Libardo García Gallego •  Opinión •  22/03/2018

Pensamientos de burgués y de proletario

Para que nos entendamos, para el caso no distinguimos entre burgués, explotador, de arriba, rico, por un lado, y proletario, pobre, miserable, lumpen, de abajo, por el otro. Obvio que existen matices en cada lado, sin embargo, las ideas fuente son semejantes para unos y otros.

El rico considera que la gente es pobre por perezosa, porque no trabaja, porque no quiso estudiar, porque “de malas, así le tocaba”, porque no ahorró, porque se gastó el dinero en vicios; porque siempre tienen que existir pobres y ricos; porque si todo mundo estudia y aprende entonces quién coge el café, quién ayuda a las matronas en la cocina, quién recoge las basuras, quién arranca las malezas de los cultivos, quien desempeña todos los oficios manuales. La igualdad social es imposible, Dios mismo así lo dispuso; en muchos salmos y pasajes de la Sagrada Biblia está escrito.

El pobre dirá que él es pobre porque sus padres no pudieron entrarlo a la escuela porque vivían muy lejos de la última escuela que había en la vereda o porque tenía que ayudarle al papá en los oficios de la finca donde era agregado o porque no tenían con qué comprarle una ropita decente y los útiles escolares o porque desde niño tuvo que trabajar de encerrador, de garitero y en cuanto oficio hubiera para hacer porque tenía varios hermanitos y él debía ayudar a sus padres a llevar la obligación. “Me quedé bruto, ahora trato de rebuscarme en los trabajos que pueda porque no quiero que mis hijitos crezcan como yo. Hago cualquier cosa donde pueda devengar un salario: si hay que matar a alguien, lo mato si me pagan bien; si hay que comercializar alucinógenos y hay dinero, pues vamos pa*esa; si hay que votar, voto por el que me digan pero si ofrece alguna cosa. Mi hijita de 15 años ya se rebusca en la calle y nos colabora bastante. Uno tiene que ser fiel con el que le da le ayuda a sobrevivir”. Hay también pobres resignados, conformes con la voluntad divina, honestos, honrados, merecedores de confianza, ciudadanos ejemplares, no se tuercen ni por muchas necesidades que padezcan; son los más solicitados por los ricos porque reciben sin chistar las migajas con que les pagan.

Las anteriores son algunas de las explicaciones que todos hemos escuchado. Pero ninguno, ni de arriba ni de abajo, nos va a explicar el proceso real mediante el cual unos pocos acaparan hoy enormes riquezas y la mayoría carece de casi todo para vivir en condiciones dignas o aceptables.

El rico defiende el sistema capitalista donde ha crecido porque en el mundo tiene que haber competencia y triunfan los más hábiles para competir, los campeones, los pilos, los demás tendrán que seguir dependiendo de los que lograron salir adelante. “El capitalismo es bueno porque hay libertad de empresa, si me invento una empresa y consigo ayudantes verracos que no cobren mucho por su trabajo, y siempre hay mucha gente que necesita trabajar, seguramente en poco tiempo la saco adelante; así como lo hicieron los fundadores de La 14 y de Arturo Calle y mil ejemplos más. ¿No ha oído el dicho “El mundo es de los valientes”?

Si el rico es un terrateniente que paga trabajadores a $50.000,oo la semana, dándoles alimentación insuficiente y haciéndolos trabajar de sol a sol, sin parar ni 5 minutos para descansar, le pone el ojo a la parcelita del vecino pobre que está casi quebrado porque carece de insumos para producir mejor, y anuncia: “Yo me voy a quedar con ella y así ensancho y cuadro mi finca; le ofrezco $100.000,oo por ella, yo sé que ese pegujal cuesta más, pero si no me la vende le mando a alguien que lo convenza o lo amenace con que si no me vende que yo arreglo con la viuda”. Y de esta manera su finca que eran 20 hectáreas ahora mide 100. “En cuestión política, apoyo a quienes se han enriquecido como yo, a los candidatos que nos defiendan de la amenaza comunista, de esos que quieren repartir las grandes propiedades entre campesinos sin tierra, dizque para que vuelvan a cultivar el campo”.

Mientras ricos y pobres sigan guiándose en sus prácticas cotidianas con estas ideas inhumanas tradicionales, no serán posibles los urgentes cambios que están reclamando países como Colombia. Y para cambiar se precisa de una educación de alta calidad que enseñe a pensar y ofrezca todas las explicaciones científicas sobre el porqué de las desigualdades sociales y las alternativas para superarlas. Con el actual filosofar popular no se construye una sociedad justa y digna.

Armenia, 19 de marzo de 2018

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