El impacto adverso de una invasión a Venezuela sobre el imperio y sus aliados
“Toda concepción nacida de la impaciencia y destinada a obtener una victoria rápida es solo un gran error;
fue necesario ganar miles de pequeñas luchas para convertirlas en una grandiosa victoria”
General Vo Nguyen Giap, gran líder de la epopeya vietnamita
Una de las primeras ocasiones en las que el Comandante Chávez señalase que la revolución bolivariana era pacífica y democrática mas no desarmada, fue el 13 de abril de 2003, en su discurso del acto de clausura del “Foro con la revolución” (1), evento internacional que reunió a dirigentes políticos y sociales venidos de los cinco continentes, celebrado en Caracas para conmemorar el primer aniversario de la victoria de la revolución bolivariana sobre los golpistas del 11 de abril de 2002.
En esa oportunidad señaló también que la misma frase ya la había pronunciado en una transmisión en cadena nacional de medios, en respuesta a un dirigente opositor que había dicho que a Chávez le iban a aplicar la fórmula que le aplicaron a Allende; y es que Chávez nunca se cansó de decir que lo lamentable de aquel proceso revolucionario liderado por Salvador Allende en Chile a comienzos de los años setenta, no es que haya sido pacífico y democrático, sino que estuviese desarmado.
Esta muy temprana advertencia de Chávez ha sido desoída tanto por el imperio como por sus títeres de la contrarrevolución venezolana, que llevan ya casi dos décadas tratando de defenestrar a la revolución bolivariana, subestimando de esta forma las potencialidades de nuestra unión cívico-militar; sin embargo, los jefes del pentágono tomaron tempranamente la previsión de no continuar vendiendo armas a Venezuela, así como la de obstaculizar la venta de cualquier artilugio bélico o sospechoso de serlo fabricado por cualquiera de sus aliados de la OTAN, como es el caso de la venta de unos aviones de transporte y unas lanchas patrulleras de doble propósito contratada con el gobierno español (2).
Es emblemático el caso de los incumplimientos contractuales derivados de la adquisición de los aviones F-16, comprados a EEUU en la década de los ochenta por medio de contratos que garantizaban el suministro de repuestos durante toda su vida útil, denunciado públicamente por el Comandante en noviembre de 2005, con las siguientes palabras: «Nos vendieron esos aviones y bien caros además, y ahora no les da la gana de vendernos los repuestos, retardan, mandan los repuestos que no son, cualquier tipo de artimaña para tratar de llevar nuestros aviones F-16 a la inoperatividad” (3).
Que la revolución bolivariana es una revolución armada es algo evidente a partir del hecho de que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), eje fundamental de la unión cívico-militar que la sustenta, logró liberarse casi desde sus inicios del tutelaje militar gringo y se mantiene accionando bajo su propia doctrina, que no es el caso de aquellos países de la región que aún se mantienen bajo el tutelaje militar gringo a través del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
También se evidencia a partir del actual equipamiento de la FANB, inspirado en su nueva doctrina y en aquel principio latino que establece: “si quieres la paz, prepárate para la guerra”, que hace de ella, aunado a sus frecuentes ejercicios y maniobras, una de las de mayor apresto operacional de la región; siendo oportuno hacer notar que unos de estos ejercicios a ser realizados en unión cívico-militar, las operaciones de defensa multidimensional integral del territorio nacional denominadas “Independencia 2018”, estarán celebrándose durante el sábado y el domingo de la presente semana (4).
Sólo a manera de referencia consideramos oportuno apuntar a continuación, algunas de las más relevantes características técnicas de la FANB:
· Una aviación que es considerada la más poderosa de la región latinoamericana desde el punto de vista técnico, por contar con 24 Sukhoi 30 MK2l.
· Una armada equipada con unidades de origen estadounidense, italiano y español, que si bien no es la más poderosa de la región, ha incrementado el arrojo y la pericia marinera que hizo posible que en agosto de 1987 una simple patrullera pusiese en fuga a la corbeta colombiana Caldas, violadora de las aguas del Golfo de Venezuela, con sólo haberse mantenido navegando en su “cono de sombras”.
· Un ejército de tierra conformado con más de 120.000 combatientes activos equipados con el rifle de asalto AK 103; con alrededor de 200 tanques rusos T-72BM1, de comprobada efectividad en la protección y defensa de áreas urbanas; y dotado del más poderoso sistema de defensa aérea de la región, desarrollado con la asistencia de Rusia y conformado por brigadas de misiles S-300 y de misiles antiaéreos Igla-S y Super Igla.
· Unas Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), a las que habría que añadir las unidades de élite de igual naturaleza adscritas a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y al Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN).
· Una población civil organizada que es la mayor de la región y está adscrita a los siguientes cuerpos: La Milicia Nacional Bolivariana, conformada por más de 350.000 efectivos, equipados con el fusil automático ligero FN-FAL, de fabricación belga, en su gran mayoría, y con el fusil ruso Mosin-Nagant M91/30, en el caso de las milicias campesinas; los Cuerpos de Combatientes, conformados por unos 30.000 efectivos, trabajadores de instituciones y empresas; y las Unidades de Batalla Bolívar – Chávez (UBCh), unas 14.000 a nivel nacional, con una conformación promedio de 40 militantes cada una. Ante tamaño despliegue de población civil organizada y armada en favor de la revolución, consideramos pertinente formular la siguiente pregunta: ¿Cuántos gobiernos de la región, de los que más nos adversan, se mantendrían en el poder ante la presencia de unas fuerzas equivalentes en sus respectivos territorios?
Desde luego que el imperio debe tener pleno conocimiento de las características antes señaladas, hasta con un mayor grado de detalles, siendo ésta la única causa a juicio nuestro, de que no se planteen invadirnos en solitario, sino que persistan en la idea de conformar una fuerza multinacional para hacerlo; decimos esto basados en la opinión de John Pilger, famoso periodista australiano que ha actuado como corresponsal de guerra en conflictos tan álgidos como los de Vietnam, Camboya, Egipto, India, Bangladésh y Biafra, quien recientemente señalara: “… Washington sólo invade países indefensos, y Venezuela no está indefensa…” (5).
Entrando finalmente a considerar el impacto adverso que sobre el imperio habría de comportar una intervención militar de Venezuela, hemos considerado conveniente el comenzar a hacerlo a partir de los señalamientos más relevantes de un reciente artículo publicado en “Foreing Affair”, titulado en inglés “What Would a U.S. Intervention in Venezuela Look Like?”: Risky, Expensive, and Counterproductive (6).
Siendo oportuno señalar que, como es sabido por muchos la citada revista es una publicación bimensual del “Consejo de Relaciones Exteriores”, que es una organización estadounidense fundada en 1921, declarada sin fines de lucro, especializada en la política exterior y en los asuntos internacionales de los Estados Unidos, que cuenta entre sus miembros a políticos de alto rango, a más de una docena de exsecretarios de estado estadounidenses, exdirectores de la CIA, banqueros, abogados, profesores y figuras de los medios de comunicación.
Según nuestra traducción, el autor del citado artículo en su empeño por alertar sobre la inconveniencia de una intervención militar como la preanunciada por Trump en agosto pasado, señala de manera lapidaria y entre muchos otros argumentos, los siguientes: superar a los partidarios de Maduro y controlar las secuelas de la intervención requeriría una fuerza de alrededor de 200.000 personas: 20.000 más que la coalición liderada por los EE UU para invadir a Irak en el 2003; usar la fuerza contra Venezuela minaría los otros compromisos militares de los EE UU, presionando fuertemente sus finanzas y alejando a sus efectivos de problemas mucho más importantes para su seguridad, siendo poco probable que Trump y quienes apoyan una intervención comprendan el alcance de tales costos; es difícil predecir cuántas vidas y cuánto dinero se perdería en una intervención estadounidense, aunque las cifras no serían irrelevantes, especialmente si los EE UU invadieran Venezuela y luego tratasen de estabilizarla; el uso de la fuerza en Venezuela redirigiría la atención y el poder de los EE UU de los asuntos más importantes para su seguridad y colocaría una carga innecesaria en sus ya sobrecargados militares, en momentos en los cuales el Pentágono está ocupado gestionando operaciones en áreas desde Irak y Siria hasta el oeste de África y el mar del sur de China; y finalmente, si Corea del Norte o Irán creyesen que EE UU estaba preocupado con una operación en Sudamérica, esos estados podrían asumir riesgos que de otra forma no asumirían, amenazando los intereses de Estados Unidos en el noreste de Asia y Medio Oriente. Y añadiríamos nosotros, éstos serían sólo los costos de la invasión en materia militar.
En relación al impacto económico el mismo artículo señala que al interrumpir las actividades de la industria petrolera venezolana, una intervención militar estadounidense aumentaría los precios globales de los hidrocarburos. Añadiríamos nosotros que tal hecho es particularmente grave en una año como el 2018, en el cual EE UU si bien habría de alcanzar un record de producción (10 millones de barriles diarios), deberá importar casi la misma cantidad para desarrollar sus actividades productivas y de servicios, más unos 700 millones diarios adicionales para el mantenimiento de su reserva estratégica, una parte importante de la cual debería provenir de Venezuela; siendo oportuno recordar que al inicio de la invasión de Libia, en marzo de 2011, el precio del petróleo ascendió a valores extremadamente cercanos al máximo histórico de 120 US $/barril registrado en febrero de 2014 (7).
En materia política, el artículo de marras es enfático en señalar que una intervención militar tendría un alto costo para la influencia de los Estados Unidos en el Hemisferio Occidental. Recurrir a la fuerza provocaría una reacción muy fuerte, incluso de los socios más cercanos de Washington, ya que al recordar a los estados de la región la historia de EE UU de intromisión en sus asuntos, Washington perdería su taimada imagen de buena voluntad y, con ello, la oportunidad de trabajar con ellos en asuntos que les importan a todos en el hemisferio, desde tratar el crimen transnacional hasta tratar de integrar la llamada “infraestructura energética de las Américas”.
El impacto adverso sobre los aliados del imperio, en especial sobre aquellos aliados regionales que se plegasen a su exigencia de integrar la fuerza militar invasora no sería menos terrible; dado que:
- Las maltrechas economías de la mayoría de ellos, en especial las de aquellos que no son exportadores de petróleo como Méjico y Brasil, y la de Colombia que sólo exporta el petróleo que extrae de contrabando desde Venezuela, se verán fuertemente afectadas por el incremento global del precio de los hidrocarburos, por el incremento de sus propios gastos militares y por el inevitable quebrantamiento de los flujos de comercio regionales.
- La extremadamente precaria paz interior de la mayoría de ellos, en especial la de Colombia actualmente en vías de ser reconstruida con base en los acuerdos de paz suscritos con las FARC, se vería seriamente comprometida, no siendo nada descartable que en ese vecino país surgiese una fuerza de retaguardia contra la invasión conformada por los combatientes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y los de los no menos de 12 frentes de las FARC que no se acogieron a dichos acuerdos.
- A pesar de la desmesurada campaña mediática que ha llegado a alcanzar niveles realmente xenofóbicos en países como Colombia, Perú, Chile y Panamá, no es nada difícil que se produzcan en el seno de sus sociedades, corrientes de voluntarios para la defensa mediática y física de Venezuela, similares a las que con toda seguridad se habrán de producir en los países miembros del ALBA-TCP, agudizándose las contradicciones de clase que habrán de generar una polarización extrema a partir de la cual desaparecerían tanto los centros políticos como las llamadas “izquierdas light”, que siempre han sido oportunistas y vivido de fuentes occidentales.
En resumen, creemos que de perpetrar su inexorable invasión el imperio estaría en vías de generar un gigantesco Vietnam en nuestra región, sólo que esta vez mucho más cerca de sus fronteras de lo que sus estrategas militares lo pudieran desear. ¿Se arriesgarán a hacerlo nuevamente en esta oportunidad?
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!
(4) http://www.laiguana.tv/
(5) http://www.telesurtv.net/news/
(7) https://elpais.com/economia/
Caracas, febrero 20 de 2018