Juanlu González •  Opinión •  21/10/2023

Hamás ha provocado un terremoto que rediseñará todo Oriente Medio

De nuevo hemos salido a las calles y plazas de todo el mundo para denunciar las acciones criminales de «Israel» contra la población palestina apresada en la Franja de Gaza. Sí, Gaza es el mayor campo de concentración de todo el planeta, donde viven más de dos millones de personas hacinadas, en su mayor parte refugiadas de las tierras robadas de los aledaños de la Franja, sin las más mínimas garantías de existencia digna de seres humanos. Llevan décadas privados de libertad, privados de electricidad —de la que solo disfrutan unas horas al día— sin apenas agua potable, sin trabajo, sin expectativas de futuro. Es una población sometida por un criminal ejército extranjero que decide quien vive, quien muere o quien va a dar con sus huesos en la cárcel por el resto de su vida; que elige quién recibirá tratamiento médico o quien va a morir sin acceso a medicinas. Así es la vida en Gaza.

Es Israel quien determina si va a entrar comida al campo de concentración, si va a entrar cemento, si van a entrar lápices o libretas. El estado sionista dicta si los agricultores que van a recoger aceituna van a volver vivos a casa o los van a balear porque así lo han decidido los militares hebreos. Si los pescadores que salen de las playas a traer algo de comida a casa van a ser ametrallados por una patrullera por puro deporte…

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Desde hace años hemos visto cómo sus habitantes han organizado multitudinarias manifestaciones pacíficas para demandar el fin del bloqueo y el derecho al retorno a sus tierras robadas. ¿El resultado?, los francotiradores del ejército de Israel han matado a placer a cientos de personas. A periodistas, a enfermeras, a niños y niñas, a ancianos… sin que nadie sancione a los criminales sionistas por ello, ni tampoco busque una solución justa que satisfaga los mínimos requerimientos de humanidad y calidad de vida para los gazatíes. ¿Que deberían hacer? ¿suicidarse? 

En Gaza no existen los derechos humanos, son vulnerados a diario por un estado terrorista con la complicidad de los organismos internacionales, secuestrados por Estados Unidos y la Unión Europea, quienes se autodenominan como la “comunidad internacional” que dicta las reglas arbitrarias por las que ha de regirse el resto del mundo. Así, las leyes internacionales solo se aplican a los enemigos del imperio, mientras que ni siquiera existen para ellos mismos ni para sus aliados. Este es el famoso mundo basado en reglas que quieren preservar a toda costa y del que tanto hablan desde el inicio de la guerra contra Rusia en Ucrania.

Israel lleva atacando indiscriminadamente a la población civil de Gaza durante todo este siglo de manera ininterrumpida, pero especialmente desde la aplastante victoria electoral de Hamas de 2006. Es lo que les pasa a estados que presumen de ser tan democráticos, que cuando los resultados electorales no les satisfacen, intentan revertirlos por la fuerza.

Recordemos la operación “Plomo Fundido”, en 2009, con más de 1.300 palestinos muertos, la inmensa mayoría civiles; o “Margen Protector” en 2014, con 2.251 palestinos muertos, 1.462 de ellos civiles y 551 de ellos niños. No olvidemos tampoco las operaciones “Lluvia de Verano» de 2006, “Nubes de Otoño” también en 2006, “Invierno Caliente” en 2008, “Pilar Defensivo”, de 2012 o la «Operación de los muros” en 2021… son tantas que no se pueden recordar fácilmente. En todas ellas fueron asesinadas muchos miles de personas, especialmente civiles.

Pero no, no han sido daños colaterales, jamás lo son. La doctrina militar de Israel siempre ha sido esa, matar a muchos civiles para forzar a las milicias a dejar la lucha. Es puro terrorismo de estado, practicado por sus dirigentes desde el mismo momento de la constitución ilegal del Estado de Israel hasta hoy. Y no sólo en Palestina, también en Líbano. Esa es su forma de entender las guerras asimétricas. Por eso cuando se le está pidiendo —siempre con la boca pequeña— al ejército sionista invasor que no mate a civiles en Gaza, todo el mundo sabe que sí lo harán, es su peculiar forma de proceder, es lo único que saben hacer.

Resulta sumamente curioso oír estos días en los medios masivos a algunos que se dicen llamar comunicadores, afirmar que la violencia de los ataques de Hamas sobre Israel es completamente sorprendente y desconocida en la región. Defender eso pone de manifiesto que han estado toda su vida mirando para otro lado cuando morían decenas de miles de palestinos masacrados por las bombas. Se podría decir incluso que es un síntoma de una especie de racismo, que no delata nada positivo de quien así se manifiesta, ni desde el punto de vista humano ni desde el profesional o periodístico.

¿Qué diferencia hay esta vez en los enfrentamientos en Gaza entre unos cientos de milicianos y el quinto ejército más poderoso del planeta? Pues que han muerto numerosos militares invasores y también han muerto ocupantes. Hasta el día de hoy el estado sionista se sentía absolutamente invulnerable. Creían que matando a 21 palestinos por cada israelí muerto (datos de NN.UU.) como han hecho en su historia reciente, iban a hacer desistir a la resistencia de emprender acciones legítimas de lucha, lo que equivale a malvivir en la cárcel de Gaza asustados, quebrados, doblegados, entregados, derrotados… por el resto de sus malhadados días. Pues no, como reconoció un periodista israelí en el diario Haaretz, era una ilusión pensar que mantener para siempre a más de dos millones de personas encarceladas y con condiciones paupérrimas de vida le iba a salir gratis a Israel. A estas horas del conflicto ya van más de 1.200 muertos sionistas, una cifra muchísimo mayor que las de todas las víctimas sufridas durante todos los conflictos bélicos que han acontecido entre ambas partes en este siglo, un número que podría multiplicarse si, finamente las IDF deciden entrar hasta el fondo de Gaza para tratar de acabar con Hamás.

Israel jamás se ha visto impelido a negociar con sus vecinos, ya sean estos palestinos, libaneses o sirios (a los que mantiene invadidos en mayor o menor medida), porque poseía una posición muy superior, prácticamente invulnerable, en el plano militar e incluso en el diplomático. Ese paradigma es el que ha quedado demolido por la inusitada potencia de fuego de las brigadas Ezzeldin al-Qassam de Hamás y es precisamente esa imagen de invencibilidad perdida la que Netanyahu va a intentar reconstruir en vano durante los próximos días a base de sangre y fuego para salvarse a sí mismo y al estado supremacista judío.

Aunque pase lo que pase en Gaza, ya nada será igual, ni en el conjunto de la Palestina histórica, ni en Oriente Medio. Cuanto mas fuerza emplee contra los civiles inocentes encerrados en el campo de concentración gazatí, más debilidad mostrará Netanyahu ante el mundo. Su tiempo ya ha pasado y el del «Israel» que conocíamos, también.

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