Lázaro Fariñas •  Opinión •  21/03/2018

Caos en La Casa Blanca (I)

Para nadie es un secreto que los más beneficiados por la llegada de Donald Trump a La Casa Blanca son los periodistas y comediantes de este país. Los innumerables programas de entrevistas que diariamente se transmiten por las cadenas nacionales de los Estados Unidos tienen un tema asegurado con el cual cubrir parte de la duración de los mismos. No existe ni uno de esos programas que no hable sobre el Presidente. Como que Trump crea noticias todas las mañanas con su dislocada manía de enviar textos con catorce caracteres por internet antes de amanecer, los conductores de esos espacios televisivos tienen la oportunidad de utilizarlos. Claro que, este «caballero» que preside el gobierno de los Estados Unidos no solo se limita a crear noticias en la madrugada, sino que se pasa el resto del día haciéndolo personalmente en sus apariencias públicas, por lo tanto, su nombre es una constante en todos los medios de prensa del país.

Pero no son solo los periodistas los que se aprovechan del desequilibrio mental del Presidente, hay otros que aún se aprovechan mucho más y esos son los comediantes de la televisión. Varios son los programas de comedia que se transmiten por las cadenas nacionales cada noche, de lunes a viernes, y los comediantes que los dirigen están haciendo una verdadera zafra. Lo que se ve y oye en esos espacios cómicos es para desternillarse de la risa. Las burlas a Trump son casi inimaginables. Se ríen de él, de su gobierno, y de su familia. Trump le da la pólvora y ellos hacen los disparos.

Cuando se supo que este «personaje» había triunfado, cualquiera que mínimamente conociera cómo funciona la televisión norteamericana y en especial sus programas de entrevistas y sus comedias, podía haberse dado cuenta que esto iba a suceder.

Solo hay que pensar lo que puede hacer un buen comediante con un hombre de poder a quien sus más cercanos colaboradores califican de «morón» unos y de «idiota» otros. Claro que esta no es la primera vez que llega a la presidencia de este país un hombre con estas características. No hay que ir muchos años para atrás para recordar las barbaridades que hacía y decía George W Bush. ¿Quién no recuerda los «Buchismos» que fueron tan famosos durante los días de W en la Casa Blanca? Claro que Bush, comparado con Trump, es un niño de pañales en lo que a excentricidades se refiere.  Es verdad que decía barbaridades una tras otra, pero tenía una muy diferente personalidad.

Trump, aunque perdió el voto popular en su elección, ganó ampliamente en los colegios electorales. Fue  un triunfo amplio y limpio según las reglas del juego electoral vigente dentro del sistema electoral norteamericano. Hay que ver que, contra viento y marea, se impuso como el candidato del Partido Republicano venciendo a 17 otros candidatos que aspiraban a la nominación. Uno por uno los fue eliminando todos hasta quedar él como el nominado. Eso ocurrió contra todas las predicciones e incluso, contra los deseos de la mayor parte de la clase dirigente  de su partido, que conociendo el tipo de persona que era, trataron de bloquearlo. No creo que ni el mismo Trump pudo imaginar su triunfo.

Por supuesto que, si era muy poco probable que ganara la nominación, menos probable era que, si la obtenía, pudiera derrocar a la candidata demócrata en las elecciones generales. Pero en política nada es completamente predecible y triunfó contra todas las probabilidades. Cuentan en un libro que fue publicado recientemente que él mismo se quedó perplejo cuando supo los resultados de los comicios presidenciales.  Dicen en el libro que llegó a atontarse tanto que apenas podía creer lo que había sucedido.

Donald Trump implantó una táctica en la campaña electoral –la misma táctica con la que ha vivido en su vida– la de arrinconar, desprestigiar y humillar a todos los que se le paren delante. Nunca ha dejado de ser un abusador, un narcisista y un mitómano. Es un hombre al que no le importa mentir constantemente. No he vuelto a saber la cantidad de probadas mentiras que ha dicho; hasta hace unos meses, que fue la última vez que lo leí, el Washington Post le había contabilizado más de dos mil de ellas. El hombre miente constantemente. Miente sobre cualquier tema y poco tiempo después se desmiente él mismo con otra mentira.

Hace unos días salió a la luz que le mintió en su cara al Primer Ministro de Canadá al afirmarle que los Estados Unidos perdían billones en sus relaciones comerciales con aquel país, cosa que, según la oficina de comercio de los Estados Unidos, es falsa. Lo peor es que, en un reciente discurso, el mismo Trump afirmó que él le había dicho eso al Primer Ministro sin tan siquiera saber si era cierto lo que estaba afirmando.  ¿Alguien se puede imaginar cómo es posible que este hombre haya llegado a la presidencia de Estados Unidos y tenga en sus manos el poder que tiene?  

Continuará.

*Lázaro Fariñas, periodista cubano residente en EE.UU.

Fuente: MartianosHermesCubainformación


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