Los españoles pensamos en el día después
Es curioso que un país que se dirige a sus cuartas elecciones generales en cuatro años, el 10N, esté pensando en el 11N.
Lo normal sería que hiciéramos las apuestas sobre el posible triunfador, que estuviéramos esperando las papeletas en nuestras casas o, que de alguna manera hiciéramos nuestras minicapañas vecinales.
Pero nada de eso ocurre, no creemos en las habilidades negociadoras de Sánchez aunque las haga de rodillas y en secreto de confesión. Otro tanto nos pasa con Rivera aun prometiendo que no bloqueará nada. Tiene tantos colores en su cara que parece llevar un cartelillo donde reza el próximo cambio de chaqueta.
Para colmo, ahora los cuatro grandes líderes españoles (Sánchez, Casado, Iglesias y Rivera) están anunciando que estamos a las puertas de otra crisis, que se nos está enfriando la economía y, que por añadidura el brexit nos puede costar miles de millones de euros.
Cómo puede digerir ello un joven de 28 años aún sin haber encontrado su primer empleo. Cómo pueden esos líderes esperanzarlos para que voten por uno de ellos. Cómo pueden desengañarlos de las tantas mentiras y mediocridades que representan.
Suponemos que durante la campaña – porque estamos en “pre” – volverán a utilizar a los usuarios (de usar) de los mítines, aquellos a los que suben en los autocares y los pasean con bocata en mano de aquí para allá, de ciudad en ciudad, como si tuvieran contratos temporales.
Muchos esperamos que durante los ocho días oficiales de campaña (1 – 8 de noviembre) esos usuarios de mítines, los “focas” (aplaudidores), no llenen los palacios o estadios; aunque hacerlo en nada afectaría sus créditos personales, conocido el de cada candidato.
De hecho nos están acostumbrando – hago memoria y adapto un párrafo de un gran escritor venezolano, Otrova Gomas – a que el sablismo (gorroneo) civil pueda convertirse en una profesión respetable.
Me refiero al sablista, al gorrón o gorrona profesional de turno, total, los ejemplos abundan dentro de nuestra política, el más reciente ha sido el de Pablo Casado en un mitin en Córdoba cuando le decía a su colega de partido, Juan Moreno Bonilla, que iba a matar de aburrimiento a los asistentes.
Son tantos los malos ejemplos de nuestros políticos que hemos decidido transitar el camino de no creer en las promesas, a menos que nos adelanten una parte de ellas, como bien decía Gomas en su imprescindible libro de humor “El hombre Más Malo del Mundo”:
– Le preguntaba uno al sablista ¿Alguna otra cosa?
– Bueno, dame otro cigarrito y préstame 30 euros, seguro que te los pago, porque mañana me van a caer 40.
– Lo siento, respondió el primero, solo tengo 10.
– No te preocupes, dámelos y, me quedas debiendo 20.
En fin, parece que a Sánchez, Casado, Iglesias y Rivera, lo único que les está quedando, dentro de sus inmensos egos, es una especie de ideología o voto feudal para arañar escaños en el Congreso, rezando que la utopía de una mayoría + 1 de votos blancos, nulos o en abstención no se produzca.
José Antonio Medina Ibáñez