Rajoy y Barrio Sésamo
Los demócratas decimos que nos sometemos a las leyes porque emanan de la voluntad del pueblo. En noviembre de 2011 el PP obtuvo el 44,6% de los votos, que obviamente no son la mayoría absoluta de los votos, pero que le dieron la mayoría absoluta de los escaños en el Congreso y el Senado. Ciertamente, el PP obtuvo el 44,6% de los votos emitidos, pero también es verdad que esos votos eran solo el 30% del censo electoral, y el 23% de toda la población española. Por razones prácticas, en las democracias occidentales hemos aceptado la ficción de que la voluntad de la mayoría es equivalente a la voluntad del pueblo, pero como ya hemos explicado alguna vez en estas páginas, no deberíamos llevar esa ficción más allá de donde dicta la prudencia.
Al menos no tan lejos como la llevó el PP en la legislatura de 2011 a 2015. Si el PP aprobó muchas de sus leyes y medidas en solitario, no fue porque interpretara mejor la voluntad del pueblo que los demás partidos, sino porque tenía mayoría absoluta en las Cortes. Los demócratas no necesitamos engañarnos con historias peregrinas para acatar las normas de la democracia. Es acatándolas, especialmente cuando no nos favorecen, como mostramos nuestra verdadera talla.
Quienes defienden la abstención del PSOE para facilitar la investidura del señor Rajoy no terminan de encontrar argumentos indiscutibles o, por lo menos, sólidos y rigurosos. De modo que se inventan normas y principios tan endebles como desconocidos hasta ahora. Primero dijeron que los socialistas están obligados a abstenerse porque nunca se ha producido una diferencia tan clara entre el primer partido y el segundo, hasta que miraron los resultados de 1982, y tuvieron que buscar otro argumento. Para ello han dado una vuelta de tuerca más a la ficción de tomar a la mayoría como si fuera la totalidad del pueblo. En este caso el argumento es que el PP subió entre diciembre y junio, 669 mil votos. No sería la mayoría que obtuvieron el 20D, sino esos nuevos votos, un poco mas que el 1% de la población, los que marcarían la diferencia cualitativa, los que expresarían el verdadero sentir del verdadero pueblo. Y luego hablan del populismo.
Ni la distancia con el segundo, ni ser el partido que más ha crecido de una elección a otra, forman parte de las normas que rigen la elección de presidente del Gobierno de España, y que están claramente establecidas en el artículo 99 del la Constitución. El señor Rajoy y sus partidarios tratan de ganar en los despachos y en los medios de comunicación lo que no ganaron en las urnas, y para ello quieren hacernos creer que el 26J el líder del PP ganó la presidencia del Gobierno. ¿Qué gano el señor Rajoy el 26J? Lo único que de verdad ganó es un escaño por Madrid, y la prueba es que tiene su escaño, nadie lo discute. Lo que Rajoy no ganó el 26J es la presidencia del Gobierno. La prueba de que no la ganó es que no la tiene. Por eso todavía tiene que ganarla en el Congreso, o no. Esas son las reglas de nuestra democracia. Como dirían en Barrio Sésamo, conviene distinguir entre lo discutible y lo indiscutible.
Fuente: https://jatorresmora.wordpress.com/2016/08/21/rajoy-y-barrio-sesamo/