Arthur González •  Opinión •  21/08/2018

Andrés Oppenheimer y sus horóscopos

Nadie sabe que misterios encierran las profecías del laureado periodista Andrés Oppenheimer, pero las escritas sobre la Revolución cubana han sido un fracaso total.

Después de puesto en marcha el Programa Democracia, aprobado en 1983 por el presidente Ronald Reagan, que devino en el reclutamiento sentimental del líder soviético Mijaíl Gorbachov, quien confesó en el 2000 que, para lograr el desmoronamiento del socialismo en Europa, “tuve que sustituir a toda la dirección del PCUS y de la URSS, así como a la dirección de todos los países socialistas europeos”; solo quedaba en pie Cuba, como la pieza más ambicionada de Estados Unidos.

Por aquellos años, países aliados de Washington se sumaron a la ofensiva ideológica, con el fin de “ayudar a la caída” del socialismo cubano.

Entre las iniciativas iniciadas en 1990, estimularon las entradas ilegales en varias embajadas, las salidas ilegales del país, reorganizaron y financiaron asociaciones de ciudadanos extranjeros asentados en la Isla, moribundas por falta de apoyo de sus gobiernos, conmemoración de fiestas patronales y hasta la celebración de algunas romerías, que no se efectuaban hacía medio siglo.

En ese contexto llegó a La Habana el periodista y escritor argentino radicado en Miami, Andrés Oppenheimer, ganador del Premio Pulitzer en 1987, con el interés de hacer una investigación sobre la Revolución cubana y el papel jugado por sus líderes históricos.

Para ello, recibió todas las facilidades para sus entrevistas, incluidas a Fidel Castro y “opositores” creados, entrenados y financiados por el gobierno de Estados Unidos, algunos de ellos agentes encubiertos de la Seguridad cubana. Todos respondieron sus preguntas y brindaron mucha información, que le sirvieron al periodista para escribir su libro “La hora final de Castro”, publicado en 1993, en el cual vaticinó la caída inminente del gobierno socialista.

Para disgusto de los yanquis, el horóscopo de Oppenheimer fue un rotundo fracaso, nada de lo pronosticado sucedió.

Fidel logró sacar el país adelante, estabilizó la economía y la llamada “Opción Cero” no fracasó, como auguraba Oppenheimer en su libro.

Transcurrido un cuarto de siglo de aquellos vaticinios infundados, la Revolución socialista se mantiene, incluso rejuvenecida con un nuevo presidente que no es parte de la generación histórica.

La falla del pronóstico radicó en su ceguera política, quizás orientado por autoridades estadounidenses para pintar un panorama sombrío y sin futuro, desconociendo la histórica entereza, resistencia y unidad del pueblo cubano, en torno a la defensa de su soberanía.

De nada le valieron los 6 meses en Cuba y las más de 500 entrevistas realizadas, su idea fija era el deseo de ver caer a la Revolución. Actualmente solo destila frustración por sus fallidas profecías.

Olvidando esa mal experiencia en su vida literaria, Oppenheimer vuelve por la picada, ahora con el tema de la nueva Constitución de Cuba, algo que pone en ridículo a Estados Unidos porque el texto propuesto es estudiado y discutido libremente por toda la nación, incluidos los cubanos residentes en el exterior, situación sin precedentes en América y Europa, que refleja el carácter democrático y popular del proceso cubano, verdadera piedra filosofal que ha permitido resistir las guerras económica, financiera, mediática y subversiva.

Según ha dicho el argentino, se tomó el trabajo de leer el documento y le resultó “espantoso” y un “gran paso atrás”. ¿Será más humana la de su país de origen? Ni la de Estados Unidos recoge tantos derechos a los ciudadanos como a propuesta cubana, pero hay que desprestigiarla a toda costa.

Otro error cometido por el multipremiado periodista, fue tomar en cuenta las opiniones de Rosa María Paya Acevedo, devenida en politiquera gracias al dinero de la mafia terrorista de Miami y de su mentor el senador Marco Rubio.

Ella le aseguró que: “esta Constitución es peor que la anterior, porque al agregar que el Partido Comunista será el único dirigente superior de la sociedad y el Estado, le cerró las puertas a cualquier posibilidad de multipartidismo”.

Quienes sueñen en tener en Cuba partidos políticos diseñados por la CIA, con “disidentes” pagados con millones de dólares aprobados por la Casa Blanca para intentar destruir a la Revolución, seguirán el mismo camino que los mafiosos miamenses, que se han vuelto ancianos sin obtener una sola victoria.

La Revolución cubana no fue impuesta por los tanques soviéticos, la hizo el pueblo luchando en las calles y montañas de la Isla, contra la tiranía de Fulgencio Batista, apadrinado por Estados Unidos a pesar de llegar al poder mediante un golpe militar que pisoteó la Constitución y todas las leyes del país.

Los cubanos no desean regresar a aquella farsa de tener 25 partidos políticos que todos defendían lo mismo, el capitalismo, la corrupción, el maltrato al pueblo y la desigualdad social.

Ninguno resolvió el analfabetismo, la discriminación racial y de género, la ausencia de un sistema popular de salud, la educación, la cultura y el deporte como un derecho del pueblo.

Ese es el error original de Estados Unidos cegado ante una realidad aplastante, malgastando cientos de miles de millones de dólares para derrocar a la Revolución popular cubana.

Por eso son sus equivocaciones: la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos, los cientos de planes terroristas que sembraron muerte y destrucción, su guerra económica para matar de hambre y enfermedades a los cubanos, unido al asesinato de decenas de seres humanos que no serán olvidados nunca por sus familiares, amigos y vecinos.

El traspié de Andrés Oppenheimer es pensar que el gobierno de Cuba necesita de la policía secreta, para enfrentarse a los enemigos de la Revolución.

Quienes se opondrán a cualquier intento que afecte su libertad y soberanía, son los propios cubanos y cubanas que dominan la historia de su patria, para que jamás vuelva a existir un Apéndice Constitucional, como el impuesto en 1901 por el Congreso yanqui, conocido por el nombre de Enmienda Platt, esa que permitió la invasión del ejército de Estados Unidos, cada vez que lo desearon, para pisotear la dignidad de todo el pueblo.

Les duele ver el referendo popular en Cuba porque se le acaban las mentiras y la deformación de la realidad.

Allá los yanquis con su condena y frustraciones, porque en Cuba como aseguró José Martí:

Dos cosas hay que son gloriosas: el sol en el cielo y la libertad en la tierra”.

*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.

Fuente: MartianosHermesCubainformación


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