Carolina Vásquez Araya •  Opinión •  22/09/2021

El cuento de la Independencia. Las fiestas de independencia celebran el mayor mito de la Historia.

Las fechas representan únicamente un referente simbólico en el transcurso de la historia, por ello las fiestas de Independencia, celebradas en estos días de septiembre en algunos países del continente, deberían convertirse en un punto de inflexión; en un golpe de timón hacia la dirección correcta y el inicio de una nueva era para los pueblos que observan, con una mezcla de envidia y esperanza, los avances en otros rincones del planeta.

Latinoamérica ha sufrido dictaduras genocidas, invasiones extranjeras marcadas por intereses económicos y geopolíticos, desvalorización y aniquilamiento de sus culturas milenarias, expoliación de sus riquezas naturales y una constante intervención en sus planes de desarrollo por parte de organismos financieros controlados por las grandes potencias mundiales. Sin embargo, la fortaleza moral y el anhelo de libertad de sus pueblos constituyen los recursos decisivos para consolidar esa independencia real y concreta que todos anhelan. 

Los ejemplos de desarrollo económico, industrial y cultural en algunas de nuestras naciones demuestran cómo un valor potencial puede volverse una realidad tangible, siempre y cuando los actos políticos de sus líderes estén sustentados en el firme propósito de luchar por su patria. En este sentido, resultan esenciales la defensa y el respeto a la norma constitucional, la consolidación del estado de Derecho, el reconocimiento de los valores humanos y culturales intrínsecos de sus comunidades y el propósito firme de lograr la unidad latinoamericana, única forma posible de enfrentar los desafíos de la globalización. 

Presumir de independencia cuando nuestras castas políticas son capaces de negociar el futuro de las generaciones con entidades cuyos intereses son totalmente opuestos al desarrollo -como el Banco Mundial- y sometidos a las condiciones arbitrarias de gobiernos poderosos, enfocados en sacar el mayor partido de sus debilidades institucionales y políticas, es un insulto a la inteligencia. Por tanto, resulta imperativo actualizar conceptos y comprender que la libertad de un país para decidir sobre su presente y su futuro es un tema pendiente en todo el tercer mundo.

La celebración de la independencia patria se ha establecido como un recurso populista y debe ser objeto de una profunda revisión. Los desfiles militares, tan propios de esa imagen de fuerza y poder impresa en el imaginario colectivo, resultan hoy una de las más graves ofensas contra pueblos que han experimentado la represión cruel de las dictaduras militares, una sombra oscura que mancha la historia de todos nuestros países. El orgullo patrio no debe descansar sobre las armas ni la violencia, sino sobre la cultura, las tradiciones y el respeto irrestricto de los derechos humanos.

La carga nefasta de la explotación y el saqueo de las riquezas mal distribuidas es un peso histórico cuya influencia en el retraso, la miseria y el abandono cuenta como argumento indiscutible para rechazar las pretensiones de independencia y libertad de las castas gobernantes, las primeras responsables por las condiciones vergonzosas en las cuales se sume el futuro de los pueblos.

Sin desarrollo sostenible para todos no es válido presumir de independencia.

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@carvasar


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