Hedelberto López Blanch •  Opinión •  22/10/2020

El MAS derrotó al neoliberalismo en Bolivia

La rotunda victoria electoral obtenida por el Movimiento al Socialismo (MAS) ha representado un golpe contundente a las fuerzas de la derecha nacional y regional que habían impuesto una dictadura neoliberal, y a la par demostró el irrestricto apoyo que le profesa el pueblo boliviano al primer presidente indígena de su historia, Evo Morales Aima.

El triunfo obtenido por el MAS en los comicios efectuados este 18 de octubre, han echado por tierra todas las artimañas realizadas por las fuerzas reaccionarias que el 10 de noviembre de 2019 dieron un sangriento golpe de Estado contra Evo, tras éste haber ganado esas elecciones con más del 10 % sobre su más cercano rival.

En aquella ocasión, la formula Evo Morales-Álvaro García Linera alcanzó el 46,86 % de los votos, mientras que su oponente, el derechista Carlos Mesa, obtuvo 36,73 %.

No obstante, la derecha desconoció los resultados y la Organización de Estados Americanos (OEA) con su funesto secretario general al frente, Luís Almagro, y el infausto Grupo de Lima, declararon que hubo fraude en las elecciones. Meses después, varias organizaciones internacionales demostraron que Evo obtuvo un limpio triunfo, pero ya el mal estaba hecho.

Después del golpe de Estado, la represión no se hizo esperar y el pueblo fue acosado con saña y violencia por las fuerzas militares y policiales que dejaron un saldo de 40 muertos y numerosos heridos, mientras los principales dirigentes del MAS fueron perseguidos, encarcelados o impulsados al exilio. Todo esto realizado con el beneplácito de la OEA y del gobierno de Estados Unidos.

En esta ocasión, como todas las encuestas daban como posible ganador a Luís Arce, la presidenta de facto Jeanine Áñez y los golpistas pospusieron en tres ocasiones la celebración de los comicios al avizorar que perderían el poder y dejarían de llenar sus bolsillos de dólares lo cual han logrado con el robo de las riquezas del país.

Ahora, la candidatura del MAS, Luís Arce-David

Choquehuanca, se alzó con el 53,4 % de los votos, mientras que Carlos Mesa solo obtuvo el 30,5 %.

Durante el año que la derecha mantuvo el poder con un sistema neoliberal, la economía boliviana decreció a 5,4 %; cerca de un millón de ciudadanos ingresaron en el nivel de pobreza; el desempleo se expandió por toda la nación y la pandemia del coronavirus, por la desidia y falta de atención médica, ha provocado la muerte a 8 268 personas y 145 000 contagiados. Bolivia es el tercer país del mundo con mayor número de fallecidos per cápita por la covid 19, con 70 decesos por cada 100 000 personas.

Indiscutiblemente que las hazañas económicas y sociales que realizó el gobierno de Evo Morales desde enero de 2006 fueron las que han permitido revertir el golpe de Estado y dar el triunfo a la fórmula Arce-Choquehuanca.

Antes de 2006, las características en Bolivia eran la inseguridad política ciudadana con una gran pobreza, falta de educación y de atención a la salud del pueblo, mientras que la economía sufría un saqueo indiscriminado.

En su primer mandato, se acordaron medidas para nacionalizar empresas y riquezas productivas, mineras y de servicios, y comenzó la etapa para dejar atrás más de dos siglos de explotación por parte de gobiernos extranjeros y compañías transnacionales con la anuencia de las oligarquías criollas.

Con anterioridad, los principales productos energéticos y empresas públicas creadas por la revolución de 1952 habían sido privatizados o vendidos a precios de remate. Este proceso se acrecentó entre 1985 y 2005 durante los gobiernos neoliberales, (el último presidido por el actual derrotado candidato Carlos Mesa) ya que el Estado dejó de controlar el 70 % de la actividad productiva y su principal industria, Yacimientos Petrolíficos Fiscales Bolivianos (YPFB), recibía regalías de solo 18 % por parte de las transnacionales.

Al nacionalizarse la industria de los hidrocarburos se estableció una política de retención del sector, dividido en 50 % de regalías, 7 % en ganancias recuperables de empresas operadoras de YPFB y pago de impuestos y patentes. De esa forma se aseguró que el Estado Plurinacional y el pueblo obtuvieran ingresos por miles de millones de dólares y a la par se promovió la recuperación de riquezas y recursos como un hecho de justicia social y económica.

Esas medidas propiciaron disminuir la pobreza y dinamizar la economía familiar al aumentar el consumo en los hogares.

Se construyeron en el país 35 hospitales de segundo nivel, 1 061 establecimientos de salud y 18 550 centros para atender a la población. La mayoría de esas instalaciones fueron abandonadas por el gobierno de facto de Jeanine Áñez.

El Producto Interno Bruto (PIB) aumentó anualmente en 4,9 % y pasó de 9 000 millones de dólares en 2005 a 50 500 millones y un equivalente per cápita de 4 000 dólares.

La pobreza extrema se redujo en ese período de 38,2 % a 15,2 % y la pobreza moderada de 60,6 % a 34,6 %, las tasas de disminución más altas del continente. La esperanza de vida pasó de 63,8 años a 73,5 años en 2019.

Bolivia se situó entonces como uno de los países con mayores niveles de asistencia escolar en primaria, declarada por la UNESCO como libre de analfabetismo debido a la ayuda brindada en ese sector por Cuba y Venezuela, y construyó 16 773 unidades educativas en esos 14 años.

Pese a todas las artimañas de los golpistas, de la OEA y del gobierno estadounidense para tratar de preservar en el poder a las fuerzas de derecha, el pueblo boliviano volvió a dar muestras de su valentía como ocurrió en 2002 cuando con masivas manifestaciones logró sacar del poder al mandatario neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada.

De todas formas, el pueblo y todas las fuerzas democráticas y progresistas del mundo, tendrán que seguir atento para que no vuelva a suceder otro golpe de Estado.


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