarraj (por cierto, hijo de un ministro del derrocado rey Idris), quien en 2015 se autoproclamó por decreto presidente y primer ministro de la nación, sin que Occidente o Naciones Unidas pusieran el mínimo obstáculo.
Las conversaciones patrocinadas por Egipto pretendían abordar y solucionar las diferencias entre ambos dirigentes, pero todos los intentos para iniciar el diálogo han resultado infructuosos.
LA RECONSTRUCCIÓN DE LIBIA PODRÍA DURAR MÁS DE 50 AÑOS, MIENTRAS EN ESE TIEMPO OCCIDENTE SEGUIRÁ ESQUILMANDO EL PETRÓLEO DEL PAÍS
Paradójicamente, el gobierno de unidad nacional fue establecido en 2016 para superar la crisis que comenzó en 2014, cuando los poderes del estado se dividieron entre el parlamento de Tobruk, dominado por los islamistas y el ejecutivo con sede en Trípoli, fiel a Washington y Bruselas.
Por otra parte, Libia se quedó sin ejército, por lo que las mesnadas de mercenarios pululan a lo largo y ancho del territorio, erigiéndose indistintamente en partidarios de Salah Issa y de Al Sarraj, aunque la mayor parte militen en el radicalismo islámico.
Caos
En octubre de 2016, una facción de los combatientes desafiaron al Gobierno de unidad nacional proclamando su propio mando militar y político.
Esta situación refleja la Libia de hoy, donde las tropas y las milicias tribales determinan la vida cotidiana de la población, sin tener en cuenta las órdenes de organismos y autoridades.
La semana pasada, otro grupo de combatientes anunció la creación de un nuevo cuerpo armado, la Guardia Nacional de Libia. Aunque afirman no tiene vínculos con ningún partido político o tribu, sus miembros mantuvieron algunos enfrentamientos armados con los que apoyan al gobierno de unidad nacional.
Al mismo tiempo, Al Sarraj ha anunciado que su gobierno no será capaz de hacer frente a la situación, por lo que este 16 de febrero, de acuerdo con Reuters, ha cursado una solicitud oficial a la OTAN pidiendo ayuda para entrenar y fortalecer a sus grupos armados, con la pretensión de crear unas nuevas FFAA libias.
EN LA LIBIA DE 2017 PUEDE DECIRSE QUE EL CAOS SE HA INSTALADO GRACIAS A OCCIDENTE Y A SU BRAZO TERRORISTA, LA OTAN
Libia se hundió en el caos tras el derrocamiento y el brutal asesinato del líder libio, Muamar el Gadafi, en 2011, al que había precedido un violentísimo y continuado bombardeo de la OTAN, apoyado por miles de mercenarios pagados y entrenados por Occidente a través de Qatar y Arabia Saudita.
La trata de personas y el contrabando de petróleo
Antes del desastre, Libia mantenía una economía próspera impulsada por los ingresos que generaba el petróleo, capaz de crear puestos de trabajo para cientos de miles de personas, ofreciendo energía gratuita a sus habitantes, así como educación y sanidad.
Actualmente, en este caos de la época post-Gadafi, combatientes de distintos grupos aprovecharon el desorden ambiental para volver a reciclar la trata de seres humanos y el contrabando de petróleo.
Según la periodista italiana, Frecesca Mannocchi, la costa occidental de Libia se ha convertido en un paraíso para los estafadores, donde la policía local y la guardia costera están implicados en contrabando de petróleo.
El número de migrantes muertos en su intento de cruzar las aguas de mar Mediterráneo, entre Libia e Italia, también ha alcanzado niveles dramáticos.
Según el periodista de AP Fabrice Leggeri, en 2016, 4.579 personas se ahogaron en ese tramo, aunque la cifra podría ser inferior a la realidad. En 2014 huyeron de la “democracia libia” y perecieron en el mar, 2,869 víctimas, que en 2015 aumentaron a 3.161.
Además, existen algunos grupúsculos de mercenarios que buscan destruir la infraestructura del petróleo para apropiarse de los pozos que controlan otros colectivos rivales, que revenden el crudo a compañías occidentales sin control de precios ni cantidades.
Ese petróleo se transporta en Europa gracias a la colaboración de la Mafia siciliana, según testigos presenciales en ambas costas, la africana y la de la isla italiana. En opinión de las autoridades, a día de hoy el estado acusa por esta venta ilegal más de $4 mil millones de déficit.
Además de la producción de petróleo de Libia ha caído por debajo de los 715.000 barriles diarios, mientras que en época de Gadafi esa cifra podría llegar incluso a 1,6 millones.
Un caldo de cultivo para el extremismo
Sirte, la ciudad natal de Gadafi, fue ocupada en 2016 y hoy está controlada por el Daesh. El estado islámico se ha extendido en Libia en los últimos dos años. De acuerdo con estimaciones de la ONU, en Libia hay no menos de 3.000 miembros del ISIS.
Occidente, que a través de su Mafia Mediática prometía a la población una vida incluso mejor que la que disfrutaban bajo el gobierno legítimo de Gadafi, elevando a la categoría de héroes a unos llamados “rebeldes luchadores por la libertad”, parece hoy reconocer (pero es tarde) que la intervención en Libia en 2011 fue un tremendo error. Una masacre bestial e injustificada.