La Covid-19 no es democrática, y menos en Brasil

Son los más pobres, quienes viven en la periferia de las grandes ciudades, en pésimas condiciones estructurales, de habitación, económicas y sin empleo, los que sufren más sus efectos

La catástrofe en Brasil por la Covid-19 pasa por tres grandes cuestiones: el precio de la desigualdad tanto social como estructural; la calidad insuficiente de respuesta sanitaria por parte del Ministerio de Salud y la postura de negación e irresponsabilidad del presidente Jair Bolsonaro.

En este gigante suramericano, testificó Chioro dos Reis, «algunas vidas valen más que otras y el comportamiento de la Covid-19 responde a la visión antidemocrática, cobarde y sin ningún compromiso ni empatía de las máximas autoridades.

La fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), principal centro de investigación en salud de Brasil y el mayor de América Latina, publicó que en los barrios con una alta y muy elevada concentración de favelas el virus tiene una mayor letalidad que la reportada en los barrios ricos.

Esta situación evidencia la falta de acceso al diagnóstico en tiempo adecuado y de servicios de salud de mayor complejidad asistencial.

El informe de Fiocruz plantea también los problemas organizativos de los sistemas de salud y las debilidades acumuladas por la falta de financiamiento y mala gestión. Ante ese escenario Chioro dos Reis aboga por invertir recursos en los dos laboratorios públicos (Fiocruz e Instituto Butantan) que tienen capacidad técnica científica para desarrollar vacunas y asociarse a farmacéuticas de otros países.

Defendió, además, la transferencia de tecnología y la posibilidad de producir en Brasil vacunas a escalas relativamente significativas.

Bulbos vacíos y contratos en blanco ¿Inmunización?

El Gobierno de Brasil publicó el 16 de diciembre un llamado Plan Nacional de Vacunación contra la Covid-19 que priorizará a unos 50 millones de personas vulnerables a la pandemia.

Según el Ministerio de Salud, para instituir el día en que comenzará la primera de las cinco fases previstas se debe esperar a que algún medicamento sea aprobado y registrado por la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), lo cual podría ocurrir en febrero de 2021.

Más allá de conversaciones y propósitos, la administración de Bolsonaro tampoco tiene suscrito un contrato definitivo con ningún laboratorio o biofarmacéutica en particular.

Por el momento continúan negociaciones que, de acuerdo con autoridades sanitarias, alcanzarían los 350 millones de dosis.

En tal sentido aparece el fármaco de la empresa anglo-sueca AstraZeneca, en colaboración con la Universidad de Oxford (Reino Unido) y producida en Brasil por Fiocruz.

De igual manera existe una demanda de 42,5 millones de dosis del consorcio internacional de Covax, sin fecha todavía.

La vacuna que proviene de esta fuente puede ser de cualquiera de las compañías farmacéuticas del consorcio.

En la búsqueda de mejores posibilidades económicas y de calidad, el Gobierno también intercambió propuestas con asociaciones y laboratorios como Pfizer/BioNTech, Janssen, Instituto Butantan de Sao Paulo/Sinovac, Bharat Biotech, Moderna y Russian Gamaleya.

La cartera sanitaria comunicó que necesita información sobre valores, apreciaciones y términos de disponibilidad de las dosis, así como datos científicos para los estudios con estos potenciales fármacos.

Después del comienzo de la vacunación, se espera que este proceso se complete en 16 meses, siempre que haya una o dos vacunas aprobadas por la Anvisa.

Con la pandemia de Covid-19 el gigante suramericano se convirtió en un ejemplo de malas prácticas, planes vacios, pésima gestión médica y deficientes atenciones.

 
alb/ocs

*El autor es Corresponsal de Prensa Latina en Brasil