André Abeledo Fernández •  Opinión •  21/05/2020

Ante el resurgimiento de la pandemia fascista unidad y verdad.

Hoy, como ayer, la frase «si no luchamos juntos nos ahorcarán por separado» está vigente.

¿Qué mayor muestra de la necesidad de la unidad de la izquierda que el resurgimiento del fascismo?. El fascismo es el capitalismo en descomposición. Y la pandemia del COVID-19 ha acelerado la descomposición del sistema capitalista que demuestra lo frágil, salvaje e injusto que es cuando se trata de afrontar crisis, superar pandemias o redistribuir riqueza.

¿El problema es la corrupción o el sistema que la genera?, aceptando que existen distintos niveles de corrupción dependiendo del nivel de degradación de las instituciones burguesas, no podemos olvidar que la corrupción es inherente al capitalismo. Porque los que dicen que existe un “capitalismo bueno” mienten, es un sistema basado en la explotación y la acumulación de riqueza.

¿Tiene futuro del capitalismo?; el capitalismo no tiene futuro, el sistema no aguanta, estabamos ante una crisis de sobreproducción y de escasez de recursos naturales, desde los recursos energéticos hasta el agua potable empiezan a escasear a causa del hambre depredadora del sistema, estos genera nuevas guerras por el control de esos recursos, nos lleva a peligrosos enfrentamientos geoestratégicos por el dominio de espacios económicos y mercados.

Y ahor se añade la actual depresión económica a la que nos aboca el COVID-19 y el frenazo en seco que ha tenido que dar todo el sistema a nivel mundial.

El capitalismo se basa también en un crecimiento infinito que está llegando a su fin, las alternativas hoy como ayer son socialismo o barbarie. Un mayor reparto de la riqueza y una economía basada en cubrir las necesidades básicas de la humanidad y evitar la acumulación de riqueza son el único camino para salvar al planeta. La humanidad se encamina con paso firme hacia la autodestrucción.

Hemos comprobado como el sector privado es inútil cuando se trata de defender el interés general o como en el actual trance histórico salvar a la humanidad de una pandemia.

Hemos visto como perdíamos capacidad adquisitiva al tiempo que subía el precio de los productos básicos.

Electricidad, agua, gas, combustible son ahora artículos de lujo, como lo son los alquileres, o la alimentación de una familia.

Nuevos tipos de pobreza se han añadido al drama, pobreza energética y pobreza asalariada.

La crisis derivada del coronavirus multiplicará el paro y la miseria y será necesario tomar medidas estructurales radicales para que el capitalismo salvaje no imponga los intereses de las minorías a las mayorías, a la clase trabajadora.

Los pensionistas tienen que sobrevivir con pensiones miserables y escuchar a políticos hablar de sus pensiones como de limosnas estatales.

Los pobres ya no tienen que ser trabajadores en paro, ahora puedes tener un empleo con un salario que te mantiene en la miseria y en unas condiciones que pisotean tú dignidad.

Nos han ido robando derechos con la excusa de una crisis que ha aumentado la fortuna y los privilegios de los más ricos.

Esta es la España de los «mucho españoles y muy españoles».

Pero tampoco debemos olvidar que el capitalismo tiene en la clase obrera su víctima y su verdugo. Somos los pilares del sistema y si nos movemos juntos se derrumbará.

Las oligarquías lo saben y se han dotado de herramientas para evitar la unidad de la clase trabajadora, nos quieren desunidos y confundidos, una parte fundamental en esta estrategia es negar la vigencia de la lucha de clases como motor de la historia, defender que ya no existen explotadores y explotados.
Las trabajadoras y trabajadores debemos ser conscientes de que para ser capitalista hay que ser dueño de los medios de producción, hay que ser patrón, un obrero que se dice capitalista no es más que un consumidor que ha caído en manos del pensamiento inducido desde el poder, ha asumido la moral del esclavo.

Hemos podido comprobar durante el estado de alarma y la cuarentena quienes son realmente los trabajadores esenciales. Y no son los altos cargos directivos, ni los multimillonarios, son normalmente los más precarios, peor pagados o menos valorados.

Defiendo que los que somos militantes comunistas, o militantes de la izquierda en general, tenemos la obligación de ser tan realistas como utópicos, de tratar de entender el contexto, el momento histórico y la correlación de fuerzas.

Debemos de ser capaces de perder parte de nuestra razón cuando sea necesario, pero jamás ni el primero de nuestros principios.

La situación es crítica para la clase trabajadora, ya no hace falta estar en paro para vivir en la pobreza, ahora puedes tener empleo y trabajar por un salario de miseria.

La degradación de los salarios y las condiciones laborales, la pérdida de derechos, las leyes que buscan criminalizar la protesta, están creando un caldo de cultivo muy peligroso que pude ser aprovechado por un discurso fascista, un discurso simplón, lleno de odio irracional, pero que está disfrazado de antisistema, un fascismo que trata de usar a su favor la desesperación, la frustración y el sufrimiento de la clase trabajadora.

Los pueblos del llamado “Occidente” dan un paso más hacia el fascismo, una vez más se repite la historia, los pueblos que no la conocen están condenados a hacerlo, la crisis del capitalismo abre de nuevo las puertas al fascismo en Europa y Norteamérica.

Recordemos que no hace tanto tiempo uno de los pueblos más “cultos” de Europa elegía como respuesta a una crisis del capitalismo a un fanático racista como su líder, ese país era Alemania y ese “elegido” era Adolf Hitler.

En China cuando te maldicen lo hacen con la siguiente frase, “espero que vivas en tiempos interesantes”, y estos desgraciadamente son tiempos interesantes, tiempos peligrosos, tiempos de descomposición del capitalismo, vivimos una crisis diferente a otras, una crisis sistémica que no tiene salida hacia adelante, solo hacia el siglo XIX, una crisis sin solución para los pueblos del mundo dentro del capitalismo.

O la izquierda recupera la esencia y pone los pies en el suelo para llamar a las cosas por su nombre o viviremos tiempos de fascismo.


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