Seguridad pilotando Aulas
Según las noticias publicadas en varios medios las familias denunciaron un comportamiento inaceptable de un profesor en un Instituto de Madrid. Este profesor pronunciaba frases en clase como: «las verdaderas cabronas son las mujeres», «el patriarcado es la mejor invención del ser humano» o «la izquierda promueve la idea de ser subnormal». Madres y padres presentaron denuncias ante la Delegación de Educación Madrileña, sin que hasta el momento se haya dictaminado que este profesor no es apto para la docencia y consecuentemente ha vuelto este curso a impartir clases en ese instituto. La primera consecuencia es la desbandada de alumnado de bachillerato afectado y la perdida de una línea de ese nivel por parte de Instituto. La segunda es el deterioro de la imagen de un centro en particular y de la docencia en general, por la falta de actuación supervisora de la administración educativa, que pudiera estar inducida por un secreto interés de desacreditar a la enseñanza pública.
Alguien podría argumentar que el profesor tiene derecho a esas manifestaciones invocando la “libertad de cátedra”. Cierto es que la libertad de cátedra confiere a la docencia el derecho de enseñar sobre aquellos aspectos que la Ciencia, o bien debate o consolida. Por ello es posible argumentar contra el creacionismo en las aulas y explicar la evolución de la especies, porque la Ciencia avala esta teoría, que a fuerza de discusiones seculares, se ha ido confirmando con cada nuevo descubrimiento científico.
Lo que parece claro es que ninguna teoría aceptada por la comunidad científica avala el que se exponga en las aulas: «las verdaderas cabronas son las mujeres», «el patriarcado es la mejor invención del ser humano» o «la izquierda promueve la idea de ser subnormal».
Y si ello es así esta persona ha perdido la “autoritas” para ejercer la docencia. Porque al igual que quien ejerce la medicina se atiene al juramento hipocrático y la máxima de “no producir daño”, las personas que se dedican a la docencia, que tienen acceso a las mentes del alumnado en edades tempranas, se deben a ese mismo principio. No causar daños éticos ni morales y todo ello dentro de un marco constitucional que pretende garantizar la dignidad de todas las personas.
El ejercicio de la docencia sin duda adquiere una enorme responsabilidad ya que deja su impronta (conviene recordar a Konrad Lorenz) en la tiernas mentes infantiles y juveniles. Tiene la docencia una obligación no sólo de tutela, sino de ejemplo, para que las nuevas generaciones se acerquen a valores vividos y de esta forma faciliten una convivencia basada en la igualdad y el respeto a las diferencias.
Sin embargo esa responsabilidad no parece ser reconocida. Para pilotar un avión comercial de pasajeros o de carga es imprescindible que los pilotos pasen reconocimientos médicos y psicológicos periódicos. ¿Cuáles son algunos de esos requisitos?: “Para la obtención y/o renovación de la licencia, se requiere el cumplimiento de los siguientes requisitos físicos y psicológicos: El piloto no padecerá ninguna enfermedad, defecto, lesión o secuela que pueda interferir con el ejercicio de sus funciones… Ausencia comprobada de enfermedad mental o trastorno de la personalidad, que pueda interferir con la seguridad de vuelo. Que sean personas equilibradas, capaces de trabajar en equipo con eficacia y seguridad.” Y esto debe ser comprobado al inicio del ejercicio profesional (obtención de la licencia) así como cada año para renovarla.
Parece más que evidente que la docencia, con mucha mayor responsabilidad que pilotos y controladores aéreos, también deberían reunir estos requisitos. Porque al igual que el pilotaje de un avión, el “pilotaje de un aula” requiere de madurez emocional, serenidad, sentido común, interés por el alumnado y evidentemente deben abstenerse de ejercerla quienes padezcan “Otras dolencias como neurosis, depresiones, trastornos de la personalidad”.
Que cada cual puede tener sus propias opiniones es incuestionable. Lo que ya no es tolerable es que se permita la docencia a quienes obnubilados por su incapacidad mental, para comprender la importancia de su ejercicio, se dejan llevar de sus fobias, de sus miedos, de su ira, de su intolerancia, pretendiendo inocular en las mentes infantiles y juveniles todo su “tormento” en forma de ese veneno ideológico que promueve el odio. Sin duda este “docente” no podría obtener una licencia de vuelo, ninguna compañía aérea dejaría que pilotara. Pero la Delegación de Educación Madrileña no tiene el menor reparo de poner al mando de las aulas a una persona como esta.