Electoralismo e interés partidario en el Dolmen de Dombate
De nuevo este fin de semana, la «catedral» gallega del megalitismo volvió a ser el centro de la polémica en un nuevo episodio del juego político que desde 2014 parece haberse instalado en el centro arqueológico sin visos de solución a corto plazo.
Esta vez fue la Conselleira de Infraestructuras e Vivenda de la Xunta de Galicia, Ethel Vázquez, la que se hizo la foto y se dejó acompañar por el alcalde de Cabana de Bergantiños en un acto montado a su medida -la del PP-, a través de la entrega de premios del concurso de ideas «Autovía Costa da Morte. Camiño de Futuro».
En tiempos de crisis hay que rentabilizar los recursos públicos, pero en tiempos preelectorales se impone el «dos mejor que una», porque como si de una segunda inauguración se tratase, la Conselleira Vázquez se deshizo en elogios a su propio trabajo. Porque al fin y al cabo en política todo queda -o debería quedar- en casa.
Son tiempos de electoralismo, de palmadas en el hombro y de gentes de partido, de mezclar la cultura megalítica con la patata de Coristanco, y también del turismo de masas, que algunos esperan como agua de mayo a ver si termina de batirse el record mundial de concentración humana en el Dolmen de Dombate. Ya lo dice la propia Conselleira. Es que ahora «es más fácil llegar a este fantástico Dolmen de Dombate para los turistas«. Dombate convertido en Torremolinos.
Turismo de masas que, sin embargo, no cuenta con la más mínima infraestructura en la parroquia de Borneiro donde se encuentra el dolmen. Concentración humana que tampoco aprueban los vecinos de la zona inmediata al centro arqueológico, que han terminado por ver el trasiego hacia el monumento más como un ataque a su tranquilidad que como algo supuestamente beneficioso.
Y de fondo, la oscura sombra de la privatización, con los diputados provinciales de Patrimonio y Cultura -ambos del BNG-, dejándole hacer a voluntad a su partido antagónico en un funesto intercambio de cromos, amancebándose con el poder de turno sin mayores problemas. Son tiempos infames para las personas de bien.
El propio dolmen es sin embargo el principal perjudicado, tanto a nivel de conservación arqueológica como de imagen pública. Porque tras décadas de abandono y desatención los malos tiempos actuales conducen el monumento al otro extremo, a morir de éxito.