Nord Stream 2: el mercado se impuso a las extorsiones
Durante tres años las administraciones estadounidenses hicieron lo imposible por detener la construcción del gasoducto Nord Stream 2 al intentar imponer su caduca política hegemónica, en un mundo globalizado cuyas naciones han observado que las leyes del mercado y de la economía pueden superar cualquier obstáculo.
Desde 2017 cuando comenzaron las primeras inversiones y firmas de acuerdos para llevar adelante un segundo gasoducto desde Rusia a Alemania, (con el primer Nord Stream terminado en 2012 se alcanzaron grandes beneficios) el expresidente norteamericano Donald Trump lanzó una serie de “sanciones” contra Rusia y compañías que se integrarían al proyecto, a la par que presionaba a las autoridades alemanas y europeas para que desistieran de llevar adelante la obra.
Su sucesor, Joe Biden continuó con la misma política pero al final tuvo que desistir pues según la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, “Estados Unidos no tenía medios para detener el Nord Stream 2 que ya estaba casi completado en un 95 %”.
De todas formas, las últimas extorsiones del Departamento del Tesoro fueron impuestas en junio contra 13 barcos rusos y tres entidades, incluido un servicio de rescate marítimo, por su participación en esa construcción, pero tampoco resultaron efectivas para detener la obra.
El gobierno federal germano ha emitido varios comunicados en relación con las presiones de Washington y en uno de los más recientes puntualizó que “rechaza las sanciones por considerarlas una injerencia a la soberanía europea», ya que en esa obra “participan más de cien empresas de Europa que cumplen con las legislaciones vigentes”.
El 10 de septiembre la empresa rusa Gazprom anunció que el gasoducto se había completado, que el proyecto permitiría aumentar las capacidades de entrega del Nord Stream 1 y se duplicaría el suministro de gas natural hacia Alemania.
La obra, iniciada en 2018, fue realizada por la firma Nord Stream AG, fundada por la empresa Gazprom, con inversiones de las compañías alemanas Uniper y Wintershall Dea, la francesa ENGIE, la austriaca OMV y la anglo holandesa Shell.
A un costo de 10 000 millones de dólares y una extensión de 1 234 kilómetros, el segundo ramal conocido como Nord Stream 2, parte de la ciudad rusa de Ust Luga, en San Petersburgo (Leningrado) y por el fondo del mar Báltico pasa por las aguas territoriales de Dinamarca, Finlandia y Suecia para terminar en la ciudad alemana de Greifswald.
Con los 55 000 millones de metros cúbicos de gas que aportará esta nueva obra, junto con el anterior Nord Stream, la entrega de ese combustible ruso a Alemania y países europeos se duplicará hasta los 110 000 millones de metros cúbicos.
En este asunto, países europeos como Alemania, Austria y Noruega se soltaron las amarras que le atan a Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial y prefirieron desafiarlo en aras de obtener el enorme beneficio económico que representa para 26 millones de hogares la adquisición del gas ruso por una ruta más corta, económica y ecológica, diferente al que Washington le quiere imponer procedente de sus yacimientos obtenidos con la técnica de fracking.
El gas estadounidense causa más daño a la ecología; la producción y transporte deja una huella de carbono entre 2 y 4 veces mayor que el transportado por tuberías. En la producción del gas de lutita se usa la tecnología de fracturación hidráulica, que es eficaz, pero perjudicial para el medio ambiente.
En una reciente conferencia de prensa, el presidente ruso Vladimir Putin explicó que debido a los integrantes de la última composición de la Comisión Europea, los cuales propusieron precios de mercado para el gas, algunos países del viejo continente están pagando ese combustible a 650 dólares por mil metros cúbicos, mientras los que firmaron contratos con Gazprom lo reciben a 220 dólares.
Para este 15 de septiembre en el mercado europeo de futuro, y por primera vez en la historia, ya se cotizaba a 950 dólares por mil metros cúbicos.
Con el nuevo Nord Stream 2, el precio para las naciones que apostaron por ese gasoducto continuará beneficiándose con un precio estable como lo ha garantizado la Federación Rusa.
El otro país europeo que se opuso desde un principio al proyecto fue Ucrania, que tras su separación de la antigua Unión Soviética se convirtió en un fiel aliado de Estados Unidos y de la OTAN. Kiev lo hace por su animadversión contra Moscú y por problemas económicos pues el gas ruso llega a Europa a través de un gasoducto construido con anterioridad en su territorio y la puesta en servicio del Nord Stream 2 podría representarle una pérdida de 1 500 millones de dólares anuales por el servicio de tránsito.
El jefe de la compañía Operator GTS Ukrainy (Operador del Sistema de Transporte de Gas de Ucrania), Serguéi Makogón estimó que si dejara de funcionar el gasoducto que atraviesa su país, a Kiev le costaría entre 5 000 y 6 000 millones de dólares anuales, por pérdida de pagos por el tránsito y por el aumento del precio del gas, pues ellos tendrían que importarlo desde la Unión Europea.
No obstante, las empresas Gazprom y Naftogaz (Ucrania) tienen un contrato para el tránsito de gas a través del territorio ucraniano hasta 2024 y además, Gazprom suministrará a través de ese país 225 000 millones de metros cúbicos de gas durante los años 2020-2024, 65 000 millones de ellos durante el 2021 y 40 000 millones anualmente durante otros 3 años, lo que fue avalado en una reciente reunión entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y la canciller alemana, Angela Merkel.
En definitiva, Estados Unidos a pesar de sus constantes extorsiones llamadas eufemísticamente “sanciones” salió nuevamente trasquilado y el Nord Stream 2 ya es una realidad que comenzará a entregar gas a Europa a finales del presente año.